Viendo el desmejoramiento físico y mental de Josefa, y preocupado porque la hija pudiera quedar huérfana, Antolín, venciendo las tercas negativas de la mujer, la arrastró hasta el consultorio del médico del pueblo, quien, después de un brevísimo examen, sentenció que si Josefa no descansaba y se alimentaba como era debido enfermería fatalmente, pero ella botó la medicina que el marido le compró y no tomó en cuenta las otras prescripciones médicas, a las que llamó estúpidas, que no era cierto, decía, que aquel médico era un mentiroso y un busca pesos, que ella se sentía saludable y que no era verdad que ella, Josefa Muñoz, permitiría que se pudrieran como basura dentro de la casa. Y todavía cuando la diagnosticaron tísica, siguió al mismo ritmo, como si aquello no fuese con ella.
En esta colección de relatos se exploran las diversas facetas de la muerte, desde lo místico y aterrador hasta lo melancólico y reflexivo. Cada cuento ofrece una perspectiva única sobre el fin de la vida y lo que podría esperar más allá.
Desde hace mucho tiempo, se ha entendido que para que una persona mínimamente logre sentirse realizada, debe haber concretado tres hechos relativamente importantes en su vida; que sin importar el orden cronológico son: “sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”.
En este nuevo escenario, diversas condiciones se articularon para que Imbert se agenciara un ilimitado poder, tales como la debilidad de las fuerzas dominantes, el vacío de poder existente, su recia personalidad que se sumaba a la condición de héroe nacional, su innegable vocación, el haber asumido en los albores del conflicto bélico la representación de los militares de San Isidro, la urgencia que tenían los norteamericanos de instalar un gobierno títere que sirviera de contrapeso al gobierno de Caamaño y, por último, sus tradicionales y conocidos vínculos con la Embajada de los Estados Unidos y sus agregados militares.
Todo lo anterior le confería a Imbert un talante por encima de sus congéneres, capaz de infundir pavor tanto a los líderes políticos como a los militares. Las no disimuladas ambiciones políticas de Imbert se cristalizaron tras el estallido de la Revolución de Abril de 1965, cuando el emisario del presidente Lyndon B. Johnson, John Bartlow Martin, lo catapultó al poder, con la aquiescencia de los poderes fácticos que dominaban la sociedad dominicana en esta etapa.
Aporte de tres gobiernos al sistema de salud dominicano abarca el gobierno de Don Antonio Gúzman Fernandez (1978-1982)
Dr. Salvador Jorge Blanco (1982-1986)
Ing. Hipólito Mejía (2000-2004)
Apostar al cambio social: Reflexiones y aprendizajes no se trata de una autobiografía, aunque tiene datos biográficos. Es un material que recoge la experiencia personal en el movimiento de izquierda, en los movimientos juveniles y estudiantiles, en las organizaciones sin fines de lucro y en el Estado. Va más allá de relatar vivencias y se enfoca en extraer aprendizajes útiles para afrontar las problemáticas sociales y políticas que hoy vive la República Dominicana.
En Aprendamos a Envejecer, “Abueliando”, trazamos pautas, para que los abuelos tomen control de esta etapa de la vida con dignidad y de manera distinta y dinámica. Ellos son el mayor tesoro de la familia, los fundadores de un legado de amor, los mejores contadores de historias, y los guardianes de las tradiciones que perduran en el recuerdo.
Lo que los niños más necesitan hoy son lecciones de vida, paciencia, bondad, humor, y confianza, que los abuelos proporcionan conjuntamente con su compañía y su amor incondicional. Es así como enriqueciendo la relación abuelo-nieto, contribuimos al fortalecimiento de toda la familia.
“Todos necesitamos un abuelo para crecer más seguros en el mundo”