En 1893, Arthur Conan Doyle decidió asesinar a Sherlock Holmes, el detective más famoso de todos los tiempos. El éxito arrasador de las novelas y los relatos publicados por The Strand Magazine no le permitía centrarse en sus novelas históricas. Así pues, escribió «El problema final», que cierra el presente volumen, con la intención de concluir este ciclo narrativo. Los lectores no se lo perdonaron, y Doyle se vio obligado a resucitar a su ya inmortal personaje.
Cinco años antes de morir, cuando la vejez le obligó a hacerse sedentario, Sir Richard Burton publicó en 1895 su traducción de una obra que le había apasionado desde niño, "Las mil noches y una noche". Le salieron diecisiete volúmenes fieles al original árabe, repletos de fuerza y erotismo que se negó a censurar. No resultó una tarea difícil para alguien que había recorrido medio mundo, descubierto el lago Tanganica, escrito un detallado tratado sobre pederastia y acumulado apuntes sobre el tamaño de los genitales masculinos de distintos pueblos. Jorge Luis Borges, a quien entusiasmaba la versión de Burton, escribió que "los árabes afirman que la empresa de leer este libro entero llevaría a la muerte". Para evitar ese riesgo, Diego Garrido ha seleccionado y traducido algunas de sus mejores páginas, que su hermano Arturo se ha encargado de ilustrar. Son relatos que rebosan crueldad y sensualidad con la inocencia de las formas inconclusas de un espejo.
Las mil y unas noches no sólo es un mosaico que contiene cuentos de los distintos pueblos que en un momento u otro los acogieron, sino que también es un mosaico de las diversas morales de los mismos. Y así, al lado de cuentos piadosos y de fábulas didácticas, se encuentran historias de tono subido, incluso de bestialismo y homosexualidad. Son, por tanto, un verdadero cajón de sastre, tanto en su temática como en su actitud moral.
En Las Troyanas, Eurípides adopta una posición antibelicista que, por desgracia, al cabo de los siglos, no ha perdido vigencia. Aunque centrada en el amargo destino de las mujeres dependientes de los héroes vencidos en la guerra de Troya, la obra versa sobre el desastre que suponen las guerras, cualquier guerra, así como sus detestables secuelas.
Considerado generalmente el más innovador de los tres grandes dramaturgos clásicos griegos, Eurípides (480-406 a.C.) se distinguió por plantear en sus obras los conflictos morales más permanentes de la condición humana. La experiencia de la guerra del Peloponeso, de la que fue testigo en el postrer tramo de su existencia, le movió, como bien testimonia "Las Troyanas", a tomar una posición antibelicista que, desgraciadamente, al cabo de los siglos, no ha perdido vigencia. En efecto, aunque centrada en el amargo destino de las mujeres dependientes de los héroes vencidos en la guerra de Troya, la obra versa sobre el desastre que suponen las guerras, cualquier guerra, así como sus detestables secuelas. Traducción e introducción de Antonio Guzmán Guerra
Este libro contiene tres ensayos escritos (y dictados) entre 1882 y 1889: Lección para estudiantes de arte, Decoración del hogar y Modelos londinenses. Reflejan el interés y profundidad del autor acerca del arte y la belleza: en ellos no solo aborda la composición, el color y los materiales, sino también la universalidad de lo bello en la decoración, en el vestuario y en el mero existir.
En este libro se recogen y comentan refranes y expresiones populares que utilizaban los hablantes de griego de hace dos mil años. Muchos de ellos («poner el colofón», «ser un sibarita», «del árbol caído todos hacen leña», «una golondrina no hace verano», «vista de lince», «lágrimas de cocodrilo» y tantos otros) permanecen vivos todavía hoy en las lenguas modernas, sobreviviendo al paso del tiempo y a los continuos y profundos cambios sociopolíticos, culturales, religiosos y económicos; y su supervivencia en muchas lenguas europeas demuestra que nuestra cultura, por encima de diferencias locales, regionales o nacionales, es fundamentalmente una unidad que hunde sus raíces en la antigüedad grecolatina (e incluso en algún caso podemos remontarnos dos mil años más, hasta los antiguos sumerios y asirios que ya empleaban refranes todavía vivos en nuestras lenguas de hoy).