Un libro que confirma a Annie Dillard como una de las más importantes escritoras vivas.
Los grandes escritores de 'nature writing' son capaces de observar la naturaleza con una agudeza singular y construir un relato que permita al lector viajar hasta esos mundos tan ajenos a nuestra cotidianeidad. Dillard, sin embargo, va más allá. Ve a través de las grietas por las que el mundo se deshilvana y se reteje, donde los fenómenos más dispares encuentran su vínculo. Dillard es hija de Thoreau, pero también del Maestro Eckhart. Es una incansable exploradora: da igual que nos hable de un viaje a las Galápagos, a la Antártida o a las colinas que la rodean: allá donde se posa su mirada la belleza del mundo arrasa sus pupilas, y sus palabras, como la mejor poesía, dan cuenta de esa lucha por transmitir el misterio último de una emoción que carece de lenguaje.
Milagrosamente devuelto a la vida tras un accidente de coche, y tras dos años de estancia en varias casas de salud, Ludovic se repone en la mansión familiar de La Cressonnade, entre la fría indiferencia de sus padres y el desprecio de su esposa, Marie-Laure, quien habría preferido enviudar antes que pasar sus días con un marido desahuciado y sumido en una existencia indolente. Atenazado por la soledad y el miedo a su mujer, la suerte de Ludovic cambia con la visita de Fanny, su bella, inteligente y encantadora suegra que despertará una tormenta de sentimientos incontrolables a su alrededor. Las cuatro esquinas del corazón, la última e inédita novela de Françoise Sagan afortunadamente rescatada del olvido gracias a su hijo (autor del prólogo), posee la misma magia inolvidable de Buenos días, tristeza.
Situada en la China de antes de la Revolución, La buena tierra, novela que se extiende a lo largo de tres generaciones, se centra en las venturas y desventuras del campesino Wang Lung, junto con su silenciosa y determinada esposa O-lan, antigua esclava, y su familia. Reveses, tristezas, alegrías, esperanzas, triunfos y fracasos jalonan de forma inolvidable las páginas de esta obra que retrata las penosas condiciones de vida de los campesinos chinos en medio de una existencia casi medieval revuelta por los aires modernos.
El periodista norteamericano Doug Bock Clark convivió durante tres años en un remoto enclave indonesio con la tribu indígena de los lamaleranos, la única que actualmente sigue pescando cachalotes el animal dentado más grande del mundo solo con métodos tradicionales; los mismos que en el siglo xix habría utilizado el capitán Ahab contra Moby Dick: en barcos de remos y arponeándolos a mano.
Fruto de su experiencia nace este cautivador retrato sobre un grupo que convive en equilibrio con la naturaleza perpetuando una práctica con un fuerte componente ritual y épico, que asiste impotente a la progresiva desaparición de sus costumbres y sustento. El cambio climático, la globalización y las nuevas tecnologías están destruyendo una comunidad en la que la solidaridad, el respeto por la naturaleza y los mayores eran exponentes de una cultura que reflejaba lo mejor del ser humano.
¿De que hablan las narraciones de Kafka? Despues de haber recibido respuestas innumerables, la pregunta sigue suscitando un sentimiento de aguda incertidumbre. ¿Son sueños? ¿Son alegorías? ¿Son símbolos? ¿Son cosas que suceden día a día? Las mºltiples soluciones que se han ofrecido no consiguen eliminar la sospecha de que el misterio permanece intacto. Este libro no se propone disipar ese misterio sino dejar que surja "iluminado por su propia luz", como escribió una vez Karl Kraus. Por eso intenta mezclarse en el discurrir, en el tortuoso movimiento, en la fisiología de sus historias, encontrando por el camino las cuestiones más elementales. Como, por ejemplo: ¿quien es K.?
ESTE volumen reúne dos libros fundamentales de Louise Glück (Nueva York, 1943), Premio Nobel de Literatura 2020: Figura descendente (1980) y El triunfo de Aquiles (1985). Si el primero de estos libros toma su título del lenguaje musical para referirse a una suerte de viaje órfico que, según la propia Louise Glück, podría definir toda su obra («mis poemas son verticales, aspiran y ahondan, no se expanden, no explican ni amplifican»), el segundo supone un hito en su trayectoria al recurrir en mayor medida a la máscara de las figuras clásicas y bíblicas que constituirán el hilo vertebrador de sus libros posteriores. Ligados especialmente a la pérdida, a su miedo y reconocimiento (en el amor o en las relaciones familiares), los poemas aluden frecuentemente a un cuerpo que es identidad al tiempo que una carga, en los que la experiencia del hambre y el despojamiento es equiparada por la autora con su proceso de escritura.