Escrita entre 1879 y 1880, LOS HERMANOS KARAMÁZOV es la última novela que escribió Fiódor Dostoyevski (1821-1881) y supone una síntesis de todas las inquietudes existenciales del autor. Su compleja galería de personajes está presidida por Fiódor Karamázov, el padre, ruin, hipócrita, avaro, cínico y libertino, y por sus descendientes: Dmitri, sensual, orgulloso y cruel, pero también generoso y capaz de rasgos de bondad y sacrificio; Iván, un intelectual escéptico que niega la existencia de Dios y el amor al prójimo; Aliosha, un cristiano místico que opone al humanitarismo revolucionario y al nihilismo el amor a Dios y al prójimo, aunque tampoco es inmune a las sensaciones turbias que lo invaden, y finalmente Smerdiakov, el cínico y perverso hijo natural, carente de todo sentido de responsabilidad moral. La obra, que tiene uno de sus puntos culminantes con el célebre relato del Gran Inquisidor, refleja una concepción del hombre como campo de batalla en el que luchan Dios y el Diablo, el bien y el mal.
«Oz es ese lugar, diez minutos antes del sueño, donde […] decidimos que la humanidad, por muy maliciosa y mezquina y tonta que sea, merecerá otra oportunidad al amanecer.» Ray Bradbury
Célebre por la adaptación cinematográfica de Victor Fleming, la película fantástica más famosa de todos los tiempos, El maravilloso Mago de Oz era el tercer libro que Baum escribía, y fue un éxito inmediato. Se trataba de uno más entre muchos que estaba planeando, pero la presión de los lectores fue tal, que terminó escribiendo catorce novelas sobre este fantástico mundo. La multipremiada Olimpia Zagnoli despliega un cautivador imaginario, en el que los potentes patrones geométricos y el juego cromático entre el verde esmeralda y el dorado otorgan a esta edición un talante inigualable.
No hay, probablemente, en toda la literatura occidental una obra más rica en motivos que la Odisea, compuesta a finales del siglo viii a. C. por un gran poeta que llamamos Homero. Aunque compuesto en hexámetros y según las técnicas tradicionales de la composición oral, el Poema de Ulises es mucho más moderno y vario que un cantar de gestas guerreras. Es, como se ha dicho muchas veces, un primer relato de aventuras casi novelescas, con diversos registros y ambientes, como es también diverso y versátil su protagonista, Odiseo. Sus grandes lances son bien conocidos por todos, incluso por quienes no han leído la obra, pero tener acceso a una traducción rítmica tan cuidada como la que ofrece este volumen, pulida a lo largo de muchos años, acentúa el placer de sumergirse en este texto.
Hasta el final de su vida, y durante más de diez años, Publio Virgilio Marón (70-19 a.C.) estuvo dedicado a la composición de la Eneida, unánimemente reconocida como el más perfecto exponente del clasicismo romano. Virgilio pretendió con ella ofrecer al público romano la gran epopeya de sus orígenes, que sirviera al tiempo como justificación y exaltación del nuevo régimen impuesto por el emperador Augusto. El resultado sería esta magistral combinación entre el pasado legendario de Roma y su historia reciente.
Dos jóvenes amigos, un escultor con talento pero algo perezoso y un recién licenciado en Filosofía, están enamorados de Yelena Nikoláievna Stájova, una muchacha de clase media que siempre ha destacado por su bondad con los que sufren. Yelena encuentra frívolo a uno de ellos, y cada vez más interesante al otro, pero entonces se cruza en su camino un tercero. Mientras tanto, sus padres preparan su boda con un alto funcionario Turguénev recreó en En vísperas (1860) un enfrentamiento generacional que los críticos de la época vieron como una alegoría de la Rusia que estaba por llegar (de ahí el título de la obra).
«Nadie pondrá en duda que soy un padre afectuoso con todos los hijos de mi imaginación, y que ningún otro progenitor puede querer a su familia con tanta ternura. Pero, como muchos padres afectuosos, tengo un hijo favorito en el fondo de mi corazón. Y su nombre es David Copperfield.» Este reconocimiento de Dickens en el prólogo a la edición de 1867 de la novela tiene el valor de venir de su propio «padre». Pero, desde su publicación por entregas entre 1849 y 1850, Dcnñd Copperfield no ha dejado más que una estela de admiración, alegría y gratitud. Para Swinburne era «una obra maestra suprema». Henry James recordaba que de niño se escondía debajo de una mesa para oír a su madre leer las entregas en voz alta. Dostoievski la leyó en su prisión en Siberia. Tolstói la consideraba el mayor hallazgo de Dickens, y el capítulo de la tempestad, el patrón por el que debería juzgarse toda obra de ficción. Fue la novela favorita de Sigmund Freud. Kafka la imitó en Amerika, y Joyce la parodió en el Ulises. Para Cesare Pavese, en estas «páginas inolvidables cada uno de nosotros (no se me ocurre elogio mayor) vuelve a encontrar su propia experiencia secreta». El lector tiene ahora la ocasión de recuperar esa experiencia secreta gracias a la excelente traducción íntegra de Marta Salís, la primera en español en más de cincuenta años de una obra de la que, sin ningún género de duda, cabe afirmar que es clave en la literatura universal.
En el verano de 1816, el poeta Percy B. Shelley y su esposa Mary se reunieron con Lord Byron y su médico en una villa a orillas del lago Leman. A instancias de Lord Byron y para animar una velada tormentosa, decidieron que cada uno inventaría una historia de fantasmas. La más callada y reservada, Mary Shelley, dio vida así a quien sería su personaje más famoso: el doctor Frankenstein. Al cabo de un año completaría la novela. La historia es de todos conocida: un científico decide crear una criatura con vida propia a la que luego rechaza. Metáfora sobre la vida, la libertad y el amor, Frankenstein o el moderno Prometeo es una maravillosa fábula con todos los ingredientes de los grandes mitos, un gran clásico que ahora recuperamos con una nueva traducción y precedido de un espléndido estudio de Alberto Manguel sobre la influencia del mito en el imaginario del cine.
Con la presente edición de su Teatro completo, que permite, por primera vez, la consulta de la edición facsimilar y dactilográfica, realizamos un extenso recorrido que se inicia con Los Topos y termina con La piedra cansada. En total son doce obras póstumas en las que las influencias de autores como Piscator, Eisenstein, Kirshon o Tairov van a ser decisivas a la hora de dar respuesta a una nueva concepción de los espacios escénicos, al igual que ya estaba operando desde su poesía ese «asalto al lenguaje», «el habla plural» que le convertiría en uno de los herederos de la universalidad.
Incómodo y problemático, Léon Bloy fue uno de los escritores católicos más controvertidos de su tiempo. El profesor Pierre Glaudes atribuye su sensación de extrañamiento a tres razones fundamentales: su ultra-catolicismo en una época que se estaba descristianizando; la complejidad de su lenguaje y el empleo de un vocabulario muy particular; la propensión a convertir arcaísmos latinos en neologismos franceses, derivada de su conocimiento del latín y, en particular, de la Vulgata de san Gerónimo. Estas dificultades no impidieron que se ganase la admiración y el reconocimiento de algunos seguidores. Mi diario revela la sensación de extrañeza que embarga a quien se empeña en vivir conforme al principio de ejemplaridad religiosa. Léon Bloy (Périgueux, 1846-Bourg-la-Reine, París, 1917) fue el segundo hijo de una familia pequeñoburguesa. A los dieciocho años se trasladó a París para dedicarse al arte y a la literatura. La amistad con Barbey d’Aurevilly le acercó al catolicismo, pasando así de un anticlericalismo furibundo a un catolicismo intransigente. Durante una estancia en el Santuario de La Salette, conoció al abad Tardif, que lo introdujo en el estudio de la simbología bíblica. En 1889 se casó con Jeanne Molbech, lo que le proporcionaría la serenidad que necesitaba para publicar sus escritos.