De la fórmula «poema épico-cómico en prosa» que Fielding eligió para encuadrar Joseph Andrews dentro de la tradición clásica, el elemento más significativo es, sin duda, el adjetivo «cómico». Inspirándose en don Quijote el autor crea un personaje, el vicario Adams, que ha conseguido, gracias a las virtudes que lo adornan, ganarse el afecto de los lectores de todos los tiempos pese a sus excentricidades y a su absurdo comportamiento.
Aunque La historia de las aventuras de Joseph Andrews es una de las mejores introducciones a la Inglaterra del siglo XVIII, su interés no es exclusivamente histórico, pues con el paso del tiempo sigue demostrando cómo Fielding creó en esta novela, iluminándola con su espíritu, un mundo propio que sigue hoy tan vivo como hace más de dos siglos.
<> es una de las primeras frases más recordadas en la historia de la literatura. Así comienza Moby Dick, la gran obra maestra de Herman Melville, viajero incansable que se inició en la literatura narrando sus aventuras por los mares del Sur. El epico duelo entre la ballena blanca y el capitán Ahab simboliza la eterna lucha entre el bien y el mal y constituye el ejemplo más logrado de algo que muchos otros autores estadounidenses han perseguido desde entonces: la Gran Novela Americana.
El diario personal de Murasaki, autora de "La historia de Genji", es un retrato íntimo de su vida como tutora y dama de compañía de la joven emperatriz Shoshi. Sus páginas ofrecen detalladas estampas de la vida palaciega, del nacimiento de un príncipe o de las rivalidades entre las consortes del emperador, aderezadas con agudas críticas a las damas del séquito imperial y a los cortesanos de vida disipada, y reveladores comentarios sobre la tímida emperatriz y su poderoso padre.
Jim Hawkins regenta, junto a sus padres, la posada Almirante Benbow. Su vida discurre tranquila entre la barra y las mesas hasta que, un día, un viejo marinero entra en su fonda acarreando un pesado secreto... De la noche a la mañana el joven Jim se encuentra en la cubierta de la Hispaniola, rodeado de rudos marineros, agasajado por un misterioso cocinero cojo, ansiosos todos ellos por encontrar el codiciado tesoro del capitán Flint.
Katherine Mansfield ha logrado retratar como nadie lo que se esconde debajo de la superficie. El entendimiento profundo acerca de las motivaciones de las mujeres en su época la ayudó a encontrar la absoluta tridimensionalidad de sus personajes femeninos. Así combinó lo bello con el espanto y lo sórdido con lo sublime, trabajando con sutileza las finas contradicciones que conforman las múltiples dimensiones de una vida.
Sara Morante, reconocida ilustradora de obras de autoras clásicas, como Jane Eyre, Emily Brontë o Sylvia Plath, es la intérprete perfecta del imaginario literario de Mansfield.
La presente edición, El pájaro herido y otros poemas, de Katherine Mansfield (1888-1923), contempla los procesos líricos de una maestra del relato del pasado siglo cuya poesía ha pasado prácticamente inadvertida para la crítica especializada y para el lector. Aunque es en el relato corto donde Katherine Mansfield recibe el reconocimiento unánime de la crítica en su tiempo y en el nuestro, como una de las voces pioneras y trascendentales en las vanguardias modernistas, es en la poesía, en cambio, donde la autora encuentra su primera fórmula de expresión literaria, género que seguirá cultivando durante toda su corta y apasionante vida. Como poeta modernista, Katherine Mansfield no suele recurrir a imágenes concretas para expresar sus ideas, sino a sus más íntimas emociones y vivencias, que acaban recreando una particular y brillante psicología.
Cuando se publicó El retrato de Dorian Gray, la crítica moralizante acusó a su protagonista de ser una figura satánica, corrompida y corruptora, sin comprender que era el héroe de una novela que reflejaba la fatalidad de los románticos: Oscar Wilde (1854-1900) había querido hacer de la belleza un refinamiento de la inteligencia; y para ello sumió a su protagonista en una atmósfera de perversión dominada por el arte y los poderes de un misterio que está más allá de la realidad. Pero el autor no se conforma con la simple descripción: incrusta a su personaje en un crimen y, como Edgar Allan Poe en sus relatos, lo rodea de un misterio que la razón no puede explicar. Dorian Gray sigue siendo, más de cien años después de la muerte de su autor, una piedra angular en los debates entre la ética y la estética, en las relaciones que mantienen el bien y el mal, el alma y el cuerpo, el arte y la vida.
«Cuatro flechas negras mi cinto tenía, cuatro por las penas que he sufrido, cuatro para otros tantos hombres que mis opresores malvados han sido».
Con estas lacónicas y misteriosas palabras amenaza la hermandad de La Flecha Negra a sus víctimas. Situada en los primeros compases de lo que llegaría a ser la guerra de las Dos Rosas (1452-1485), que enfrentó a las casas de York y Lancaster, y protagonizada por el joven aspirante a caballero Richard Shelton, La Flecha Negra es, sin duda, una de las novelas más recordadas de Stevenson, un narrador magistral en todo momento. El ritmo trepidante de la acción, los inesperados y espléndidamente medidos golpes de efecto, la frescura de la trama y un final no feliz menos inesperado aún son sólo algunos de los elementos que ha convertido a esta obra en todo un clásico de la novela de aventuras, sólo comparable a las mayores obras de la literatura universal.
Phileas Fogg es un rico caballero británico que apuesta con sus colegas del Reform Club que es capaz de dar la vuelta al mundo en 80 días. Parte de Londres acompañado de su mayordomo Jean Passepartout en una aventura que le llevará por Europa, América, Asia y África. En el trayecto lo persigue el detective Fix, convencido de que Fogg ha robado 55.000 libras al Banco de Inglaterra. Es la obra más popular de Verne y su mayor éxito de ventas.