Mito legendario y proteico, el vampiro ha acompañado al ser humano desde tiempos inmemoriales, al acecho como anunciación de la otredad, los miedos reprimidos y la voracidad de nuestros traumas, o formando parte indisociable de nuestra esencia como plasmación de la mitad oscura e ilustración de la dualidad que nos constituye y materializa nuestros anhelos e instintos más inconfesables.
La presente antología traza la evolución del vampiro en lengua inglesa desde sus manifestaciones en textos medievales, con semas y modus operandi que anticipan las características primordiales del chupasangres en siglos posteriores, hasta la eclosión manifiesta del ente en el periodo decimonónico, con la canonización de los vampiros de Polidori, Byron, Le Fanu, y, sobre todo, la obra seminal de Bram Stoker, desembocando en la idiosincrasia ecléctica o la reinterpretación vanguardista y alejada de los presupuestos clásicos y puristas que dinamizan la variedad y estilización del mito en la primera mitad del siglo xx, como génesis de las drásticas transformaciones que se darían, posteriormente, en la posmodernidad, metamorfoseándose el vampiro en un icono adolescente o una suerte de zombi descerebrado y despojado de su aura aterradora.
Bajo la mirada cómplice de la Luna, «las damas de la noche» abandonan sus fríos sepulcros, sus estériles aposentos de la nada y su cuerpo incorrupto, mortalmente bello y subyugante, se yergue en la Vida y se instala de nuevo en la Naturaleza... «La mujer Vampiro» subsiste gracias a la fuerza de los que todavía no han muerto, una fuerza que absorbe a través de su sangre, pues la sangre es vida. Debe chupar el aliento de aquellos que viven o no podrá respirar. Debe beber su sangre o morirá de hambre... Vaga en la noche, alimentándose incesantemente de los vivos, reclutando nuevos miembros con que engrosar las horrendas filas de su estirpe maldita. En esta antología se recogen los mejores relatos sobre mujeres vampiro que se han escrito a lo largo del tiempo. Desde “Carmilla” de Sheridan Le Fanu hasta “Roja como la sangre” de Tanith Lee, pasando por Stephen King, Francis Marion Crawford y la época dorada de Weird Tales. Un viaje a las sangrientas criptas del terror primigenio en brazos de unas damas nada complacientes.
Lo llamaron el robo del siglo, aunque el siglo recién empezaba. Por él acusaron y detuvieron a Picasso y Apollinaire, pero pronto tuvieron que soltarlos y asumir que no tenían ni idea de quién se había llevado la Gioconda de su sala del Louvre. La verdad se sigue discutiendo: lo más probable es que el cerebro de la operación fuera un argentino que se hacía llamar marqués de Valfierno. Con esa hipótesis, con esa historia oscura, Martín Caparrós construye una novela en la que recrea la vida del estafador que tuvo en vilo a Francia durante años y que confesó, poco antes de morir, que había planeado el robo por la razón más sorprendente.
Valeria está inmersa en una vorágine emocional. Valeria acaba de publicar su novela y tiene miedo a las críticas. Valeria se está divorciando de Adrián y n es fácil. Valeria no sabe si quiere tener una relación con Víctor. Y mientras Valeria teme, llora, disfruta, sueña... ...Lola no sabe qué hacer con Sergio. Se siente sola. ...Carmen se ha despedido y lucha por comprender a Borja, su novio y antiguo compañero de trabajo. ...Y Nerva se levanta cada mañana con náuseas.
Valeria encuentra un sujetador que no es suyo en casa de Víctor. Valeria se siente humillada, engañada, estúpida... Y de pronto conoce a Bruno,¡peligro! Y mientras el mundo se pone patas arriba... ...Lola conoce a Rai en sus clases de chino. ...Carmen tiene problemas en la organización de su boda. ...Y Nerea se ha cansado de ser Nerea la Fría.
El punto final a la saga protagonizada por Valeria y sus amigas. Valeria está con Bruno, pero ¿por qué no deja de pensar en Víctor? Valeria ha elegido no sufrir y Víctor ser sincero, ¿podrán ser amigos? Valeria titubea, calla, respira, siente... Valeria no sabe que su vida dará un giro en su próximo cumpleaños... Y desconoce que Lola, Nerea y Carmen... ... buscan su propio final de cuento, ¿o no?