En 1680, el monasterio de Berchtesgaden en los Alpes bávaros fue el escenario del desgraciado amor entre Ambrosio, un joven franciscano, y Benedicta, la hija de un verdugo. Dos siglos más tarde, Ambrose Bierce interpretó los siniestros pormenores de la leyenda hasta convertirla en su única novela y en una de las cimas de la literatura del género. El admirable suspense de estas páginas discurre hacia un desenlace imprevisto, una batalla entre la fe, el deseo, la culpa y la redención.
Gustavo Adolfo Bécquer, hijo de un pintor sevillano de origen flamenco, nació en Sevilla en 1836. Huérfano desde niño, estudió pintura hasta que se trasladó a Madrid a los dieciocho años. Periodista, escritor de relatos y sobre todo poeta romántico, publicó gran parte de su obra en el diario El Contemporáneo. En 1858 conoce a Julia Espín, su gran amor no correspondido, y comienza a publicar «Leyendas», una serie de narraciones de inspiración popular, que le depararían fama universal. La vida de Bécquer se vio acosada siempre por penurias económicas hasta que obtuvo un empleo público como censor de novelas. Enfermo de tuberculosis, murió en Madrid a los treinta y cuatro años. Aunque muchos estudiosos niegan la existencia del género gótico en nuestro país, eclipsado por una omnipresente corriente principal más apegada al realismo y el costumbrismo, otros críticos reivindican una ficción gótica «a la española» que habría influido en autores como Espronceda o Bécquer.
E. T. A. Hoffmann (1776-1822) fue uno de los más grandes autores románticos alemanes de fantasía y pionero del género del horror gótico. En El narrador herido, Jack Zipes, especialista en cuentos de hadas, arroja luz sobre cómo la vida de traumas personales de Hoffmann dio forma a su escritura e inspiró sus innovadoras historias. Zipes ha seleccionado cinco de los relatos más influyentes del escritor alemán: El caldero dorado, El hombre de la arena, Cascanueces y el rey de los ratones, El niño misterioso y Las minas de Falun; en ellos explora temas e inventa personajes que se mueven entre la realidad, los sueños y la fantasía. La edición se enriquece de manera genial con los pasteles de tiza y gouache de Natalie Frank, llenos de fuerza, que revelan esos mundos paralelos de Hoffmann en dibujos compuestos a página completa y en los márgenes, pensados exclusivamente para esta edición. El narrador herido presenta, pues, el trabajo atemporal de Hoffmann a una nueva generación de lectores.
La presente edición, El pájaro herido y otros poemas, de Katherine Mansfield (1888-1923), contempla los procesos líricos de una maestra del relato del pasado siglo cuya poesía ha pasado prácticamente inadvertida para la crítica especializada y para el lector. Aunque es en el relato corto donde Katherine Mansfield recibe el reconocimiento unánime de la crítica en su tiempo y en el nuestro, como una de las voces pioneras y trascendentales en las vanguardias modernistas, es en la poesía, en cambio, donde la autora encuentra su primera fórmula de expresión literaria, género que seguirá cultivando durante toda su corta y apasionante vida. Como poeta modernista, Katherine Mansfield no suele recurrir a imágenes concretas para expresar sus ideas, sino a sus más íntimas emociones y vivencias, que acaban recreando una particular y brillante psicología.
París, 1817. En una pensión "de clase media", regentada con economía por una viuda, coinciden los desechos de la sociedad parisina y los jóvenes que sueñan con entrar en ella. En el último piso, el más barato, viven puerta por puerta un anciano que amasó una fortuna fabricando fideos y que, habiendo casado esplendidamente a sus hijas, ahora es menospreciado por ellas, y un estudiante de provincias que apenas tiene para unos guantes amarillos con los que triunfar en un baile. Un tercer huesped, el misterioso Vautrin, que detecta la ambición del estudiante, le propone un tortuoso crimen que podría enriquecerlo de la noche a la mañana.El pobre Goriot (1835), una de las novelas más justamente celebres de la historia de la literatura, enfrenta a dos hombres en los dos extremos de la vida: el anciano que la concluye en la ingratitud y la ruina y el joven que se abre a ella resistiendose a aceptar que habrá de elegir entre la virtud y la corrupción. "¡Ay, sepalo el lector, este drama no es una ficción ni una novela! & x02013;dice Balzac en las primeras páginas& x02013; ¡es tan verdadero que todos pueden reconocer los elementos que hay en el en su casa y quizá en su corazón!
Sherlock Holmes, el mejor detective de todos los tiempos, encontró su final junto con su archienemigo el profesor Moriarty en las cataratas de Reichenbach (Suiza). ¿O no fue así?
Durante diez años, Conan Doyle se resistió a escribir sobre este perspicaz a la vez que peculiar detective; sin embargo, la presión de sus fieles lectores le empujó a devolverle la vida. ¡Tremenda sorpresa se lleva el doctor Watson al encontrarse con su singular compañero durante la investigación de un asesinato! Trece nuevos apasionantes casos aguardan a los audaces e irrepetibles inquilinos de Baker Street.
Basil Hallward había terminado el retrato. El joven Dorian, al verlo, no pudo más que desear, desde su frívola inocencia, que fuera su imagen la que envejeciera y se corrompiera con el paso de los años mientras él permanecía intacto. Y así fue: a partir de entonces, Dorian Gray conservó no solo la lozanía y la hermosura propias de la juventud, sino el aspecto puro de los inocentes. Pero ¿a qué precio?
Joven agraciado y bellísimo, dotado de «toda la pasión del espíritu romántico y toda la perfección de lo griego», Dorian Gray es, cuando lo retrata el distinguido pintor Basil Hallward, la encarnación de la armonía vital incorrupta. Sin embargo, inevitablemente, las pasiones, la maldad, el impetuoso torrente de la vida, irrumpen en su existencia. Para su asombro, Gray descubre que es su retrato quien va asumiendo su deterioro físico y moral, protegiendo, en apariencia, su inmaculada imagen. Publicada en 1890, "El retrato de Dorian Gray" supuso el salto a la fama y la popularidad de Oscar Wilde (1854-1900), quien bajo el disfraz de una historia de atracción irresistible, desarrolla a la vez una fábula en torno al ser y la apariencia, la realidad y la imagen, la vida y el arte.
Cuando se publicó El retrato de Dorian Gray, la crítica moralizante acusó a su protagonista de ser una figura satánica, corrompida y corruptora, sin comprender que era el héroe de una novela que reflejaba la fatalidad de los románticos: Oscar Wilde (1854-1900) había querido hacer de la belleza un refinamiento de la inteligencia; y para ello sumió a su protagonista en una atmósfera de perversión dominada por el arte y los poderes de un misterio que está más allá de la realidad. Pero el autor no se conforma con la simple descripción: incrusta a su personaje en un crimen y, como Edgar Allan Poe en sus relatos, lo rodea de un misterio que la razón no puede explicar. Dorian Gray sigue siendo, más de cien años después de la muerte de su autor, una piedra angular en los debates entre la ética y la estética, en las relaciones que mantienen el bien y el mal, el alma y el cuerpo, el arte y la vida.