Alguna noche, suelo ubicar mis horas en la serenidad del barrio de
Almagro: empresa que tiene su poco de catástrofe en cada punta, pues
para ir y volver es obligatorio descender a la tierra como los muertos e
incluirse en una hilera de ajetreos que hay entre la plaza de Mayo y la
estación Loria, y resurgir con una sensación de milagro incómodo y de
personalidad barajada, al mundo en que hay cielo. Claro está que esas
plutónicas y agachadas andanzas tienen su compensación: tal vez la más
segura es poder considerar ese grande y bien iluminado plano de Buenos
Aires que ilustra las paredes enterradas de los andenes. ¡Qué maravilla
definida y prolija es un plano de Buenos Aires! Los barrios ya pesados
de recuerdos, los que tienen cargado el nombre: la Recoleta, el Once,
Palermo, Villa Alvear, Villa Urquiza; los barrios allegados por una
amistad o una caminata: Saavedra, Núñez, los Patricios, el Sur; los
barrios en que no estuve nunca y que la fantasía puede rellenar de
torres de colores, de novias, de compadritos que caminan bailando, de
puestas de sol que nunca se apagan, de ángeles: Pueblo Piñeiro, San
Cristóbal, Villa Domínico.
5 de abril de 2019: la primavera despunta en Brooklyn y en el hogar de los Walker-Byrne la felicidad doméstica se resquebraja lentamente. Dan e Isabel han empezado a distanciarse, y el hecho de que Robbie, el encantador y frágil hermano de ella, al que todos adoran, deba abandonar la casa no es algo que ayude. Mientras este busca apartamento e intenta superar su último fracaso sentimental ocultándose tras un glamuroso avatar en las redes, Nathan, el hijo de diez años, da pasos inseguros hacia la adolescencia y su hermana Violet, de cinco, hace lo posible por aliviar el desencanto familiar.
En esta obra autobiográfica Thomas Mann relata los acontecimientos más relevantes de su vida, su ansia de independencia y libertad, detalles sobre la construcción de sus obras y las fuentes en las que se inspiró. Además, escribe acerca de las similitudes entre su propia vida y la de sus personajes, claramente visibles, por ejemplo, en su gran novela Los Buddenbrook; la singular experiencia sobre el tiempo que pasó su mujer Katia en Suiza, cuando ésta enfermó de los pulmones, tal como la describió en La montaña mágica, y otras influencias menos estudiadas, como la inspiración para los personajes del ciclo novelístico de corte bíblico José y sus hermanos, según apunta Andrés Sánchez en su esclarecedor ensayo final sobre la vida del escritor.
Ataviado con sombrero de fieltro y una pipa entre los dientes, el Dante de Seymour Chwast no puede ser más actual. Si La divina comedia se ha convertido en un clásico, quizá se deba a cuán poco se parece a la obra de los contemporáneos del autor, que no solo inventó un mundo como lo han hecho muy pocos, sino que es el gran pionero de la autoficción. Podría deberse también al atrevimiento de Dante de escribir como hablaba realmente la gente de su tiempo y su lugar, la Toscana, y no en latín, según se había esperado de un literato. Chwast, un héroe de la ilustración y el diseño, ya casi centenario, condensa de una manera tan audaz como efectiva toda la complejidad de un clásico que no siempre se animan los lectores a abordar. Y en la estela de Dante, convierte la poesía del original en una obra alejada de la convención del arte secuencial en favor de páginas sorprendentes. Por su forma singular de reimaginar el clásico medieval, Chwast es fiel y digno heredero de un autor al que se considera el padre de la lengua italiana. Como en el poema original, el Dante de Chwast recorre junto a su maestro Virgilio los círculos del Infierno. Juntos atraviesan el Purgatorio y llegan hasta el Paraíso, donde encuentran a Beatriz, la difunta amada de Dante, porque la Comedia acaba bien y recuerda, a quien quiera saberlo, que existe una luz divina. Pero no hacemos spoilers, lo que importa es cómo transcurre el viaje y cómo se cuenta. La serie de personajes que van encontrando a lo largo del viaje.
Decidida y sagaz, Manon Neville se consolida como la cabeza de la poderosa Casa Neville. Al tiempo que su influencia se extiende, sus enemigos urden nuevas conspiraciones para destruirla. Alexander Blackraven, su prometido, es un sostén fundamental para la formidable joven. Pero el amor apasionado que los une no está exento de ambigüedades ni de secretos que hunden sus raíces en el pasado.
Contra todo y contra todos, la pareja iniciará un largo viaje en clíper hacia China, durante el cual ambos se conocerán profundamente y vivirán aventuras que los pondrán a prueba. Pero la mano del enemigo es larga y, no importa cuánto se alejen de Londres, sus vidas continúan en peligro. En medio de la compleja red de mentiras y traiciones que los rodea, Manon y Alexander intentarán consolidar un amor que por momentos parece imposible.
Las casas son siete, y están vacías. La narradora, según Rodrigo Fresán, es «una científica cuerda contemplando locos, o gente que está pensando seriamente en volverse loca». Y la cordura, como siempre, es superficial.
Samanta Schweblin nos arrastra –desde hace diez años– hacia Siete casas vacías y, en torno a ellas, empuja a sus personajes a explorar terrores cotidianos, a diseccionar los miedos propios y ajenos, y a poner sobre la mesa los prejuicios de quienes, entre el extrañamiento y una «normalidad» enrarecida, contemplan a los demás y se contemplan.
La prosa afilada y precisa de Schweblin, su capacidad para crear atmósferas densas e inquietantes, y la estremecedora gama de sensaciones que recorren sus cuentos han hecho a este libro uno de los más importantes de la última década.