En Los caídos, novela ambientada en la Cuba contemporánea, asistimos al desmoronamiento de una familia cuyos miembros, sin saber realmente cómo, han acabado convirtiéndose en adversarios que comparten el territorio del hogar. Mariana sufre ataques epilépticos y ya no es el elemento aglutinador del hogar. Diego, el hijo menor, está a punto de terminar el servicio militar, alimentando su resentimiento contra la mentira de su época, Armando debe lidiar con sus inamovibles convicciones socialistas, las pequeñas corruptelas de sus empleados y el hecho de que su hija mayor, María, haya abandonado los estudios en busca de unas condiciones de vida dignas. Compuesta a cuatro voces con una naturalidad sólo al alcance de los grandes narradores, Carlos Manuel Álvarez se confirma entre ellos.
Gabri, una chica de diecisiete años, se rebela, con toda la fuerza confusa de la adolescencia, contra una madre indiferente, una mujer coqueta en decadencia que lidia con su último amor. Con el París de los felices años veinte como telón de fondo, la historia sigue el terrible aprendizaje de Gabri sobre una feminidad dividida entre deseos nacientes y una soledad irreductible, donde el rostro de la persona odiada se vuelve cada vez peor para la joven.
Una novela de iniciación en la que Irène Némirovsky no perdona a esta madre que guarda un sorprendente parecido con la suya y cuyo retrato pinta como una coqueta tan vanidosa como cruel.
Esta novela corta de Joseph Conrad narra la rivalidad entre dos oficiales napoleónicos durante más de una década, originada en un incidente banal que actúa como mero pretexto para el odio irracional y enquistado entre los dos hombres, opuestos en todo (carácter, origen social y geográfico, incluso físico) y que no paran de desafiarse a duelos de honor en cuanto tienen oportunidad. La templanza de uno contrasta con la exaltación del otro. El enconado rechazo roza la obsesión y se prolonga hasta el absurdo incluso cuando ambos luchan en el mismo bando. Su historia personal se inserta en el maremoto de la Historia de Europa, que va desde las guerras napoleónicas hasta el restablecimiento de la monarquía.
Novela de un marcado tinte autobiográfico que deja entrever la relación del autor, Alexandre Dumas hijo (1824-1895), con una afamada cortesana de la época, Marie Duplessis, La Dama de las Camelias cuenta los amores trágicos entre la joven Marguerite Gautier, entretenida del París de la época, románticamente enferma de tuberculosis y poseedora de una belleza sin igual que la sitúa por encima de las damas de su condición, y Armand Duval, hijo de familia respetable, lleno de buenas intenciones y presa de la ingenuidad propia de su edad. Entre el lirismo pasional y el realismo, el relato empuja a ambos personajes en dirección contraria a la marcada por los convencionalismos sociales imperantes y hacia un final trágico. El éxito de la novela motivó que fuera llevada al teatro en 1852 -cuatro años después de su publicación y adaptada un año después por Giuseppe Verdi en su ópera La Traviata.
Si hay un hombre que todos los argentinos conocemos es el gaucho Martín Fierro. Muchos menos conocen a su autor, el señorito José Hernández, y a menudo lo que saben de él está lejos de la verdad. En estas páginas su personaje, Martín Fierro, furioso y agradecido, rencoroso y querendón, nos cuenta la vida de su creador con los mismos versos gauchescos que lo hicieron famoso. Pero esta vez Fierro no canta, cuenta:
Aquí me pongo a contar
la historia que no quisiera:
la de esa culebra artera que
por contar una historia
me se robó la memoria,
me la cambió toda entera.
Se llamaba José Hernández,
aunque también se llamaba
Pueyrredón, porque alardeaba
de ser un hombre de abajo
y era rico pa'l carajo
más que la reina de Saba.
Su familia era de aquellas
que asaltaron nuestras tierras:
pampas, ríos, bosques, sierras,
todito se lo quedaron
y así nomás lo alambraron
para dejarnos ajuera.
Prohibida en distintos países tras su publicación, Agosto es un mes diabólico es el hirviente relato de una mujer que se redescubrirá durante un viaje a la Riviera Francesa. Ellen vive en una ciudad que le disgusta, un lugar que niega su pasado y no ofrece ninguna esperanza para su futuro. Separada y con un hijo, está determinada a cambiar su vida. Por ello, abandona Londres en busca de sol y compañía, pero el camino no resultará fácil. Al recibir de pronto una noticia desgarradora, descubre que hay una fina línea entre la independencia y la soledad. Una novela de «fulgurante energía» (Colm Tóibín) que confirmó a Edna O’Brien como «una revolución en la escritura irlandesa» (John Banville).
Inspirado por la metodología de la «atención total» de Krishnamurti -a quien la realidad dejaba en éxtasis cada tarde-, César Aira exhorta a la superación de la ceguera del urbanita que sin tiempo para nada es incapaz de demorarse para observar la maravilla del mundo.
Autor fundamental, en estas once ponencias y charlas desvela los delicados mecanismos del artificio literario, incita a imaginar una Buenos Aires vaciada de todo excepto de sus árboles o a repasar una poética del trazo entre las notas de Duchamp para El gran vidrio, el proyecto calígrafo-maníaco de Levrero o la letra ínfima que para Benjamin implicaba un pensamiento refinado…
La inteligencia desfachatada y excepcional de Aira vuelve estos ensayos puro goce y puro juego. Un sacudón a cualquier hábito que amenace con adormecer la sensibilidad o impida la sorpresa.
En "Memorias del subdesarrollo" (1965), novela icónica de Edmundo Desnoes, asistimos a la debacle íntima y social de Malabre, un escritor que, viendo marcharse incluso a familia y amigos, decide permanecer en Cuba tras el triunfo de la Revolución, por lo que queda convertido en testigo de un panorama y un entorno que le resultan tan absurdos como irredimibles. Ya en el contexto de la literatura cubana de los años sesenta, "Memorias del subdesarrollo" resultó una obra de difícil catalogación, pues quedó fuera de las dos tendencias dominantes del momento: la literatura de compromiso y el preciosismo barroco abanderado por Alejo Carpentier. No en vano, su autor bebe de fuentes que, sin llegar a abandonarla, tensionan y complementan la tradición hispánica, y entre las que destacan, además de la gran novelística rusa, los modelos absurdistas de Kafka, Beckett y, muy especialmente, "El extranjero" de Camus, con cuyo protagonista (Meursault) el cubano Malabre puede compararse en no pocos aspectos.
La narradora de esta novela estudia para consolidar su futuro profesional. Ha conseguido un puesto de interina en una oficina administrativa, y afrontar una oposición parece ser el paso lógico en su carrera. Sin embargo, otro tipo de oposición, la interna, basada en su observación del día a día funcionarial, hace que no lo tenga nada claro. El edificio donde ha sido destinada, tan gigantesco como hermético, es un lugar de jerarquías incomprensibles, que la expulsa al mismo tiempo que la absorbe. Como nadie le explica sus funciones, se ve forzada a improvisar, disimular por vergüenza y registrar su malestar con dibujos y poemas tan desplazados de la realidad como el trabajo mismo. Los funcionarios que la rodean, cada uno con sus particularidades y conflictos, han desarrollado los tics y las manías propios de las rutinas laborales y la obediencia acrítica.
Los lectores de Madre que estás en los cielos me dicen que la historia de la familia de Julia refleja la de muchas familias, la forma en que el secreto y la negación modelan la parte visible de la existencia en común. Las madres se vieron representadas en sus miedos y los hijos en sus rencores. Además, la novela llegó justo a tiempo a un país que hasta entonces se había negado a sí mismo las identidades diversas.»
Pablo Simonetti
Con setenta y siete años a cuestas, Julia Bartolini decide pasar sus últimos días escribiendo sus memorias. Los recuerdos le brindan la fortaleza necesaria para enfrentar su enfermedad. Cree que así podrá recuperar la sensación de que tuvo una vida que valió la pena. Marcada por la inmigración italiana al país iniciada a fines del siglo XIX y la rígida idea de familia impuesta por la Iglesia católica a lo largo del XX, Julia deshilvana los rencores fraguados en su infancia, para los que no tuvo solución en la adultez. Intenta descifrar la figura de un marido autoritario, pero devoto, y en especial la relación con dos de sus hijos, quienes desafiaron los códigos de conducta de su tiempo y sus esperanzas. Sobre todo, quiere encontrar la explicación para haber fracasado en aquello que mayor importancia tenía para ella: formar una familia feliz.