Publicada en 1908, Una habitación con vistas es una de las novelas más deliciosas y entrañables de E. M. Forster. Situada entre una Florencia todavía virgen del azote del turismo pero integrada en el grand tour de los viajeros europeos y la rígida Inglaterra victoriana, la novela desarrolla una historia de amor y sentimientos encontrados en cuyo transcurso Lucy Honeychurch, joven perteneciente a la buena sociedad inglesa, intenta abrir camino a su personalidad superando el obstáculo de las convenciones sociales. En estas páginas llenas de ironía y sutil humor que llevó al cine en su día James Ivory, Forster despliega una variada y atractiva galería de personajes y de sugerentes contrastes que hacen de ella una obra inolvidable.
La anciana Sophonisba –«un nombre bonito e indicado, cuando me lo pusieron, pero ahora está más que pasado de moda»– debe, por motivos de salud, trasladarse a vivir a Londres. Enfrente de su nueva residencia hay un inmueble señorial pero deteriorado, del que cuelga desde tiempos inmemoriales el cartel de «Se alquila». ¿Por qué, se pregunta Sophonisba, nadie quiere alquilar la casa? ¿Y por qué ve en ella, si está deshabitada, un ojo que la mira? Jabez Jarber, su eterno pretendiente, y Trottle, su fiel criado, siempre celosos el uno del otro, se proponen aclarar el misterio. Jarber reconstruye la historia de los antiguos inquilinos de la casa; Trottle, más audaz, entra en la casa misma. Dickens ideó esta situación para el número especial de Navidad de 1858 de la revista Household Words, y entre él y varios amigos de la talla de Wilkie Collins y Elizabeth Gaskell construyeron un enigmático rompecabezas por el que pululan maridos que regresan de la muerte, hermanas sin amor, padres cruelísimos, niños maltratados y hasta un enano que quiere entrar en sociedad.
A mediados del siglo XIX, Charles Baudelaire tradujo, glosó y adaptó al francés Confesiones de un opiófago inglés, de Thomas de Quincey, publicado en 1821 y al que seguiría, más de dos décadas después, Suspiria de profundis. Su adaptación acabó siendo una mise en abîme que permitió a Baudelaire imbricar sus impresiones y juicios particulares así como su práctica poética en la obra del ensayista inglés, a quien consideraba «su hermano mayor». Flaubert, Glatigny o Barbey d'Aurevilly no escatimaron elogios hacia la obra, cuyo éxito literario radicaba en la forma que Baudelaire había logrado conferirle.
H.G.Wells (1866-1946) fue mucho más que un creador de brillantes especulaciones científicas como “La máquina del tiempo” (1895) o “La guerra de los mundos” (1898) cuyo eco llega hasta nuestros días. Fue también un hombre preocupado por la evolución de la sociedad humana y un gran narrador de fábulas que enfrentan al lector con situaciones y personajes sumidos en profundos dilemas morales.
Este volumen reúne tres de estas fábulas en las que el horror surge cuando el hombre se obstina en quebrantar las leyes de la naturaleza. La isla del doctor Moreau (1896) y El Hombre Invisible (1897) pertenecen al género de «mad doctors» o «científicos locos» e ilustran a la perfección la idea goyesca de que los sueños de la razón producen monstruos.
En la primera, un náufrago nos cuenta cómo conoció al doctor Moreau, un fisiólogo iluminado que experimenta con animales en un islote perdido. En la segunda, un físico descubre una propiedad óptica que hace invisible al que ingiere cierta sustancia. La tercera, El jugador de croquet (1936), es una historia alegórica que narra el aparente enloquecimiento colectivo de los habitantes de una zona pantanosa con un pasado inquietante.
«No sólo es ingenioso lo que refieren estas fantasías de Wells; es también simbólico de procesos que de algún modo son inherentes a todos los destinos humanos. El acosado hombre invisible que tiene que dormir como con los ojos abiertos porque sus párpados no excluyen la luz es nuestra soledad y nuestro terror; el conventículo de monstruos sentados que gangosean en su noche un credo servil es el Vaticano y es Lhasa. Y en “El jugador de croquet”, que describe una región pestilencial de confusos pantanos en la que empiezan a ocurrir cosas abominables, al cabo comprendemos que esa región es todo el planeta», comentó Borges con su habitual lucidez sobre estas tres historias inolvidables.
Esquilo (525-455 a.C.) vivió en Atenas, cuya democracia cantó en sus obras. De sus numerosas obras, sólo siete han llegado hasta nuestros días:" Los Persas" ," Los Siete contra Tebas" ," Las Suplicantes" ," Prometeo encadenado" y la trilogía de" La Orestía" son las tragedias conservadas, que siguen afectando el ánimo del espectador o lector. En este volumen ofrecemos una versión rítmica de las obras.
Dos de las tragedias más importantes de Shakespeare traducidas por Vicente Molina Foix.
Reunimos en un estuche especial las tragedias del escritor más importante en lengua inglesa y uno de los más célebres de la literatura universal.
La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca: Joven heredero con veleidades intelectuales y algo señorito, el príncipe Hamlet se enfrenta al peor de los fantasmas, el de la sucesión. Con la muerte de un padre a quien no le han unido lazos de afecto ni confianza mutua y perdido el confiado amor a su madre, Hamlet recibe una carga irrenunciable: la usurpada corona de Dinamarca.