La familia, la infancia, los años de formación durante el fascismo en Italia, los amigos de adolescencia, las lecturas, la timidez, la pasión por la montaña. Luego la guerra, el regreso a casa y una vida dedicada a su oficio de químico. Tras casi treinta años enterrada, sale a la luz esta emocionante conversación que Primo Levi sostuvo con Giovanni Tesio en 1987, con el objetivo de realizar, con su resultado, una biografía autorizada.
Las preguntas de Tesio, a las que Levi responde con una disponibilidad prudente, pero en ocasiones también muy explícita, dejan transpirar su ser más íntimo. Y nos regalan un diálogo intenso que corre sobre el filo de la memoria, cargado de vida y de historia; un diálogo que se interrumpe justo antes de llegar a la deportación a Auschwitz, por la muerte de Levi en abril de ese mismo año.
Publicada por primera vez en 1950, cuando la electrónica digital estaba en su infancia, Yo, robot resultó visionaria. Su influencia, de hecho, fue enorme, y no sólo en toda la ciencia ficción posterior, sino también en la propia ciencia de la robótica. Aquí formuló Asimov por primera vez las tres leyes fundamentales de la robótica, de las que se valdría para plantear interrogantes que se adentran en el campo de la ética y de la psicología: ¿qué diferencia hay entre un robot inteligente y un ser humano?, ¿puede el creador de un robot predecir su comportamiento?, y ¿debe la lógica determinar lo que es mejor para la humanidad? A través de una serie de historias conectadas entre sí por el personaje de la robopsicóloga Susan Calvin, en las que aparecen todo tipo de máquinas inteligentes –robots que leen el pensamiento, robots que se vuelven locos, robots con sentido del humor o robots políticos–, Asimov inventa unos robots cada vez más perfectos, que llegan a convertirse en un desafío para sus creadores. Con todo, Yo, robot es uno de los pocos títulos de ciencia ficción que han superado con amplitud el círculo de lectores especialmente aficionados, entre los que a menudo se considera una obra cumbre.
Maryse Condé adopta la voz de la mística Tituba, la esclava negra que fue juzgada en los famosos procesos por brujería que tuvieron lugar en la ciudad de Salem a finales del siglo XVII. Producto de una violación a bordo de un barco negrero, Tituba fue iniciada en las artes mágicas por una curandera de la isla de Barbados. Incapaz de sustraerse a la influencia de los hombres de baja moral, será vendida a un pastor obsesionado por Satán y acabará recalando en la pequeña comunidad puritana de Salem, en Massachussets. Allí será juzgada y encarcelada, acusada de haber embrujado a las hijas de su amo. Maryse Condé la rehabilita, la arranca del olvido al que había sido condenada y, finalmente, la devuelve a su país natal en la época de los negros cimarrones y las primeras revueltas de esclavos.