En el siglo XX, el socialismo real pretendía instaurar una sociedad sin mercados donde la persona se reducía a mera materia socialmente reproducible. Ahora, en la tercera década del siglo XXI, el liberalismo tecnicista propugna un mercado sin sociedad. Para esta visión materialista y tecnicista la capacidad de transformación de la realidad por el ser humano no tiene límites. Dicho en otras palabras, la libertad humana no tiene límites. Es pura voluntad de poder ilimitado. Lo cual plantea el siguiente dilema: si el socialismo real, al negar la capacidad fabril de la persona, destruye lo social, ¿no destruirá el liberalismo tecnicista con su negación de los principios metafísicos de la libertad, la libertad individual misma?
Revela toda una variedad de actores poderosos cuyos trucos manipulan nuestros sistemas económicos, políticos y legales para su beneficio, a expensas de los demás. Una vez que aprendas a detectar los hackeos, comenzarás a verlos por todas partes y nunca volverás a ver el mundo de la misma forma. Casi todos los sistemas tienen lagunas, y esto es así por diseño. Pero no podrán aplicarte las reglas si eres capaz de aprovecharlas a tu favor. Si no se controlan, estos hackeos acabarán trastornando nuestros mercados financieros, debilitando nuestra democracia e incluso afectando nuestra forma de pensar.
Y cuando la inteligencia artificial comience a pensar como un hacker, a velocidades y escalas inhumanas, los resultados pueden ser catastróficos. Sin embargo, quienes se pongan el «sombrero blanco», podrán entender la mentalidad de los hackers y reconstruir los sistemas económicos, políticos y legales para contrarrestar a quienes quieren explotar nuestra sociedad. Podemos aprovechar la inteligencia artificial para mejorar los sistemas existentes, predecir y defendernos contra los hackers y lograr un mundo más equitativo.
La venganza y el perdón tienen un propósito concreto en la biología y en la historia de la humanidad del que no podemos zafarnos. Buscamos permanentemente la justicia personal oscilando entre Némesis y Clementia, condicionados por una resaca de necesidades, anhelos, miedos o frustraciones que pueden afectar por igual al vecino, a un niño, a nuestra pareja o al político que rige los destinos de un país.
¿Hasta qué punto es la venganza una expresión innata de nuestra naturaleza? ¿Es sobre todo un fenómeno moldeado por el contexto y la cultura? ¿De qué modo se instrumentaliza la venganza para impartir justicia? ¿Cómo, cuándo y por qué elegimos entre represalia y aceptación? Son algunas de las preguntas que se esclarecen en esta accesible y completa radiografía de la venganza y de sus componentes más peligrosos: la ira, el odio y el rencor.
«Para crear sociedades más indulgentes, respetuosas y pacíficas, es inútil que pensemos en cambiar la naturaleza humana. En su lugar, hay que cambiar el mundo, los lugares donde vivimos y la educación que recibimos. ¿Parece difícil? Sin duda. ¿Es imposible? En absoluto».