En un campo dominicano, la familia de María siembra aceitunas. Como la cosecha no prospera, tendrán que abandonar la finca, y esto los llena de tristeza. Un día, el padre de María llega de la ciudad, acompañado del indio Quisqueya, y trae una fruta desconocida para ella: naranjas. Esa noche la niña sueña que siembra semillas de naranja y al dar gracias, inspirada por Quisqueya, una señora de manto brillante y corona de estrellas se le aparece. Después la familia volverá a sembrar la tierra con renovadas esperanzas.
Nuestro pedazo de isla, nuestra bella y entrañable Quisqueya, ha sido desde sus orígenes mismos, una ingenua a la que casi todos, de una manera u otra, de buena o de mala fe, han engañado; han usado para servir intereses extranjeros o intereses particulares, según fuere el momento histórico que se estuviese viviendo. Manolo Tavárez Justo
Para que esto se realice creo que, si el capital mejor aconsejado se decidiera a hacer concesiones, a reintegrar hasta cierto punto a los trabajadores en la situación que antes tenían; a hacerlos si no socios, a lo menor participantes en cierto grado de los proventos que recauden; a convenir con la equidad que requieren todos los contratos humanos, sobre todo en aquellos que se desea obtener cooperación enérgica y eficaz en trabajos rudos como son los del campo. Pedro Francisco Bonó