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CORAZON TAN BLANCO (BOL)

Pocos meses después de su viaje de novios y sin aún haber podido, o querido, adaptarse a su cambio de estado, Juan Ranz se entera casi sin querer de que Teresa, la primera mujer de su padre, se quitó la vida al regreso de su propia luna de miel. Sólo una persona conoce el porqué y ha guardado durante años ese oscuro secreto. A partir de ese momento, el narrador sentirá un creciente malestar, «presentimiento de desastre» respecto a su recién inaugurado matrimonio.
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CORAZONES EN ATLANTIDA (BOL)

Aunque algunos episodios de la década de los sesenta nos parezcan irreales, no son ficticios, ocurrieron de verdad. Stephen King, que ha sido el primer escritor de la generación de la televísión que ha logrado un enorme éxito, publicó en 1974 Carrie, su primera novela, justo un año antes de la retirada de las últimas tropas estadounidenses de Vietnam. Las imágenes de aquella guerra y de las protestas en contra habían inundado las pequeñas pantallas de las casas norteamericanas durante casi diez años, dejando una huella imborrable en toda una generación. En Corazones en la Atlántida, King hipnotiza a sus lectores con una ficción profundamente inspirada en esos años, los sesenta, y explora, a lo largo de cuatro décadas, los estigmas y la herencia psicológica de la guerra de Vietnam en las personas. Lleno de peligro, lleno de suspense y, sobre todo, lleno de sentimientos, este libro de Stephen King transportará a algunos lectores a un lugar que nunca antes han visitado y a otros, a un lugar que nunca podrán abandonar del todo...
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CORSARIOS DE LEVANTE (ALATRISTE 6)(BOL)

«Durante casi dos años serví con el capitán Alatriste en las galeras de Nápoles. Por eso hablaré ahora de escaramuzas, corsarios, abordajes, matanzas y saqueos. Así conocerán vuestras mercedes el modo en que el nombre de mi patria era respetado, temido y odiado también en los mares de Levante. Contaré que el diablo no tiene color, ni nación, ni bandera; y cómo, para crear el infierno en el mar o en la tierra, no eran menester más que un español y el filo de una espada. En eso, como en casi todo, mejor nos habría ido haciendo lo que en otros, más atentos a la prosperidad que a la reputación, abriéndonos al mundo que habíamos descubierto y ensanchado, en vez de enrocarnos en las sotanas de los confesores reales, los privilegios de sangre, la poca afición al trabajo, la cruz y la espada, mientras se nos pudrían la inteligencia, la patria y el alma. Pero nadie nos permitió elegir. Al menos, para pasmo de la Historia, supimos cobrárselo caro al mundo, acuchillándolo hasta que no quedamos uno en pie. Dirán vuestras mercedes que ése es magro consuelo, y tienen razón. Pero nos limitábamos a hacer nuestro oficio sin entender de gobiernos, filosofías ni teologías. Pardiez. Éramos soldados.»
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