José Miguel Soto Jiménez se proclama dominicano de “pura cepa” para reivindicar su derecho a realizar este estudio [La fuñenda], atinente a lo dominicano y a los dominicanos. Pero ¿quién puede cuestionar el conocimiento de la idiosincrasia dominicana que ostenta Soto Jiménez? Su enfoque es dominicanista y la materia de estudio es la dominicanidad, particulari- zada en el habla coloquial, sin que interesen cuestiones fónicas o vicios de dicción, puesto que parte de una visión sociolingüística, lo cual incluye examinar las relaciones sociales a partir de la lengua. En este caso, conocer y dar a conocer a los dominicanos a partir de lo que hablamos. En el Exordio que escribiera para este libro, Soto expresa lo siguiente: “Fuera del embrujo de la nostalgia y los dictámenes apremiantes de la historia, solo recojo aquí aquellos vocablos, frases, dichos y voces, algunos de cierta antigüedad y otros de origen relativamente reciente que se siguen usando inalterados o renovados en sí mismos, en su forma o su interpretación”.
Recordar los momentos vividos durante la niñez
es como pasar las páginas de un libro cargado de
emocionantes aventuras, y sonríes porque revives
experiencias cargadas de un sentimiento tan puro y
quieres que tus hijos y parientes vivan contigo esos
momentos que, aunque no estuvieron ahí, sentirán
cada risa, cada lágrima, cada dolor, cada travesura.
Esto es justamente lo que en el paseo por cada página
de este libro encontrarás y notarás que no son
simples historias de costumbres familiares, sino vivencias
que han marcado de una forma extraordinariamente
hermosa la vida de varias generaciones.
Te invito a que te sumerjas en cada relato y vivas
cada historia, respires ese aire de campo, de primavera,
de cosecha… en fin albergar en el corazón remembranzas
de un tiempo que no se ha ido, porque
como dijo una vez Gabriela Mistral: Recordar un buen
momento es sentirse feliz de nuevo.
En esta novela se dibuja la tétrica vivencia de la tiranía trujillísta que por tantos años y varias generaciones marchito los sueños y aspiraciones de gran parte de la juventud dominicana, parecía en esa época que ser joven era un delito.