Esta es la última biografía que escribió Chesterton y también una de las mejores, siendo todas excelentes. Chesterton escribió siempre desde un entusiasmo que no estaba reñido con un profundo conocimiento de lo tratado, pero sí con el tópico, con lo ya sabido. Por eso dedicó tantas páginas a clásicos como Shakespeare o a Dickens, que en sus manos parecen autores nuevos, iluminados por una desusada luz. Chesterton, es sabido, fue un enamorado de la Edad Media, un ideal y algo idealista defensor de las luces de la Edad Media; por eso escribió unas excelentes y muy personales biografías de San Francisco, de Chaucer y de Santo Tomás de Aquino. El Santo Tomás de Chesterton es un Santo Tomás un tanto combativo, en lucha siempre con la estupidez y la ignorancia de su tiempo, pero, de algún modo, también con la del nuestro, gracias a las muchas chispas que saltan entre el pensamiento de Santo Tomás y el de nuestro Chesterton, también él personalísimo filósofo.
Un recluso en una celda. En la pared el reglamento de la cárcel. En el dorso del reglamento, pegadas con miga de pan y ocultas a los carceleros, unas veinte fotos de asesinos -quizá también de algún atleta- recortadas de la prensa; «para los más puramente criminales», un marco hecho con cuentas en forma de estrella: «Y en honor de los crímenes de todos ellos escribo este libro».
Matar por encargo, ese es el oficio de Olav. Y lo hace bien, pues se gana el sueldo trabajando para uno de los grandes capos de la droga en Oslo, Daniel Hoffmann. Sin embargo, la vida de sicario tiene ciertas contrapartidas: nadie quiere tenerte cerca.
Aficionado a filosofar sobre la muerte y el amor, Olav se ha resignado a una vida sin pasiones cuando de pronto conoce a la mujer de sus sueños. Pero hay dos problemas. El primero es que se trata de Corina Hoffmann, la esposa de su jefe. El segundo es que la nueva misión de Olav es matarla.
Sangre en la nieve es una novela muy diferente de lo que hemos leído de Jo Nesbø hasta la fecha. Con todo, esta exploración del deseo de redención probablemente sea uno de sus libros más maduros y personales, en el que aplica magistralmente las lecciones aprendidas con Jim Thompson y Knut Hamsun.
Los tres vivieron en el siglo XIX, pero la manera en que conformaron sus vidas sigue resonando hoy en las nuestras. Boena Nemcová escribió a pesar de todo: de sus orígenes humildes, de la falta crónica de dinero, de escribir en una lengua minoritaria, de las obligaciones familiares que le exigía su marido, ciego al talento y a la voluntad de su esposa, de la estrechez intelectual que imponía el naciente nacionalismo checo frente a la dominación del Imperio austrohúngaro. George Sand, nacida en una familia aristocrática, no aceptó nada que no fuera la igualdad ante los hombres, como sus amantes Alfred de Musset y Frederic Chopin. Fue una de las escritoras más celebres de la Europa de su tiempo y una de las primeras mujeres que se quiso radicalmente libre. John D. Rockefeller es el primer gran ejemplo del sueño americano, del hombre forjado a sí mismo. Insensible a todo lo que no fuera acumular riqueza y poder, no dudó en eliminar rivales, arruinar empresas y arrasar la naturaleza si ello servía a sus intereses.
La Segunda Guerra Mundial obliga a una joven princesa a marcharse a un lugar donde el amor cambiará su vida para siempre.
Londres, 1943. Las bombas caen sobre la ciudad y el rey y la reina deciden enviar a su hija menor a vivir en el campo con una familia de confianza. Tercera en la línea de sucesión al trono, la princesa Charlotte, de diecisiete años, acepta a regañadientes usar un nombre falso a su llegada a Yorkshire.
Pronto, Charlotte empieza a disfrutar de su nueva libertad y de su pasión por los caballos, y comienza a sentirse atraída por el hijo de sus protectores. Este romance prohibido da un giro trágico cuyo fruto es una niña que se queda huérfana y cuyo linaje nadie conoce. Sin embargo, todo cambia cuando unas cartas salen a la luz y, de un secreto guardado durante casi dos décadas, emerge una princesa perdida.
Una historia inolvidable sobre familia, realeza, una mujer extraordinaria que descubre su legado y el hombre que la devuelve al lugar que le corresponde.
En los albores del siglo XIX, viajamos de la mano de Jane Austen a Sanditon, una localidad costera decidida a convertirse en el reclamo turístico del momento: un balneario excepcional para recibir a la más alta sociedad, un lugar de recreo y sanatorio gracias a las virtudes del mar. Allí, asistiremos a la pugna de sus personajes por lograr ubicar Sanditon en el mapa.
En pleno cambio social, la autora, sagaz observadora, desenfunda el sable de su afilada ironía y retrata a una comunidad excéntrica, dividida entre personajes pretenciosos y arrogantes. Sanditon es su última e inconclusa novela y un regalo póstumo para sus lectores.