Los personajes de los cuentos clásicos tienen que ir a juicio por contrariar los mismos hechos que los hacen famosos. Pinocho tendrá que responder por recortarse su larga nariz; la Bella Durmiente por ser fea; Caperucita por andar sola en el bosque... Este es un tribunal con juez, fiscal acusador, abogado defensor, acusados y un público que toma partido. Pero, ¿serán ciertas las acusaciones? ¿Habrá otros culpables?
Asombro y puro placer despiertan estos cuentos "sin ningún porqué", donde lo increíble cobra vida. el árbol seco convertido en jirafa, el niño que gana la carrera con un pie ligero y otro pesado, el mono parlante que solo dice monosílabos, el pequeño ladronzuelo de las sombras de los demás, la ventana abierta sobre el piso en lugar de la pared...
En su nuevo curso, las compañeritas empiezan a reírse del cabello de Lucía Ricitos porque es rizado, le dicen «pelo malo». La niña se defiende con uñas y dientes y después de una charla con la directora aprende que sus rasgos físicos son únicos, como los de cada persona, y que su pelo no es bueno ni malo sino diferente… Y convence a su madre de no hacerle el desrizado nunca más.
Enrique y Elisa aman las ranas, pero su mamá las detesta. Un sábado Enrique amanece muy enfermo. Temiendo que un mosquito le haya ocasionado dengue, su familia procura bajarle la fiebre, con un baño de agua fría. Todo estará bajo control siempre y cuando a su madre no se le ocurra mirar entre las poncheras que hay en el baño. Podría saltar una rana.
En esta ocasión Mía nos trae dos historias. En «Mía y los colores de su paleta», la protagonista nos cuenta de sus amigos y de lo distintos que son. Aprende de sus tradiciones y celebraciones pero, así como son de interesantes, a Mía también les parecen complicadas. En «Mía, Esteban y las luces», nos sumergimos en las maravillosas fiestas de fin de año: ella y su familia esperan a los Tres Reyes Magos, mientras que Norita y Nico esperan con ansias a Santa Claus. ¿A quién espera Esteban si ni siquiera árbol tiene?