Mucho se ha escrito sobre soldados, aventureros y pícaros y sobre lo que, en sustancia, estos modos azarosos de comportamiento social significaron para las gentes de la España del siglo XVII. Fauna plural y variada en gustos, cubría toda la escala de la sociedad desde el aristócrata hasta el estudiante; se nutría de hidalgos empobrecidos; capitanes de fortuna, sirvientes y lacayos, aventureros desengañados, beatos, gente de iglesia, rufianes, ermitaños y los ciento cincuenta mil vagabundos que a fines del siglo XVI circulaban por España. Inclusive los propios escritores se dejaban, a veces, arrastrar por tan gustosas ocupaciones. Algunos de estos sujetos escribieron acerca de sí mismos mezclando la realidad con la fantasía, esta última con caracteres de retórica adjetiva cuya excrecencia percibe el lector.
Cuando el Arrow naufraga en los arrecifes de una pequeña isla del océano Pacífico, sólo quedan tres únicos supervivientes: Ralph Rover, Jack Martin y Peterkin Gay. Y lo que parece va a resultar una vida tan curiosa como apacible, entre las dos montañas y los fertilísimos valles llenos de riachuelos que pueblan la isla, se convierte en poco tiempo en una verdadera aventura. Llegará la amistad, el liderazgo, el aprendizaje de la vida; pero también la traición y la muerte.
La casa Girdlestone es la primera novela larga salida de la pluma del que sería padre del rey de los detectives, Sir Arthur Conan Doyle. Aunque terminada de escribir en 1884, no se publicaría hasta 1890, cuando su autor ya había alcanzado cierta notoriedad con Estudio en escarlata en 1887, El misterio de Cloomber en 1888 y Micah Clarke en 1889. La casa Girdlestone es una novela dickensiana a la vez que una novela de aventuras con ciertas referencias autobiográficas. Los capítulos que se desarrollan en Escocia son una buena prueba de ello. Con notables influencias de obras de otro autores, como Charles Dickens, Anthony Trollope y, sobre todo de la novela de Sheridan Le Fanu, El tío Silas.
El "Crotalón" (o "Crótalon"), diálogo atribuido a Cristóbal de Villalón, es una obra escrita a mediados del siglo XVI, coincidiendo con un momento de creciente tensión entre las ideas de la Reforma y las nacidas contra esta en Roma y en el Vaticano. El texto, que retoma el argumento de "El gallo" de Luciano de Samósata, nos presenta un agudo y satírico retrato de los vicios sociales, rematado por un último capítulo en que el diálogo se torna una novedosa diatriba contra el estado de cosas de la sociedad europea y española de su tiempo. La renovada interpretación que el autor hace de Luciano, sin separarse por ello de una sólida fundamentación evangélica, avala además una revisión de las costumbres morales y lo sitúa en la línea de los grandes reformadores de la Europa del Renacimiento.
Julio Verne, maestro indiscutible de la literatura de aventuras y ciencia ficción, nos presenta una obra que sigue enamorando a generaciones enteras con su narrativa ágil y su capacidad única para mezclar realidad y fantasía. La trama nos introduce a William Kolderup, un millonario excéntrico cuyo sobrino, Godfrey Morgan, decide enrolarse en una expedición que cambiará su vida para siempre. La desafortunada mala suerte le hará naufragar en una isla desierta, donde deberá aprender a sobrevivir (junto a su inseparable Tartelett), adaptándose a las adversidades y descubriendo la verdadera esencia del ser humano cuando se enfrenta a la naturaleza en su estado más puro.
Una novela que nos recuerda que, aunque el mundo moderno avance a pasos agigantados, la esencia de la aventura y el deseo de conquistar lo desconocido siguen siendo una parte intrínseca de la humanidad. En definitiva, una lectura inolvidable que te llevará a través de océanos y selvas, demostrando que el verdadero viaje es el que emprendemos hacia el interior de nosotros mismos.
Jane Austen es una de las autoras más representativas del romanticismo literario ingles. Su fina ironía y su querencia por el detalle hacen sus obras especialmente disfrutables. En esta ocasión, las desventuras de las hermanas Elinor, Marianne y Margaret Dashwood se convierten, gracias a la mirada perspicaz y cínica de Austen, en un retrato perfecto, tan sentido como sensible, de la vida en la campiña inglesa y del rol de la mujer en la sociedad británica de comienzos del siglo XIX
A lo largo de la historia, algunos libros han cambiado el mundo. Han transformado la manera en que nos vemos a nosotros mismos y a los demás. Han inspirado el debate, la discordia, la guerra y la revolución. Han iluminado, indignado, provocado y consolado. Han enriquecido vidas, y también las han destruido. Taurus publica las obras de los grandes pensadores, pioneros, radicales y visionarios cuyas ideas sacudieron la civilización y nos impulsaron a ser quienes somos. Éstos son los mejores escritos de Shakespeare sobre el poder en todas sus formas: en el amor, en la guerra, en la política y en la familia. De las desmesuradas ambiciones de Macbeth al frágil control de la autoridad de Ricardo 11, de las violentas rivalidades del rey Lear a la exquisita poesía de sus sonetos de amor, estos textos muestran, con sutileza filosófica y agudeza psicológica, cómo los hombres se manipulan y dominan mutuamente.
En medio de un período histórico de profunda transformación en el siglo I a. C., la literatura romana vio cómo surgía la figura de Cayo Valerio Catulo (87-h. 55 a. C.). Su breve pero decisiva obra dinamitó los cimientos de la vieja poesía que se escribía en Roma y marcó el camino que habrían de transitar las nuevas líricas latinas.
Con tan solo 116 poemas conservados, Catulo despliega una enorme variedad de recursos que apuntalan un profundo proceso de innovación de mérita y contenidos. Además, desde nuestra perspectiva contemporánea, esa búsqueda constante de originalidad temática, sumada a la expresividad y a la poderosa presencia subjetiva del yo poético, convierten a Catulo en un autor extraordinariamente cercano a la sensibilidad moderna.
A mediados del siglo XIX, Charles Baudelaire tradujo, glosó y adaptó al francés Confesiones de un opiófago inglés, de Thomas de Quincey, publicado en 1821 y al que seguiría, más de dos décadas después, Suspiria de profundis. Su adaptación acabó siendo una mise en abîme que permitió a Baudelaire imbricar sus impresiones y juicios particulares así como su práctica poética en la obra del ensayista inglés, a quien consideraba «su hermano mayor». Flaubert, Glatigny o Barbey d'Aurevilly no escatimaron elogios hacia la obra, cuyo éxito literario radicaba en la forma que Baudelaire había logrado conferirle.