Siria arde en llamas. Asediado por las protestas populares en las calles, el sanguinario dictador Bachar el Asad responde con una violencia cada vez mayor, que incluye, se sospecha, el uso de armas químicas.
La CIA manda a su agente Sam Joseph a París con la misión de reclutar a la funcionaria Mariam Haddad, una siria que forma parte del círculo íntimo del dictador. Pronto, Sam y Mariam se encuentran en Damasco para dar con el responsable de la desaparición de un espía estadounidense, compartiendo mucho más que información privilegiada y poniendo en peligro la misión y sus vidas.
En París muere un físico después de mostrar un experimento en su laboratorio a una guapa visitante... En la selva de Malasia un misterioso individuo compra maquinaria de excavación profunda de una capacidad exagerada... En Vancouver alguien alquila un pequeño submarino para investigar en los mares de Nueva Guinea... Y en Tokio un agente de la inteligencia intenta captar el sentido de lo que está pasando.
Este es el arranque de Estado de miedo, la emocionante y polémica novela de Michael Crichton. Con un ritmo trepidante, el autor sitúa al lector ante una realidad para muchos totalmente desconocida: el mundo del ecoterrorismo y de los científicos dispuestos a modificar o manipular sus datos según las necesidades de las organizaciones que subvencionan sus investigaciones. Solo Crichton sabe combinar la fuerza irresistible de un thriller que engancha desde la primera página con datos científicos que producen escalofríos. Y lo peor es que nos habla de una terrorífica realidad actual, no de un posible escenario futuro...
Estás muy callada hoy sigue los pasos la narradora en Buenos Aires tras la muerte de su madre y sus ocasionales viajes a provincias para visitar a su padre, que ahora vive solo en la casa donde ella creció. El lector la ve en diferentes roles: como madre de dos hijos, esposa, hija, hermana, pero también como una niña sin madre. Con el paso de los años empieza a preguntarse quién es cuando está sola, sin tener que cuidar de nadie más, cuando deja de atender las necesidades de las personas que la rodean.
Recordando su infancia, sus relaciones con sus hermanos y con su madre, notando que ella no está más cerca de su padre ahora que antes de enviudar, también ve crecer a sus hijos. Sus dos hijas, Rosa y Elena, ya no necesitan mucho de ella, pero el menor, Pedro, tiene extrañas obsesiones y sufre mucho. Y frente a ella, siente que cada vez tiene menos en común con su marido, lo que le llevará a replantearse su matrimonio.