En los ocho relatos que integran este volumen, László Krasznahorkai vuelve a deslumbrar al lector con su sagacidad y sentido del humor. Ya se trate de la venganza ejercida por un cazador sobre sus vecinos, del exilio de ciudadanos condenados a una espera insoportable para embarcar en un navío bajo la vigilancia de milicias armadas hasta los dientes o de los intentos de un enigmático personaje de evadir a sus perseguidores, el irresistible ingenio del aclamado narrador húngaro brilla con intensidad. La interrogación sobre las ilusiones, la perfidia, la traición y la desconfianza humanas que atraviesa estos relatos hace de ellos una síntesis perfecta de los motivos que animan el conjunto de su magistral obra.
Los discursos del gran escritor reunidos por primera vez en un libro.
Miguel Delibes pronunció su primer discurso en el acto de su recepción en la Real Academia Española en 1975, y con el tiempo resultó una joya literaria con un mensaje más vigente que nunca y sin duda uno de los grandes temas de su obra: cómo el progreso moderno puede destruir la naturaleza y, con ella, un componente esencial de nuestra humanidad. Leer a Delibes nos impulsa a reflexionar sobre asuntos tan diversos como la ecología, la libertad de expresión o la dimensión ética de la escritura. En estos textos hallaremos el placer de la palabra precisa, la que nombra la realidad con la exactitud y la belleza sin igual que ya conocemos del Delibes narrador, y que nos rescata de la comodidad del no pensar que impera en la sociedad actual.
Los discursos del gran escritor nos invitan a descubrir un género que abarca el pensamiento de todo un clásico contemporáneo.
La casa de caramelo, que culmina el ambicioso proyecto narrativo de Jennifer Egan iniciado con El tiempo es un canalla (Premio Pulitzer en 2011), cuenta la historia de Bix Bouton, un brillante empresario informático en horas bajas que acaba patentando una exitosa herramienta tecnológica que permite acceder a nuestros recuerdos y compartirlos, y que ha seducido a miles de personas. Con una asombrosa variedad de recursos narrativos, Egan pone el foco en el mundo digital y de las redes sociales y nos cuenta la historia de diversos personajes que buscan una conexión real en un mundo cada vez más digitalizado e hiperconectado.
Guinea ve truncada su carrera como profesora en una universidad de Estados Unidos tras salir a la luz su relación con un alumno mucho más joven que ella. Huyendo del escándalo y en busca de una nueva vida llega al aeropuerto de Buenos Aires, donde descubre que se ha producido un apagón general. Con el teléfono sin red, es incapaz de localizar su destino. Un hombre inquietantemente amable la conduce por la ciudad y le propone alojarse con él y con su hijo adolescente, Vladimir, mientras continúe la situación. Sin combustible ni alimentos, la calle se vuelve un escenario peligroso: todos contra todos. Sin embargo, la mayor violencia late invisible dentro de la casa donde los tres conviven junto a dos perros. Guinea y Vladimir sienten pronto una complicidad que los enfrenta al padre. Otra vez un deseo turbio que ordena y produce el caos, un deseo más fuerte que la sangre y el amor.
Vladimir es una novela profundamente perturbadora, un thriller emocional y erótico en el contexto de un mundo que se apaga.
El corredor es un alarido de metal y literatura cuya virtud primordial es llevar al lector a un paroxismo, a esa exaltación propia de los derviches y pilotos cuyos bólidos están avizorando, en fracciones de segundo, la pared donde habrán de estrellarse, el fuego donde serán desgarrados por engranajes y ángulos enfurecidos. Alejandro Vázquez Ortiz ha logrado escribir un mecanismo narrativo cromado, con varias capas de pintura, donde conviven la violencia y la desesperación, donde el vértigo y el vacío son las únicas certezas. Aceite quemado, autopistas interminables que brillan en el desierto como pistones al rojo vivo, un terraplén de grava y concreto habitados por automóviles, sangre y dolor. Esta novela no es ajena a un fetichismo, no es ajena a nosotros, humanos al borde de todo. Y eso es lo que la vuelve memorable.
En Leopardo Negro, Lobo rojo, Sogolon, la Bruja Luna, demostró ser un personaje secundario fascinante: una hechicera de 177 años con sus propios intereses, que supo encandilar al público lector y que fue un digno adversario para el Rastreador durante la búsqueda del misterioso niño desparecido. En Bruja Luna, Rey Araña, ha llegado su turno: Sogolon adquiere el protagonismo y ofrece su propia versión de lo ocurrido, su propio relato de lo que le sucedió al niño, de cómo planeó y luchó, triunfó y fracasó en esa búsqueda. Pero esta novela es también la historia de una enemistad de un siglo entre Sogolon y Aesi, el canciller del rey, un personaje oscuro, letal y poderoso, a quien no es fácil desafiar. Sogolon lo hace por sus propios motivos.
En un giro narrativo brillante, Bruja Luna, Rey Araña muestra la historia contada en Leopardo Negro, Lobo Rojo desde la perspectiva de esta mujer indomable que no se inclina ante ningún hombre, mientras ahonda en la lucha que se desarrolla en el interior del imperio.