Juan de Mena (Córdoba, 1411-Torrelaguna, 1456) fue testigo de excepción de las vicisitudes políticas y culturales en la corte castellana de Juan II y protagonizó un proceso que pocos autores han podido arrogarse: la creación de una nueva lengua poética, constituida en modelo indiscutible durante más de medio siglo, en el tránsito de la Edad Media al Renacimiento.
Publio Ovidio Nasón (43 a. C.-17 d. C.) es uno de los poetas capitales de la literatura latina. Nacido en Sulmona, demostró desde siempre una extraordinaria facilidad para versificar, lo cual le llevó a ser muy prolífico y cultivar con exito diversos generos. Fue poeta de moda entre sus contemporáneos, hasta que una repentina decisión del emperador Augusto lo condenó a vivir desterrado en Tomos, una ciudad en los confines del imperio, a orillas de Ponto Euxino (el actual mar Negro).
La traumática experiencia del exilio pasó a ser el tema central de su poesía. Pónticas representa una de las obras cumbre de la literatura universal sobre el destierro.
Esta novela inmensa, catalogada por algunos en la categoría de «novelas-mundo», imposible de situar en corriente literaria alguna, es una extensa e intensa meditación sobre el tiempo y la memoria, fundamentalmente, así como sobre el Arte, las pasiones y las relaciones humanas (como por ejemplo su descripción del proceso de los celos de Swann con Odette de Crécy, reflejo de los suyos propios con sus amantes, tanto femeninos como masculinos).
«Los Fusileros siempre éramos los primeros en desembarcar, porque, de hecho, siempre formábamos la vanguardia al avanzar y la retaguardia en las retiradas. Como los antiguos nativos de Kent, exigíamos por derecho el puesto de honor en el campo de batalla. [...] Ni el calor del ardiente sol, ni las largas millas, ni las pesadas mochilas, pudieron domeñar nuestro ardor.
[...] Era una visión gloriosa la de nuestras banderas desplegadas al viento en aquellos campos. Los soldados parecían invencibles: nada, pensaba yo, hubiese podido derrotarlos. Con decir que, nada más que en los Fusileros, contábamos con algunos de los hombres más duros que hubiesen luchado nunca bajo el sol ardiente en tierra enemiga. Pero viví para ver cómo las penalidades y la fatiga acababan con cientos de ellos antes de que hubiesen pasado unas pocas semanas.
[...] En la retirada de Salamanca recuerdo haber visto caer a muchos hombres. Entonces se trataba ya prácticamente de un "sálvese quien pueda". Aquellos cuyas fuerzas empezaban a fallarles no miraban ni a izquierda ni a derecha, sino que, con los ojos vidriosos, seguían adelante, tambaleándose, como buenamente podían.
[...] Tras la desastrosa retirada a La Coruña, los Fusileros habíamos quedado reducidos a una sombra enfermiza, si se me permite el término. Mi compañía, de cerca de un centenar de hombres, no contaba ya sino tres.»
Fernando de Herrera fue de los primeros escritores españoles en celebrar formalmente la batalla de Lepanto. La inmediatez y el impacto público del acontecimiento, así como la ausencia de textos castellanos que lo hubieran abordado con desempeño suficiente, fueron las causas que el poeta esgrimió para justificar la escritura de la obra. Herrera intervino aquí y allá a lo largo del libro para dar cuenta de su quehacer como historiador, pero también hizo las veces de hombre de letras, de modo que esta obra se convirtió en referencia oficial para la monarquía hispánica. Los autores que en los años sucesivos se ocuparon de la batalla acudieron reiteradamente al discurso construido por Herrera, ya fuera como fuente de información o como modelo literario.
La mayor parte de las narraciones incluidas en este volumen rememoran y dan forma a las intensas experiencias vividas por Jack London (1876-1916) durante el largo viaje que realizó entre 1907 y 1909 a Polinesia. Pese a estar recorridos siempre por una corriente de humor o de fina ironía, estos Relatos de los Mares del Sur expresan, sin embargo, las obsesiones y convicciones que dominaron la existencia del inquieto autor de Colmillo blanco, La llamada de la naturaleza o El vagabundo de las estrellas, todas ellas publicadas en esta colección: en los conflictos que se plantean en ellos la victoria nunca será de la moral, la ética o los ideales, sino de las fuerzas primigenias, del ímpetu ciego de la naturaleza o de la violencia de los hombres.