La ciudad semi-sumergida de Tiankawi, habitada por humanos y seres del agua, parece ser un refugio seguro para quienes huyen de los disturbios civiles. Sin embargo, en realidad, los humanos viven en la parte superior de la ciudad, mientras que los habitantes de las profundidades, como sirenas, brujas marinas y kappas, residen en las aguas contaminadas de abajo.
Cuando Mira, medio sirena, es ascendida a capitana de la guardia fronteriza, ve en ello una oportunidad para ayudar a los oprimidos. Sin embargo, su trabajo se complica en el momento en el que Nami, una princesa dragón de agua, es exiliada a la ciudad bajo su vigilancia. Poco después, un grupo de extremistas sabotea un festival, la violencia estalla y los derechos de los habitantes de las profundidades se ven amenazados. Entonces, Mira y Nami deberán decidir si vale la pena pagar el coste del cambio o si Tiankawi debería ser abandonada.
Lila Kennedy no puede más. Un matrimonio roto, dos hijas rebeldes, una casa que se cae a pedazos y un padrastro rozando la tercera edad que parece haberse mudado con ellas como quien no quiere la cosa. Para rematarlo todo, su carrera como escritora está en caída libre y su vida amorosa es... complicada.
De modo que cuando su verdadero padre, al que apenas ha visto desde que se marchó a Hollywood hace treinta y cinco años, aparece de repente en su puerta, Lila siente que es la gota que colma el vaso. Pero resulta que la familia a la que pensaste que nunca perdonarías podría tener algo que enseñarte... sobre el amor y sobre lo que de verdad significa ser una familia.
En un turbulento siglo XII, Leola, campesina adolescente, desnuda a un guerrero muerto en un campo de batalla y se viste con sus ropas de hierro, para protegerse bajo un disfraz viril. Así comienza el vertiginoso y emocionante relato de su vida, una peripecia existencial que no es sólo la de Leola sino también la nuestra, porque esta novela de aventuras con ingredientes fantásticos nos está hablando en realidad del mundo actual y de lo que todos somos.
Sería difícil encontrar un grupo humano más alejado de nuestra fisonomía y de nuestros patrones culturales que los habitantes de la selva africana mal conocidos como «pigmeos». Están lejos de nosotros y de todo el mundo. Son los exóticos de los exóticos. Homero les da ese nombre a unos seres en la Ilíada, y de sus versos nace uno de los malentendidos más ridículos y perdurables de la historia científica. El poeta se refería a unas criaturas tan fabulosas como nuestros duendes. Sin embargo, el mito siguió vivo, y, a partir del siglo XIX, contra todo pronóstico y empujados por la ciencia, la literatura y la fantasía, muchos exploradores han ido en su busca al corazón de África.
El 25 de enero de 1963, a las 15.30 horas, François Besson es sorprendido por una visión que acaba cobrando un valor simbólico: en el momento en el que se alza hacia el cielo el aullido de una sirena, una chica joven aparece montada sobre una motocicleta y desaparece cuando cesa el ruido. Este instante provoca en el narrador una sacudida interior: «Desde este día, todo se ha podrido. Yo, François Besson, veo la muerte en todas partes.» Durante los siguientes trece días, François Besson siente cómo el vacío va creciendo en él. El primer día, escucha las confidencias de una amiga, grabadas en una cinta, en las que narra qué esperaba de la vida, su cansancio y sus razones para acabar con todo. A partir de entonces, Besson empieza un peregrinaje por las calles de una gran ciudad, mientras intenta escapar de su agonía.
En medio de la bulliciosa y, al mismo tiempo, mediocre cotidianidad, tal vez sólo los niños sean capaces de apreciar la belleza del universo. Desde esa mirada inocente e infantil, Le Clézio relata ocho historias llenas de sensibilidad y melancolía sobre la búsqueda de la verdadera libertad, en las que los protagonistas, enfrentándose a la alienación agresiva de la civilización contemporánea y del mundo adulto, parten a la aventura para alcanzar sus sueños. Así, Mondo, un niño-poeta, bohemio y huérfano, pasea por la orilla del mar o por las calles atestadas, rodeado de amigos y seres marginales capaces de comprenderle, de enseñarle cosas nuevas: sus ojos asombrados embellecen la percepción que los demás tienen de la realidad. Y como él, Lullaby, la niña que una mañana decide no volver al colegio para disfrutar del mar; Jon, que escala el Reydarbarmur, la montaña del dios viviente desde la que pueden tocarse las nubes; o Pequeña Cruz, que mira el cielo mientras se pregunta qué es el azul.