Treinta años atrás, cuando Benjamín Chaparro era prosecretario en un juzgado de instrucción, llegó a su oficina la causa de un homicidio que no pudo olvidar. Ahora, ya jubilado, repasa buena parte de su vida, las instancias de ese caso y sus insospechadas derivaciones, y la historia de un amor secreto que lo mantiene acorralado entre la pasión y el silencio.
El secreto de sus ojos ofrece al lector una trama policial ambientada en los años sesenta y setenta, en una Argentina que paulatinamente se sumerge en la violencia política y cuyos personajes luchan contra la impunidad, la burocracia del sistema judicial y las miserias propias y ajenas. Una historia protagonizada por hombres que hicieron de la búsqueda de la verdad un destino; de la memoria, un camino imprescindible, y de la lealtad, un culto que trasciende el tiempo, las distancias y la muerte.
Inmersos en el clima asfixiante de un cerrado valle, un médico y su hijo visitan a sus habitantes descubriendo sus enfermedades, no sólo físicas, sino también morales y sociales, así como su profunda incomunicación. El perturbador periplo culmina en el frío castillo de Hochgobertnitz, donde el príncipe Saurau, un noble decadente y patético pero inequívocamente genial, se halla tan próximo a la sabiduría total como a la locura definitiva. Hasta llegar a él, figura culminante de la novela, Bernhard nos presenta un mundo novelesco que es también la metáfora de «una población básicamente enferma, propensa a la violencia y al desvarío».
Los años 50 retratados por Richard Yates tienen demasiados parentescos con los tiempos que vivimos. El aislamiento que nace de la comodidad. La incomunicación que produce la falta de sentimientos sinceros. La pérdida, muchas veces inconsciente, de valores, que en algún momento parecían fundamentales.
Brillantes, bellos y confundidos, Frank y April Wheeler tratan de sostener sus ideas incluso contra sí mismos y sus debilidades. Yates los examina con una lucidez que tiene mucho de tristeza en esta magnífica novela: una indagación profunda y conmovedora sobre lo que las personas dejan que la sociedad haga con ellas.
«Cuando regresé a Francia, tras una ausencia de diez años, me informé a través de las pocas personas susceptibles de darme noticias de los miembros del grupo. No fueron noticias muy buenas, y me hicieron comprender aún mejor que el tiempo había pasado. Yo, que tan a menudo observaba el envejecimiento ajeno, tuve que acostumbrarme, a mi vez, a la idea de que mi juventud tocaba a su fin.»
En la época en que tenía veinte años, el narrador conoció a varias personas con las que compartió complicidades y confidencias. Visitó con ellas lugares que en algunos casos ya no existen: un restaurante en el que comían hombres solitarios, un bar que regentaba una martiniquesa, ciertas calles de París, una casa en la Costa Azul…
Era aquel un mundo elegante y sofisticado, de sastrerías, partidas de bridge, olor de pinares y noches interminables… Pero en el que, bajo el refulgente esplendor, también había recodos sombríos. Un mundo contenido en el estribillo de una canción titulada «Memory Lane».
Floreana, historiadora joven, más bien retraída, llega a un albergue sui generis en la isla de Chiloé. Allí, en medio de los paisajes del sur profundo chileno, acuden mujeres diversas para curar las heridas de un dolor común: el desamor de los hombres.
Si bien la incapacidad afectiva masculina parece ser, para ellas, la clave del desencuentro, la autora da voz -por primera vez- a un punto de vista masculino: el médico del pueblo, un santiaguino autoexiliado en la isla, que arrastra sus propias heridas.
Ambivalentes, reprimidos en el sexo, vacilantes en el compromiso amoroso, los hombres sienten miedo frente a la autonomía que las mujeres han ganado. Mientras tanto, en ellas crece la insatisfacción, el «mal femenino» de este fin de siglo.
Para Unai, ella siempre fue la niña más bonita del mundo: el sol de todos los veranos. Ahora es una mujer que ha renunciado a demasiadas cosas.
Para Lorena, él era el chico de las cien sonrisas: tan sinvergüenza como adorable. Ahora es un hombre que no sabe qué camino tomar.
Unai Azurmendi y Lorena Segarra se conocieron en el camping Voramar, a orillas del Mediterráneo, cuando los días de vacaciones parecían interminables. Y en una de esas noches cargadas de estrellas, ambos se juraron amistad eterna.
Años después, cuando sus caminos se cruzan en el mismo lugar, las circunstancias han cambiado para los dos. Sin embargo, allí siguen la playa, los recuerdos compartidos y unos secretos que no se atreven a revelar porque hacerlo podría nublar los cielos y desatar una tormenta salvaje.
Tus noches y mis días es la historia de un chico que lleva muchos años deslumbrado por el sol y de una chica que siempre ha huido del sutil embrujo de la luna.