De músico, poeta y loco, todos tenemos... ¡MUY POCO!
Ser artista es un privilegio que las circunstancias de la vida nos proveen, por lo tanto, gozar de los atributos que se requieren para ser músico o para ser poeta no son nada habituales. Quienes gozan de esas cualidades son seres verdaderamente escasos.
Para ser músico es imprescindible, o tener buen oído o por lo menos saber solfear, luego elegir el instrumento con el que expondrá sus virtudes... y sabido es que no todos gozan de esas aptitudes.
Para ser poeta es vital la lectura y la constante escritura creativa, acciones no muy usuales en el diario acontecer... no es fácil serlo.
Cuando se habla de locura, normalmente se hace referencia a personas anormales (sinónimo de raros, poco común)... Hablamos entonces de seres especiales.
Es fácil colegir que son pocos los elegidos que llegan a ser músicos (mucho menos ser buenos); tampoco son frecuentes los poetas (mucho menos ser buenos) y si descubrimos a alguien que posea todas esas condiciones y encima sea médico (y de los buenos), estaremos frente a un espécimen poco común, un bendecido por los dioses... Ahí dejo como ejemplo perfecto al Dr. Jimmy Barranco Ventura (músico, poeta, poco común y galeno de primera).
Quienes sostienen la idea de que el Defensor del Pueblo República Dominicana es unipersonal desconocen los principios generales de la administración moderna, ignoran el proceso de elección como órgano constitucional establecido en la Constitución y pierden de vista las características del Estado social y democrático de derecho. Además, pasan por alto lo que ha significado para la nación dominicana la forma personalista e individualista de funcionarios que han dirigido algunas instituciones como si fuera un feudo heredado de sus antepasados.
El Defensor del Pueblo, por sus características y por las funciones que le asigna la Constitución dominicana, no puede ser una institución unipersonal porque como órgano del Estado, negaría su propia razón de ser el carácter unipersonal es contrario a los principios de la institucionalidad, negaría el principio de la transparencia, incurriría en práctica antidemocrática y estaría promoviendo la corrupción y el tráfico de influencia.
El defensor del Pueblo de la República Dominicana debe ser preservado como una institución democrática, institucional y transparente, alejado del clientelismo y la corrupción. Tenemos que evitar que la práctica corrupta que caracteriza las instituciones de Estado moderno no permee la vida institucional del Defensor del Pueblo y eso solo puede ser garantizado por un ejercicio transparente que descanse en manos de un equipo de hombres y mujeres que hayan sido celosamente elegidos por el Congreso, que su funcionamiento interno descanse en un órgano de control interno, debidamente fiscalizado por los órganos constitucionales encargados de vigilar el buen uso de los recursos públicos.
La pura soledad es una novela dramática y psicológica sobre personajes obsesivos que se enfrentan a situaciones fuera de su control, sus voluntades, secretos y esperanzas definirán sus destinos.
Hasta la escritura de esta novela de R. A. Ramirez/Baez, el personaje mesiánico Olivorio Mateo, conocido popularmente como Papa Liborio, era solo un mito en el imaginario de su pueblo San Juan de la Maguana, donde muchos aseguran hizo milagros en medio de su lucha contra la intervención norteamericana de 1916 en la República Dominicana.
En Siete veces Liborio la historia continua, pero solo como trasfondo de la aventura de un hombre que llega desde el extranjero para reencontrarse con esa leyenda que el tiempo ha convertido en parte de la geografía del llamado Sur profundo dominicano.
Hemos dirigido, en el ejercicio de nuestro pastoral ministerio, una carta oficial a la mas alta Autoridad del país, para que, en un plan de reciproca comprensión, se eviten excesos, que, en definitiva, solo harían daño a quien los comete, y sean cuanto antes enjugadas tantas lagrimas, curadas tantas llegas y devuelta la paz a tantos hogares.
Más que como Pólemos, padre del Grito de Guerra, quisiera pensar en Manuel García Cartagena como Critilo. En «El criticón» de Baltasar Gracián, el personaje de Critilo reúne la agudeza, el ingenio y la crítica mordaz, frente a los diversos fenómenos culturales que analiza. Obvio juego verbal por parte de Gracián, Critilo (juicio, razón) es el crítico «par excellence». La palabra «crítica» proviene del latin «crisis», tomado del griego «Krísis» decisión, derivado de «kríno» «yo decido, separo, juzgo». Ejercer la crítica significa, entonces, la capacidad de discernir y analizar los discursos políticos y culturales sin ningún tipo de coerción, y es la función que asume García Cartagena en el libro que tienen en sus manos.
Carmen lleva a cabo esa búsqueda constante y apasionada de la libertad a través de la poesía; un medio que, por excelencia, le dispone las herramientas para labrar su propio mundo y sus libertades. A través de la lírica intenta comprender su propia incomprensión del mundo; sanar de una vez y por todas las viejas heridas; aprender mientras desaprende; reencontrarse consigo misma a la vez que descubre que al buscarse en otros no ha hecho más que perderse, entendiendo que nadie más que ella puede salvarse. Mi pequeño infinito es, por tanto, la infinita lucha, la infinita búsqueda, el infinito descubrimiento.
Este transparente poemario se divide en cuatro capítulos; tal vez cuatro etapas en la vida de la autora, o cuatro versiones de ella misma que se intercambian frecuentemente o forman interesantes híbridos. Aun cuando parece escribir para alguien más, no deja de escribir con énfasis para sí misma. El lector, entonces, disfrutará tanto de aquellos versos que le aluden directamente como de aquel diálogo que empieza con las «Palabras introductorias» y concluye con el poema «Humanos».
La gran historia de nuestra vida se compone de innumerables pequeñas historias. ¡Cuántos acontecimientos memorables habrán permanecido, y expirado, únicamente en la memoria de sus protagonistas o de unos pocos testigos! Por suerte, aun cuando no nos atrevemos a compartir estas riquezas por diferentes motivos, personas atentas y sensibles, como lo es Cristina, se dan a la tarea de inmortalizarnos.
Le pasó a mi amiga es la compilación de relatos amenos e impactantes, dignos de ser contados, de lo que les ha tocado vivir a quienes en algún momento han tenido un vínculo de amistad con la autora, a quien podemos llamar guardiana de las buenas historias. Con el seudónimo de mi amiga protege la identidad de las verdaderas protagonistas, pero nos permite construirlas con cierta fidelidad a través de la descripción de sus acciones.