¡ADAPTACIÓN MANGA DE UNA DE LAS NOVELAS MÁS FAMOSAS DEL MUNDO!
Las cualidades del joven Edmundo Dantès despiertan las envidias de sus amigos, que con sus falsas acusaciones consiguen que le condenen de por vida al Castillo de If. Edmundo cae en la desesperación, hasta que otro preso, un anciano que sabe dónde se oculta un fabuloso tesoro, decide ayudarle y brindarle la oportunidad de vengarse…
Trabajar como obrero en una fábrica a los trece años; pasar la década de los sesenta en el Greenwich Village como artista plástico; colaborar con Timothy Leary en investigaciones sobre el LSD y el proceso creativo; participar de los movimientos antibélicos y de los derechos de igualdad racial y sexual; tratar a Allen Ginsberg y compartir su mismo gurú –Swami Satchidananda–, con quien convivió como discípulo un par de años; vivir siete años como monje de la orden trapense –en Estados Unidos, Argentina y Francia– y, allí, dentro de esa experiencia de total silencio, comenzar su camino en la escritura... Algo de esto y de su vida de viajero son hitos que laten en la obra de Hugo Mujica. Esta recopilación poética marca un itinerario en el que vemos iluminarse los núcleos fundamentales de la condición humana. Mujica desnuda la existencia desnudando la poesía misma, despojándola de todo ornamento y toda distracción. Al llevar el lenguaje a su expresión más esencial, el autor logra dar voz a la propia esencia de la vida.
Al hablar de la condición humana se corre el riesgo de caer en la frivolidad, pero basta con leer cualquiera de los cuentos de Cynthia Ozick para olvidarse de las frases hechas y asumir lo que es ajeno como nuestro.
En esta recopilación de cuentos descubrimos a hombres y mujeres que a primera vista podrían parecer seres patéticos, pero que en el fondo conservan y muestran su dignidad, a menudo gracias a la ironía, siempre tan oportuna. Si, como decía Mark Strand, vivir consiste en estar alerta y prestar atención al mundo, Cynthia Ozick, «una de las pocas maestras vivas de la literatura norteamericana» (David Foster Wallace) es el testigo que buscábamos.
«Novela de época, novela de amor, novela de iniciación, novela psicoanalítica, novela política, novela sobre hijos y sobre padres, novela acerca de cómo se construye un lector y no se construye un escritor, novela tristísima que da felicidad, novela feliz que da tristeza. Diría gracias, pero es una palabra chica. Igual la digo: gracias por haberla escrito. La voy a llevar en el cuerpo mucho tiempo». Leila Guerriero
Un fantasma viral recorre el mundo y lo contagia sin remedio con el olvido a la vez que lo inmuniza contra toda creencia en el ayer. Y el muy paciente Land -haciendo y deshaciendo memoria- se mueve a lo largo y ancho de su propia historia y de la de quienes rodean y acorralan y jaquean su infancia y adolescencia y madurez a los largo y ancho de tres Grandes Ciudades.
A pesar de que muy pocos extranjeros se habían adentrado en la región de las altas montañas albanesas, en sus límites con los territorios de los actuales Montenegro y Kosovo, Edith Durham las visita y deja constancia de que aún persistían estructuras sociales y costumbres medievales ya perdidas en otras zonas de Europa. Por eso, su testimonio es en la actualidad una fuente enormemente valiosa para reconstruir el pasado de esta región. Hoy, a las puertas de una posible entrada de Albania en la Unión Europea, lo que no ha variado es el desconocimiento que aún tenemos de un país que siempre ha formado parte de nuestra historia. La lectura de esta obra nos puede enseñar mucho.
Se dice que al visitar África el principal peligro está dentro de uno mismo. El viajero debe asimilar tal cantidad de estímulos, que, si no se toma un descanso, le puede resultar difícil recuperar la tranquilidad. Durante la década del 50, Alan Moorehead realizó cuatro viajes por dicho continente. No hay sitio en el arca es el resultado de todas dichas experiencias, que configuran, en buena medida, un libro de aventuras.
En estas páginas, descubrimos un mundo tan complejo como fascinante. Conocemos, por ejemplo, a los masai, poderosos cazadores que viven de sangre y leche; o a los
turkanas, quienes a pesar de su trato amable y respetuoso, acostumbran a expulsar fuera del pueblo a los enfermos y ancianos, dejándolos morir. Así, cada capítulo se encarga de desmitificar la relación de los habitantes africanos con su entorno. Comprendemos, además, que la mejor manera de acercarnos a este mundo en un auténtico estado salvaje es eliminar el factor humano y observar a los animales interactuando entre ellos mismos y ante la selva.