La otra Penélope, de Andrés L. Mateo, es una novela emblemática de la literatura dominicana e hispanoamericana. Además de unos eventos concretos la persecución por razones políticas a los jóvenes ya terminada de la Guerra de Abril, y las tormentosas relaciones amorosas de los personajesla narración realiza un recorrido por la condición humana: el ser, el tiempo, el sentido de la existencia... Recientemente llevada a la pantalla grande bajo la producción de Bladimir Abud, La otra Penélope se ha perpetuado como un texto esencial entre las grandes novelas dominicanas; leerla nos produce el verdadero placer del texto.
No pocas veces los filósofos y los poetas se embarcan en las mismas aventuras del pensamiento y de la intuición. Así, mientras en la dimensión de Homero y de la Ilíada, la flecha de Paris lanzada desde las murallas de Troya recorre una línea de palabras y llega siempre a la pierna de Aquiles, la flecha de Zenón, lanzada en Elea hace 2600 años, atraviesa una línea numérica eternamente divisible por dos y todavía hoy no logra llegar a su imposible destino.
La revolución tecnológica, producto de una insurrección intelectual previa, y derivada en una digitalización vertiginosa y díscola carga sobre sus hombros los fenómenos inherentes a la posmodernidad. El auge del medio digital ha generado el ruido, la grave tormenta de la información degradada en desinformación, de la noticia convertida en falsedad o posverdad, de los poderes democráticos transformados en seudo poderes de la posdemocracia y de las batallas identitarias reducidas a la lucha por el reconocimiento de grupos minoritarios atrapados en la desnaturalización de la sexualidad, el egocentrismo y el género. El conocimiento ha sido vapuleado por la información, cada vez más excesiva e inútil, y el dato se cree sabiduría en sí misma. El selfi ha degradado al retrato y el fitness y la industria del espíritu son rasgos identitarios de las nuevas tribus que, conjugando lo arcaico con lo actual, han dado lugar a la nueva cotidianidad y a los mitos, temores, pesadillas e ilusiones de una ensoñación posmoderna. El porno y la mera sociedad del espectáculo engullen la existencia a una velocidad y superficialidad asombrosas. El fundamentalismo e integrismo identitarios enhiestan el singularismo como una virtud a riesgo de echar a perder el valor de la diversidad, cuando no la singularidad, a riesgo de perder la esencia de lo humano. La pérdida, cuando no sustancial deterioro de los vínculos humanos ha convertido al sapiens en digitalis, diluyéndose con ello el esplendor de los valores humanísticos universales. Sufrimos, con angustia, la decadencia del ser en favor de la efímera y vacía sombra del parecer o el tener. De esos y otros síntomas y temores de los tiempos actuales tratan estos textos que han saltado, para una comprensión más coherente, de las páginas del periódico a la densidad del libro.
En esta Ecos de sangre su autor es cuidadoso al convertir el suceso taíno en argumento teatral. Evita la trampa del localismo, el simplismo y lo folclórico. Cruz parte de un acontecimiento insular para proyectar la trama hacia lo universal.
La princesa Iguanamá, la soberbia Xucaba, el behique Guaguyona y el cacique Ananorex (únicos personajes de la obra) trascienden lo anecdótico para elevar sus acciones hacia un teatro dramático y profundo.
En esta Ecos de sangre, como ya hizo en su poemario Areytos: cantos entre el cielo y la tierra, su creador incorpora parte del encantador idioma de nuestros taínos. Lo que constituye, por demás, un aporte inigualable.
No ahondaremos en estas premisas en la historia que este dramaturgo dominicano nos plantea en su pieza teatral. Dejemos que ella misma abra para todos nosotros el siempre intenso telón de Giovanny Cruz Durán.
Hace más de diez años que escribí esta larga indagación sobre el devenir de los principales grupos humanos que han constituido la nación dominicana en el ámbito de la isla de Ayitì o La Española.
Esta indagación a partir del concepto de la Trinidad Divina con que Juan Pablo Duarte encabezó el juramento de la sociedad fundada para promover la independencia del dominio haitiano.
Es sabido que los números constituyen un plano de la realidad, una prefiguración de lo existente, un mundo constituido entre la ideación original y la realidad física. En el caso que nos ocupa al aura de significados englobados por el número tres (armonía, equilibrio), se une el matiz teológico añadido por el concepto Trinidad, un concepto eminentemente religioso que se encuentra, contrario a lo que podría pensarse, en otras religiones más allá del cristianismo de donde la tomó el fundador de la república. Por tanto estas indagaciones, conjuntamente con el aspecto social y político, se han ido principalmente por la cuestión religiosa donde precisamente, con el transcurrir del tiempo y los avatares humanos, se ha constituido uno de los espacios de equilibrio y armonía entre las visiones de las tres culturas que nos constituyen, ese espacio es la religión popular dominicana, también llamada Culto a la 21 División.
Aquí no hay capas ni escudos indestructibles: solo un sillón ortopédico,
una carpeta Montblanc y la convicción de que el poder
sirve, ante todo, para servirse.
El Procurador es una novela breve que se lee como un expediente
de la realidad de un país cualquiera en El Caribe: ministros todopoderosos,
presidentes bizcos de ambición, jueces usados como
chas de ajedrez y una sociedad atrapada entre la indignación y el
morbo de las redes sociales.
En el centro del escenario, un hombre convencido de ser intocable
planea su gran venganza contra La Jueza, símbolo de integridad y
de esos raros personajes que todavía creen en la justicia. Lo que
empieza como un montaje político se convierte en un espectáculo
nacional de manipulación, descrédito y circo mediático.
«[...] en La otra Penélope el autor, a través de un personaje narrador. Feliz Marcel, nos presenta el ambiente posterior a la Guerra de Abril de 1965. Es la historia de Alba Besonia, una muchacha que llegó a la capital dominicana a estudiar y fue emputecida y flagelada por el señor Latorre, un hombre que funciona dentro del poder político. La muerte de Alvaro, antiguo combatiente en la gesta abrileña, y la aparición del cadáver de Alba Besonia, en el río, llevan a Feliz Marcel a asesinar a Latorre y a su acompañante».
Miguel Ángel Fornerín, Andrés L. Mateo, la aventura espiritual de la dominicanidad, San Juan, P. R., Editora Imago Mundi, 2009, p. 96
Enriquillo, que se escribe y se publica en la mejor época de las letras dominicanas durante el siglo XIX, la que va de 1873 a 1900, es el único libro de Galván, y consumió muchos años de su activa existencia. Ni antes había escrito otro, ni otro escribió después aunque sí muchos excelentes artículos. Su Enriquillo es obra de muchos años, ocho o diez. Se publica incompleta en 1879; íntegra en 1882. El autor la llama leyenda, curioso nombre que en la España y la América del Romanticismo se daba a obras de imaginación tejida con hilos de historia.