Los misterios de la taberna Kamogawa es una de las novelas más apetitosas que vas a leer jamás. Una historia llena de ternura sobre una pareja de detectives formada por el padre y la hija del Kamogawa Shokudo, un restaurante escondido en Kioto, que siempre está lleno. El éxito entre la clientela radica en que este dúo singular se ha especializado en preparar exactamente el plato que el público anhela y recuerda de su pasado y no es capaz de reproducir o encontrar. Y lo hacen investigando la historia de la persona en cuestión. Kamogawa Koishi y su padre Nagare, antiguo detective, escuchan las confidencias de sus comensales, que anhelan revivir un momento mágico, y recrean los platos cocinados por sus seres queridos, en una novela deliciosa en todos los sentidos.
En Atenas, la multitud se dirige al juicio más asombroso de la Antigüedad. La familia real está sumida en el escándalo. Fedra, la joven esposa del rey Teseo, ha acusado de violación a su hijastro, Hipólito.
Él es un príncipe, un jinete experto, un joven prometedor con toda una vida por delante. Ella es la última de una estirpe de mujeres cretenses de dudosa reputación.
Los hombres de Atenas tienen que decidir quién dice la verdad. Mientras tanto, las mujeres de la ciudad, sin voto, se reúnen entre las sombras. Ellas saben que la verdad, en la era de los héroes y los monstruos, es escurridiza.
La verdad siempre tiene dos caras y la de las mujeres nunca se había contado.
Hasta ahora.
Lacrónica sería un «grandes éxitos» de Caparrós, una compilación de sus mejores crónicas, si no fuera porque allí, además, el autor cuenta su historia en el periodismo y reflexiona sobre cómo escribe lo que escribe, cómo piensa lo que piensa, cómo se hace lo que hace. Entre recuerdos de su primer jefe, Rodolfo Walsh, y de su último maestro, Tomás Eloy Martínez, Caparrós da una lección de escritura de la no ficción que las facultades de periodismo de España y América Latina ahora emplean para enseñar esta materia.
Todo lo que usted siempre -o nunca- quiso saber sobre Lacrónica, ese extraño género del periodismo que empezó a poner por escrito el continente americano y tiene el don de permitirse la duda, brilla en esta obra que, casi sin querer, se volvió ineludible.
Todo lo que Natalia Ginzburg evoca y describe sucede en nosotros como por primera vez, pero perdura para siempre. En Vida imaginaria, quizá su obra menos conocida, pero al mismo tiempo la más versátil y combativa, publicada en 1974 e inédita en castellano, la autora aborda, entre otros asuntos, la condición de la mujer y el feminismo, la infancia y las incertidumbres de la edad adulta o la debilidad de nuestras democracias. También retrata a algunos escritores muy queridos por ella, como Italo Calvino, Elsa Morante o Cesare Pavese, y nos habla de películas y de directores (Fellini, Bergman) cuyo arte supo reconocer desde el principio. Con discreta contundencia y una voz única, Ginzburg participa, a través de cada uno de estos textos, en la vida de hoy, de un hoy que data de hace medio siglo, pero que el lector no dejará de trasladar al aquí y al ahora, y a los dilemas estéticos, morales y políticos a los que nos seguimos enfrentando.
En la aldea medieval de Lapvona, el pequeño Marek vive en la más absoluta pobreza con su padre Jude, viudo, devoto y agresivo. Cojo, con la cara deforme y una concepción distorsionada de la realidad, Marek solo halla consuelo en su temor de Dios y en sus visitas a Ina, una anciana con saberes ocultos que vive alejada del mundo. Cuando una muerte violenta lo sitúa en el epicentro de la vida palaciega, Marek pasa a convertirse en un auténtico aristócrata dentro de la corte del corrupto y ensimismado señor feudal que gobierna Lapvona. Sin embargo, su nuevo estatus se verá amenazado por la llegada de una misteriosa mujer embarazada, de rasgos sospechosamente similares a los suyos.
Un agudo análisis del pensamiento de Lévi-Strauss por una figura imprescindible de la literatura contemporánea.
«La lectura de Lévi-Strauss me descubrió tantas cosas y despertó en mí tales interrogaciones que, casi sin darme cuenta, hice algunos apuntes. Este texto es el resultado de mi lectura.» Con estas palabras, el Nobel de literatura Octavio Paz emprende una lúcida reflexión sobre la obra del prestigioso antropólogo francés, que celebra ahora su centenario en vida.