Publicada en 1940, esta novela reúne de manera única a dos virtuosos de la literatura húngara del siglo XX: Sándor Márai, el autor de El último encuentro, rinde homenaje a su maestro, Gyula Krúdy, personaje legendario de la bohemia literaria de Budapest y autor de una serie de novelas con Simbad como protagonista.
Una mañana de mayo, Simbad se despide de su esposa con la promesa de volver, antes de que anochezca, con el dinero necesario para comprarle un vestido a su pequeña hija. Cediendo a la tentación de un paseo en carruaje, se entrega a un apacible paseo por la capital a través de sus lugares favoritos: el baño turco, el café en el que escribió o sus restaurantes preferidos. Entre realidad y ficción, Sándor Márai nos ofrece una historia donde sus propios recuerdos de antes de la guerra se mezclan con la imaginación de Gyula Krúdy, uno de los más grandes escritores húngaros.
Un dark retelling de La Bella y la Bestia en el corazón de la mafia.
Alessandro Romano, alias la Bestia, lidera con puño de hierro la Cúpula, la organización criminal más peligrosa del mundo.
Isabella Lafevre, fiscal contra el crimen organizado en Nueva York, lleva años tras su pista, sin éxito.
Pero, cuando una redada liderada por Lucien Gaston, el prometido de Isabella y teniente de los SWAT, acaba con la vida de la prometida de Alessandro, el destino de la fiscal cambiará para siempre.
En un mundo donde el poder se impone con sangre y el deseo es un arma, Isabella deberá elegir entre la justicia o la supervivencia. Pero hay una regla sagrada en la mafia: si la tocas, mueres.
Él tenía una promesa: destruirla. Ella tenía un objetivo: acabar con él.
¿Podrá Isabella escapar de la Bestia… o se convertirá en su reina?
¿Sabes qué es peor que sentir que todos los hombres te desean, pero ninguno te quiere de verdad? Ser una romántica empedernida. De esas que idealizan cada mirada furtiva, cada gesto mínimo, cada historia que podría empezar con un roce accidental en el metro.
Creí que mudarme a Nueva York —aunque fuera siguiendo los sueños frustrados de mis padres— me ayudaría a dejar atrás mis sentimientos más estúpidos. Pero estaba muy equivocada. Solo bastaron unos días para que mi corazón hiciera triples tirabuzones cada vez que veía a mi vecino, Nixon Kölher.
Es un hombre imponente, consagrado a la ley, rígido hasta la médula… y que no rompe sus propias normas por nadie. Ni siquiera por amor.
¿Nuestro primer encuentro? Catastrófico.
¿Lo peor? Que, tras una noche de copas con mis amigas, acabé en su cama.
¿Y lo más desconcertante? Que no parezca recordar que soy la vecina a la que ni se dignó mirar en dos ocasiones.
Primera lección: No confíes en nadie.
Eve está contenta con su vida. Se levanta cada día, recibe un beso de su marido, Nate, y se va a dar clases de Matemáticas en un centro de secundaria. Todo va como debería. Solo que...
El año pasado, el Instituto Caseham se vio sacudido por el escándalo de una relación entre un profesor y una estudiante, con la adolescente Addie en el centro de la polémica. Pero Eve sabe que hay mucho más detrás de esos horribles rumores.
No se puede confiar en Addie. Miente. Hace daño a la gente. Arruina vidas. Al menos, eso es lo que todos dicen.
Pero nadie conoce a la verdadera Addie. Nadie conoce los secretos que podrían destruirla.
Y Addie hará lo que sea para mantenerlos a salvo.
Este volumen es un sentido tributo de Javier Marías a la figura y la literatura de William Faulkner, uno de los escritores más importantes del siglo XX, ganador del Premio Nobel en 1950. Su prólogo es toda una declaración de intenciones: «Si la única manera de que Faulkner vuelva a ser más leído y más recordado es no ir con sus libros por delante, como sería lo justo, sino con su persona y sus dichos y anécdotas —esto es, con lo que no escribió—, entonces hay que plegarse e intentarlo». Así, Marías traza en estas páginas el retrato de un personaje enigmático, tímido e impertinente que se tomaba tan en serio su actividad como tan poco en serio a sí mismo.
Javier Marías rinde homenaje en este libro a uno de los novelistas contemporáneos que más admiraba: Vladimir Nabokov. Su intención era conmemorar a un escritor con el que se sentía en deuda literaria y animar a los lectores a que lo busquen con más frecuencia.
Marías nos cuenta, por ejemplo, que un día de 1950 la mujer de Nabokov, Véra, logró detenerlo cuando se disponía a quemar los primeros capítulos de Lolita, agobiado por las dudas y las dificultades. También que le molestaba mucho que le atribuyeran influencias, fueran de Joyce, Kafka, Proust o de Dostoyevski. Y que los mayores éxtasis los experimentó a solas: cazando mariposas, creando problemas de ajedrez, traduciendo a Pushkin y escribiendo.