Treinta años después de El nombre de la rosa, Umberto Eco vuelve para mostrarnos que, en la literatura y en la vida, nada es lo que parece y nadie es quien dice ser. Todo tiene que ver con la conveniencia, y así hasta puede acabar triunfando el rufián que desconfía de todos y que siempre se mantiene alerta, aunque no se mueva casi de ese sitio en el que lo vemos al comenzar esta historia verdaderamente extraordinaria. París, marzo de 1897. Las primeras páginas de El cementerio de Praga nos muestran a un hombre de sesenta y siete años que escribe sentado a una mesa, en una habitación abarrotada de muebles: es el capitán Simonini, un piamontés afincado en la capital francesa, que desde muy ¡oven se dedica al noble arte de crear documentos falsos. De pocas palabras, misógino y glotón, el capitán se inspira en los folletines de Dumas y Sue para dar fe de complots inexistentes, fomentar intrigas o difamar a las grandes figuras de la política europea. Caballero sin escrúpulos, Simonini trabaja al servicio del mejor postor: si antes fue el gobierno italiano quien pagó por sus imposturas, luego llegaron los encargos de Francia y Prusia, e incluso Hitler acabará aprovechándose de sus malvados oficios, esos que hacen brillar cada página de esta magnífica novela.
La noche en que encontró a la Perra, la Humana estaba drogada. Por eso dejó que la siguiera a casa. Ahora convive con un animal que se va llenando de toda la energía que a ella le falta, y al que de pronto le viene un celo incontrolable. La Humana tiene treintaidós años, pero ya no desea. Está en la vida, pero no la ejerce. Llegó a la ciudad hace poco, huyendo de sus días en el campo con un novio que tenía. Sufre extraños síntomas, temblores, moratones que aparecen solos. Un día se agacha a atarse los cordones de los zapatos y descubre que no puede. La Humana teme una maldición que avanza. Para que el psiquiatra acceda a recetarle más ansiolíticos tendrá que asistir a una terapia de grupo. Allí conocerá a Mecha, una mujer fascinante que se convierte, junto con la Perra, en un animal difícil de salvar.
El celo es una historia sobre domesticación, maldiciones, la animalidad del deseo, el miedo como herencia y el poder de los cuentos. Poltergeists, perros enloquecidos y una historia familiar que se construye a mordiscos y silencios.
Líbano, 1910. La guerra es una amenaza cruel que se cierne sobre todos y los niños son sus víctimas predilectas. El ejército turco está secuestrando adolescentes para obligarlos a sumarse a sus filas; por lo que Hassan debe huir junto con su padre Abdallah desde Chebaa con la esperanza de llegar a un puerto seguro donde puedan escapar hacia América. Apenas cuenta con diecisiete años y Hassan ya sabe lo que es perder su hogar. En su travesía, Hassan es separado de su padre al ser aprehendido por un general, pero su iniciativa y buen juicio le permiten ganarse la confianza del militar, e incluso ocupar un lugar dentro del cuartel como receptor de los mensajes en clave morse. Sin embargo, cuando Hassan se ve en la encrucijada de revelar la ubicación de un pueblo de cristianos y maronitas, en su lugar da las coordenadas de un campamento turco. Su traición costará la vida de doscientos soldados. A partir de entonces, sobre su cabeza pesará una sentencia de muerte hasta que logre abordar el barco que lo llevará hacia un lejano destino donde conocerá a muchos migrantes como él: el puerto de Veracruz…