Inglaterra, siglo XI. A sus nueve años, tras la muerte de su madre y la pérdida de su hogar, Rob J. Cole se da cuenta de que tiene un don extraordinario: con solo tocar a una persona puede descubrir si está o no cerca de la muerte. Bajo la tutela de Henry Croft, cirujano barbero que recorre el país ejerciendo de curandero, su don crece, así como su pasión por la medicina.
Tras la muerte de su maestro, Rob continua con el negocio, pero el encuentro con Benjamin Merlin, un médico judío que le habla del más eminente doctor de la remota Persia, Ibn Sina o Avicena, le impulsa a hacer realidad su sueño. Movido por su pasión por sanar y dispuesto a superar cualquier obstáculo, Rob viajará a Oriente, haciéndose pasar por judío y sumergiéndose en nuevos idiomas, dispuesto a estudiar medicina en la madraza de Ispahán. Allí marcará su destino y el de su familia para siempre.
Noboru es un adolescente de trece años huérfano que vive con su madre viuda, encargada de una importante tienda de modas, en Yokohama. Él y sus amigos son buenos estudiantes, pero eso no impide que formen una inquietante pandilla con particulares ideas acerca de la existencia y el honor, de la vida y la muerte. Noboru asiste a la relación que su madre entabla con Ryuji, un marino al que envuelve en cierta aura heroica y al cual ensalza frente a sus amigos. Sin embargo, poco a poco pero inexorablemente, Ryuji irá cayendo en desgracia con el chico y con el clan de adolescentes, que sólo hallarán una forma drástica de redimirlo.
El encuentro fortuito entre dos amigos de la infancia es el detonante de esta novela, la cual nos lleva a recorrer la vida de un empresario exitoso y adinerado con un pasado enigmático. Su nombre: Sebastián Sarmiento. Su tragedia: haber perdido a sus seres más queridos. La consecuencia: un sentimiento de culpa que jamás lo abandona. La historia de Sebastián toma rumbos insospechados debido a circunstancias tan simples como una rama seca tirada en el camino, una llamada realizada en el instante preciso y el andar a la deriva por una calle cualquiera.
Esas casualidades, y muchas más, son las que determinan el destino del protagonista, y Juan Carlos Botero se vale de ellas para demostrar que no existen hechos intrascendentes, pues un detalle, por más mínimo que parezca, puede cambiar radicalmente el curso de los acontecimientos y desatar una ola de eventos inesperados. Nuestra fortuna deja de pertenecernos cuando se lanzan los dados y nos convertimos, para ventura o desventura, en caprichos de la suerte.
Un huaco retrato es una pieza de cerámica prehispánica que buscaba representar los rostros indígenas con la mayor precisión posible. Se dice que capturaba el alma de las personas, un registro que ha sobrevivido oculto en el espejo roto de los siglos.
Estamos en 1878, y el explorador judío-austriaco Charles Wiener se prepara para ser reconocido por la comunidad académica en la Exposición Universal de París, una gran feria de "progresos tecnológicos" que cuenta entre sus atracciones con un zoo humano, culmen del racismo científico y del proyecto imperialista europeo. Wiener ha estado cerca de descubrir Machu Picchu, ha escrito un libro sobre el Perú, se ha llevado cerca de cuatro mil huacos y también un niño.
Ciento cincuenta años después, la protagonista de esta historia recorre el museo que acoge la colección Wiener para reconocerse en los rostros de los huacos que su tatarabuelo expolió. Sin más equipaje que la pérdida ni otro mapa que sus heridas abiertas, las íntimas y las históricas, persigue las huellas del patriarca familiar y las de la bastardía de su propia estirpe -que es la de muchos-, la búsqueda identitaria de nuestro tiempo: un archipiélago de abandonos, celos, culpas, racismo, vestigios fantasmales ocultos en las familias y la de construcción de un deseo tercamente anclado en un pensamiento colonial. Hay temblor y resistencia en estas páginas escritas con el aliento de quien recoge los pedazos de algo que se rompió hace tiempo, esperando que todo vuelva a encajar.
Segunda parte de Yo, Julia, la saga que nos descubre uno de los personajes más fascinantes de la antigua Roma.
Mantenerse en lo alto es mucho más difícil que llegar. Julia está en la cúspide de su poder, pero la traición y la división familiar amenazan con echarlo todo a perder. Para colmo de males, el médico Galeno diagnostica que la emperatriz padece lo que él, en griego, llama karkinos, y que los romanos, en latín, denominan cancer. El enfrentamiento brutal entre sus dos hijos aboca la dinastía de Julia al colapso. En medio del dolor físico y moral que padece la augusta, cualquiera se habría rendido. Se acumulan tantos desastres que Julia siente que es como si luchara contra los dioses de Roma. Pero, en medio del caos, una historia de amor más fuerte que la muerte, una pasión capaz de superar pruebas imposibles emerge al rescate de Julia. Nada está perdido.
Llegado a la literatura justo en el momento en el que acababa el Simbolismo, y fallecido la víspera del advenimiento del Dadaísmo en París y del nacimiento del Surrealismo, Guillaume Apollinaire (18801918) desarrolló una obra situada en la encrucijada de las principales tendencias estéticas que atraviesan el siglo XX. En "Las tetas de Tiresias", subtitulada "Drama surrealista en dos actos y un prólogo", Teresa muda de sexo y se convierte en hombre para librarse de las imposiciones sociales que sufre como mujer, tras lo cual abandona a su marido y emprende una exitosa carrera militar en Zanzíbar. El marido, a su vez, se adapta a la situación y asume hiperbólicamente los roles asociados a las mujeres, llegando a tener en un único día 40050 hijos. Ingeniosa, irreverente y arriesgada, la obra de Apollinaire cuestiona y desafía la moral de su época.