La infancia en una ciudad de las afueras de Barcelona, la madurez en una ciudad alemana: un emocionante e irónico relato de iniciación en forma de memorias literarias.
¿Cómo contar los momentos que iluminaron nuestra infancia, o los que nos acomplejaron en nuestra adolescencia? ¿Cómo dar cuenta de algunos pequeños descubrimientos que luego fueron importantes? ¿O de las historias de terror que sirvieron de rito de paso? ¿Cómo transmitir la convivencia con cuatro generaciones de una misma familia? ¿Cómo explicar nuestra mirada y experiencia cuando hemos pasado la mitad de la vida en otro país y en otra lengua? Este emocionante libro de Rosa Ribas nos descubre que todo ello, y mucho más, puede contarse, y hallar sentido, cuando descubrimos la panoplia de recursos, géneros y precedentes que la tradición narrativa pone a nuestra disposición. Descubrimos así cómo contar solo con sutiles detalles las experiencias de una niña zurda, compadecer con risas las vivencias de una adolescente miope, o entender, con algunos equívocos lingüísticos, lo que significa para una adulta residir en otra cultura. A la vez que recorremos enseñanzas literarias adquiridas a lo largo de la vida, pero en realidad asistimos a un emocionante, irónico y doloroso relato de iniciación en forma de memorias.
El hilo conductor de este tercer volumen de relatos ambientados en el imaginario pueblo siciliano de Vigàta es el amor: pasión, erotismo, celos e infidelidades son los ingredientes principales de estas ocho nouvelles, sazonadas con el inconfundible sentido del humor de Camilleri y que recuerdan a «Las mil y una noches» y al «Decamerón» de Boccaccio. Camas, sillones y catres son testigos de sustos, confabulaciones, intrigas y una irrefrenable voluptuosidad que atraviesa el libro como un torrente vital que hechiza al lector y lo desarma entre carcajadas. Por estas páginas desfilan divinidades paganas, santos, vírgenes y criaturas circenses puestas al servicio de una astuta y descarada providencia narrativa que, siempre imprevisible, se burla de las expectativas enredando y desenredando a placer. Entre los protagonistas, cuatro equilibristas suecas, las atractivas y fascinantes vikingas voladoras, que montan estruendosas motos como amazonas; un cazador cazado en el uso de sus indiscretas armas de seducción; una joven fervorosa que desea tanto la santidad que, para alcanzarla, termina por corromper y corromperse; o un tío ávido y de singular bajeza moral que cree poder lucrarse de la virginidad de su sobrina huérfana. Ocho historias mordaces y pícaras, pero también llenas de piedad y de ternura, para reflejar la vida inventada de Vigàta entre 1910 y 1950 que el maestro siciliano escribe en un estado de feliz y divertida creatividad.
A mediados de los años noventa, Hua Hsu tenía dieciocho años, diseñaba fanzines, se pasaba el día en tiendas de discos y vestía de segunda mano. Ken estaba obsesionado con Dave Matthews, Pearl Jam y la ropa de Abercrombie & Fitch. Uno era hijo de inmigrantes taiwaneses. La familia de ascendencia japonesa del otro llevaba ya generaciones asentada en los Estados Unidos. Lo único que tenían en común era que, independientemente de cómo se relacionaran con ella, la cultura americana no parecía tener hueco para ninguno de los dos. Pero, en contra de sus prejuicios, crean una amistad construida a base de largas conversaciones entre cigarrillos, viajes en coche al 7-Eleven, momentos triviales atrapados en fotos analógicas y una búsqueda constante de la propia identidad. Y entonces, apenas tres años después de conocerse, Ken muere asesinado.
Sé tú mismo no es solo unas memorias de juventud, es un testimonio vital y estético de la angustia adolescente, la experiencia del inmigrante y la necesidad humana de pertenencia. Decidido a reflexionar sobre las escisiones y los parches que se crean en nuestro recuerdo, Hua Hsu escribe en búsqueda de todo aquello que tratamos de reconciliar mediante la literatura.
Pensamos que no seríamos capaces de cometer un crimen, hasta que lo hacemos.
Los seres humanos piensan que saben de qué son capaces. Creen que no podrían escapar de los policías, que nunca le harían mal a un niño. Yo no podría matar a mis padres; hagan lo que hagan, me dieron la vida. O yo no llegaría jamás hasta la violación. No sería capaz de acelerar al volante en un puente con mis hijos en el auto y caer al vacío. Pero todo eso lo decimos antes; no somos capaces, es cierto, nos resulta impensable el crimen, hasta que pasamos al acto.
Perder el juicio cuenta la historia de un robo, de una apropiación, de un incendio provocado. Esta obra es el viaje de un secuestro donde la vida es vista como el armado de una evasión. Como dice Harwicz, se escribe una novela cuando se está en desacuerdo con el sentido de las palabras, cuando dejar de mentir es imposible.
Conocimos a Frank Bascombe en el ya lejano 1986 con El periodista deportivo y sus andanzas nos han ido mostrando las transformaciones de Estados Unidos en las últimas décadas. Reaparece ahora con 74 años y arranca su relato con esta frase: «Últimamente, me ha dado por pensar en la felicidad más que antes.» A continuación, hace un repaso sucinto de su vida: perdió a un hijo, a sus padres y a algún otro ser querido; ha pasado por dos divorcios; ha sobrevivido a un cáncer; recibió un disparo en el pecho y ha superado huracanes y una depresión.
Ahora, al final de su vida, se ve convertido en cuidador de su hijo Paul, que padece ELA y está recibiendo tratamiento en la Clínica Mayo de Rochester, Minnesota. Cuando le dan el alta, padre e hijo deciden emprender un viaje hasta el emblemático monte Rushmore, evocando otro que Frank hizo de niño, con sus progenitores.
Norteamérica −con Trump en el horizonte− desfila por la ventanilla del coche y se suceden los encuentros con personajes variopintos, mientras padre e hijo aprenden a conocerse. Frank pasa revista a su vida llena de altibajos y cambios, y trata de encontrar en ella algo de sentido y esperanza, atisbos de felicidad.
Richard Ford retorna −con toda probabilidad por última vez− a su personaje más emblemático para construir otra monumental «gran novela americana».
Nadie salió ileso de la última batalla. Flint está enfadado con el mundo, Jaxon se está convirtiendo en alguien a quien no reconozco, y Hudson ha levantado un muro entre nosotros que no estoy segura de poder romper.
Ahora se acerca una guerra y no estamos listos. Pero antes de eso necesito encontrar respuestas a las incógnitas sobre mis antepasados; respuestas que podrían revelar quién es el verdadero monstruo entre nosotros… en un mundo lleno de vampiros sedientos de sangre, gárgolas inmortales y una antigua disputa entre dos diosas.
No hay garantías de que nadie siga en pie cuando el polvo se asiente, pero si queremos salvar este mundo, no tengo otra opción. Tendré que abrazar cada parte de mí…, incluso aquellas que más temo.