Nikki Griffin es una detective poco convencional. Su despacho ocupa el altillo de la librería de viejo que regenta, porque Nikki adora la lectura, los libros son los únicos que la protegen y le aportan el consuelo que la salva de su trágico pasado. Lo que poca gente sabe de ella es que no tolera la violencia masculina. Y no solo eso: Nikki se ocupa de dar su merecido a los tipos que hacen daño a las mujeres que dicen amar. Ella se asegura de que esos hombres peligrosos nunca más vuelvan a acercarse a sus víctimas.
Nikki acepta el encargo del director ejecutivo de una empresa de Silicon Valley que fabrica sofisticados sistemas de vigilancia. Debe seguir los pasos de una empleada sospechosa de vender secretos de la compañía. Cuando Nikki presencia como dos tipos amenazan a la joven que está siguiendo, entiende que tal vez no le han explicado toda la verdad y que no se trata de un simple caso de robo de información. Ella misma está en el punto de mira de hombres muy peligrosos.
Primera entrega de la nueva serie de suspense y romance de Maya Banks
La sexy historia de una mujer que arriesgará su vida y su corazón para encontrar a la hermana perdida del hombre que ama.
Cuando la hermana menor de Caleb Devereaux es secuestrada, el poder y la unión de una familia se convierten en la única fuente de ayuda. Ramie, una hermosa y sensible mujer con un don especial para encontrar respuestas, es capaz de conectar y localizar a las víctimas y capaz de sentir sus miedos y sus angustias. Pero ese don, como todo en la vida, tiene un precio. Ayudando al atractivo e impaciente Caleb en la búsqueda de su hermana, entre ambos surge una intensa atracción sexual sin límites, pero Ramie deberá alejarse de él tanto como le sea posible para evitar un peligro que la acecha. Será entonces cuando Caleb lo arriesgará todo para protegerla, incluido su corazón.
Saltar la hoguera se inserta ya de forma plena en la senda del intimismo despojado y la contención expresiva que La víspera nos permitía intuir. Consciente más que nunca de que un poema no es lo mismo que la realidad, pero también de que, a cambio de esa certeza, la lectura nos devuelve todo aquello que merece la pena preservarse.
Marcel Proust escribe con una diferencia de cinco años, de tres si nos atenemos a la fecha del último "salón" publicado (1905) y el primer "pastiche" (1908), estos dos conjuntos de textos presididos por una idea absolutamente distinta. Si los Salones pertenecen al mundo en que se ha movido la primera juventud del autor y en el que ha nacido su primer libro, Los placeres y los días (1896), en El caso Lemoine se trata de una gimnasia del oficio de la escritura, de un ejercicio de análisis de estilos ajenos a traves de un caso de crónica de sucesos: la estafa de un tal Lemoine a la más alta compañía de diamantes del mundo. En los Salones encontramos un Proust alabancero, que reseña, bajo pseudónimo y en Le Figaro, actos sociales de ese mundo aristocrático con el que más tarde saldaría cuentas críticas en distintos volúmenes de A la busca del tiempo perdido, su obra capital (en 'La parte de Guermantes' y 'Sodoma y Gomorra' sobre todo, y tan acerbas como en el viscontiniano "Baile de las Cabezas" de 'El tiempo recobrado').
La cabeza de Juan el Bautista a cambio de una danza erótica: la pieza teatral en un acto de Oscar Wilde lo reunía todo para escandalizar a la sociedad victoriana. La presente edición reproduce sin censuras las exquisitas ilustraciones originales de Aubrey Beardsley, creadas para la edición inglesa de la obra. La traducción al castellano fue realizada por Rafael Cansinos Assens en 1919.
Mencionada apenas en los Evangelios, la figura de Salomé atrajo ya desde la Edad Media la imaginación de los artistas figurativos. Sin embargo, fue sobre todo a partir del siglo XIX, y especialmente en el último cuarto de este siglo y el primero del XX, cuando alcanzó un lugar preeminente en el imaginario artístico moderno como figura en la que confluyen belleza y maldad, esplendor y lujuria, así como esa exacerbación de los sentidos cuya búsqueda es tan propia de la época. Escrita originalmente en francés en 1891 durante un larga estancia en París, Oscar Wilde aunó en Salomé la visión clásica transmitida por Flaubert en obras como «Salambó» o «Herodías» con la mirada decadente llena de oros bizantinos del pintor Gustave Moreau, para alumbrar una obra magnífica en la que laten la violencia y la sexualidad.