«Miré cantidad de veces una película que filmó mi padre en la playa de Miramar [...]. Yo sonreía a la cámara y jugaba con una pelota de goma. La mano de mi madre me acariciaba la espalda».
Engarzadas como pequeñas piedras preciosas, las escenas y los momentos de esta novela arman un delicado rompecabezas que va y viene en el tiempo; es 1972, es 1976, es el Mundial de Fútbol de 1978, es hoy. De fondo, la casa en Miramar, la casa en la playa de una familia que se desintegra. Los hijos, una nena de diez años y su hermano menor, asisten a los desencuentros y reconciliaciones de los padres, jóvenes, hermosos, llenos de furia y de amor.
Pero también ocurre la tragedia. El padre enferma, y la niña asimila el dolor de la despedida a través de un juego privado entre ellos. Su libro favorito en ese momento, Mujercitas, se convierte en el escenario privilegiado donde juegan a cuidarse y a contenerse uno al otro.
En Miramar, Gloria Peirano nos entrega una historia de amor filial y de duelo que no se olvida con el tiempo; al contrario, se agranda con el recuerdo. Una novela que emociona y nos vincula con las pérdidas inevitables de la vida.
La novela de Richard Matheson publicada originalmente en 1975 cuenta la conmovedora y romántica historia de un hombre moderno el guionista de televisión Richard Collier que, habiéndose enamorado de una mujer retratada en una antigua fotografía, remonta la corriente del tiempo hasta 1896, donde encuentra a su alma gemela en la forma de una célebre actriz teatral de finales del siglo XIX. La acción transcurre en un hotel de lujo en Coronado (San Diego), que, además de ser un personaje más de esta fascinante novela, funciona como un elemento superconductor entre las dos épocas consideradas.
Los padres de Matthew están preocupados. Con once años, ya es demasiado mayor para tener un amigo imaginario; sin embargo, a menudo lo encuentran hablando con una presencia que no está físicamente allí. Esta presencia -Chocky- interroga a Matthew sobre cuestiones extrañas y menosprecia el progreso humano. Poco a poco dejan de parecer absurdas las preguntas ¿quién es Chocky? ¿Qué puede querer de un niño? "Chocky", la última novela que Wyndham publicó durante su vida, es al mismo tiempo una historia de inocencia y una sombría muestra de manipulación.
En plena crisis de madurez, Bennie Salazar, que en los setenta formó parte de una banda punk y ahora es un alto ejecutivo de la decadente industria discográfica, se echa copos de oro en el café para recuperar el apetito sexual. Sasha, su asistente, después de haber viajado mucho y no siempre en circunstancias felices, se trata de su cleptomanía con un psicoanalista que viste jerséis estrambóticos. En torno a ellos se despliega una variopinta red de personajes, desde una relaciones públicas que intenta lavarle la cara a un general genocida hasta un periodista que ha estado en prisión por abusar de una estrella de cine adolescente. Con el rock palpitando en cada una de sus páginas, El tiempo es un canalla es un entramado fascinador que pasa por lugares como Nueva York, San Francisco, Kenia, Nápoles o el desierto de California, y cubre un período que va de los años setenta hasta el 2020.
Porque a veces la verdad (no) es solo aquello que queremos creer.
Elsa Benavides es una escritora de éxito con una crisis creativa y una obsesión: matar al personaje que la catapultó al éxito. Pero la solución a sus problemas no pasa por electrocutar a Valentina con un móvil en la bañera. Es la punta del iceberg de una herida más profunda.
Decidida a huir para volver a abrazar la escritura, se topa con Darío, un músico recién llegado de París que además es su vecino. Empieza así una nueva historia en la que Elsa es la protagonista. ¿Será capaz de contarlo todo?
Rosa Montero retrata con audacia la historia de Ana, quien deberá cumplir con las exigencias de su trabajo como redactora en una revista, cuidar de su hijo y navegar por la noctámbula vida del convulso Madrid de finales de los setenta.
Crónica del desamor es la primera novela de la autora y una obra clave para entender las inquietudes de una generación que se sentía a la vez poderosa y desorientada, y que aún no sabía jugar a manejar su libertad sin herirse.