Una historia real y extraordinaria de un viaje único en la vida. Sus giros y vueltas nunca dejan de sorprender. Divertida, conmovedora y en la ultima instancia, liberadora.
La fascinante historia que empezó a escritir Joseph Cáceres en el vespertino El Nacional de ¡Ahora! cumplirá 50 años el 3 de julio del 2023.
Medio siglo no es poca cosa. Tiempo suficiente para influenciar varias generaciones que, inspiradas en su impronta, siguieron sus pasos en la prensa escrita, la radio, la televisión y ahora en eso que muchos denominan periodismo digital.
Como escribió en su primera columna, Arte Nacional fue concebida como «un puente entre el artista y el pueblo» a través de la cual se preocupó por «propugnar por el arte de la gran perspectiva en el que entren en juego las coordenadas históricas, la crítica», que siempre ha sido una marca registrada, «donde haya estructura en el plano temático y estético, sin ninguna mixtura que la enturbie».
Arte Nacional es hoy un santuario por el que debe desfilar todo aspirante a periodista, más en estos tiempos cuando el oficio necesita, más que nunca, la pluma comprometida con los fundamentos identitatarios del «oficio más bello del mundo».
Ignacio González Blonda descendió las escaleras que conducen desde el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva para ser trasladado en minibús hasta la cárcel de Najayo, donde cumpliría su recién dictada sentencia. Enfrascado en su optimismo idealista, se siente esperanzado al imaginar el porvenir. Está convencido de que la adversidad a la que se enfrenta es solo «un mal trance», otro altibajo en la vida de quien fuera, en su juventud, alguien con vehementes aspiraciones revolucionarias; más tarde, seducido por la holgura económica tras años de pobreza, abandonaría sus ideales y aceptaría el trato que lo condujo hasta este presente ominoso.
La batalla de la luz y las sombras, los infinitos y posibles mundos que coexisten y acechan, la inmensurable realidad de un cosmos del que apenas conocemos un ápice, la humana fantasía, ante la que se inclinan, reverentes, los hombres y los dioses, el hechizo de la cambiante luna, el amor inmortal…, son algunas de las muchas bellezas que teje y desteje ante los ojos este rico relato de ciencia ficción y fantasía, donde se salva todo un universo gracias a la genética, la inevitabilidad del destino y la pasión más pura.
Un amor por el lenguaje, así, que se enrosca como una delicada espiral, y asciende solo para caer y besar con fervor su punto de partida, es del tipo de amor que profesa el autor de este libro por su idioma natal; uno que alcanza la hombradía de hacer potables en el español nuestro, giros y formas clásicas que se abrazan, sonrientes, con términos nacidos de lo castizo y de lo popular, de las redes sociales y el universo digital: minimalistas, hilarantes, magníficos…
Vivimos en tiempos cibernéticos en los que lo transido como abati- miento, preocupación, angustia, intranquilidad y dolor moral intenso se ha de situar dentro de un cibermundo caracterizado por lo no previsto, lo incalculable y la inseguridad en lo económico, político y social.
La compresión de este panorama actual es buscar el sentido a la vida que tiene que ver con una responsabilidad ética, como perseguir y luchar por el valor de la paz en el mundo, en un aquí y ahora, sin ignorar las situaciones difíciles y no rehuirle a la realidad en que vivimos.