El aniversario de los jardines de Heligan está cada vez más cerca y Lexi, junto con Ben, trabaja sin descanso en una gran exposición para celebrar el acontecimiento. La muestra constará de tres partes: la primera, dedicada al origen de los jardines y a la vida de su fundador Henry Tremayne ya está lista, pero la segunda parte, centrada en los cazadores de plantas exóticas que en el siglo XVIII aportaron numerosos ejemplares procedentes de lugares tan lejanos como la India y Nepal, y la tercera, destinada a los años de la Primera Guerra Mundial y a los jardineros que participaron en la contienda, están todavía sin desarrollar. En los archivos centrales de Cornualles Lexi descubre información valiosa sobre la procedencia de las plantas exóticas que se encuentran en Heligan y la misteriosa historia de un joven que se vio obligado a abandonar Heligan precipitadamente en 1815. Se trata de Avery, el hijo del administrador de la propiedad, que huye a la India después de un trágico duelo y allí se une a una expedición botánica en Nepal, una aventura en la que encontrará el amor y pondrá su vida en peligro.
Milán, año 1385. El poderoso señor de Milán, el conde Gian Galeazzo Visconti, aprueba el proyecto que el arzobispo de la ciudad le propone, construir una enorme catedral que reemplace a la iglesia de Santa Maria Maggiore y que se convertirá en un símbolo de su grandeza. Para ello, Visconti se rodea de los mejores arquitectos y constructores, los únicos capaces de realizar una obra tan ambiciosa. Entre ese ejército de maestros de obra, artesanos y artistas están Alberto y Pietro, los gemelos nacidos del amor clandestino entre la joven Costanza Frisone y Marchetto, aprendiz de constructor. Los niños, separados al nacer, se reunirán por un destino único e ineludible: contribuir a una de las obras más impresionantes que se recuerdan,
levantada a costa de secretos, esfuerzo, sufrimiento y amor.
Desde que tienen memoria, Sofía y Antonia han estado muy unidas. Su amistad nace en el seno de lo que sus padres llaman la Familia: un clan unido por la lealtad, el amor y la sangre. Pero cuando el padre de Antonia desaparece de manera repentina, una brecha muy fina, pero perceptible, se abre entre las dos amigas. A medida que crecen y se convierten en mujeres, esposas, madres y líderes, ambas intentarán que su tempestuosa relación perviva, pero no será nada fácil en un Nueva York en plena transformación y amarradas a ese peligroso mundo de la mafia que las custodia y apresa a la vez. Hasta que una fatídica noche se ponga a prueba su lealtad entre sí y la Familia, y solo una de ellas pueda apretar el gatillo antes de que sea tarde.
Un niño napolitano que mira por la ventana y fantasea con ser poeta, una niña de pelo de color azabache que baila en el balcón de enfrente y un amigo con el que batirse en duelo: así comienza la historia de tres personajes cuyos destinos quedan inextricablemente unidos para siempre. Los dos chicos, enamorados al instante de la Milanesa, como se refieren a la misteriosa muchacha, se embarcan en una batalla a muerte por su atención. Años más tarde, ya en la universidad y alejados del mundo de la infancia, los caminos de los dos compañeros se vuelven a cruzar. Nuestro narrador, aquel muchacho soñador, debe enfrentarse a su memoria y lanzarse en busca de la verdadera identidad de la Milanesa.
«Los banqueros cuentan sus beneficios, los políticos sus votos y los poetas sus cosas. Cuentan y recuentan las cosas en las que se quedó enredada su vida. En los días de meditación y soledad, de vagabundeo doméstico, tomo conciencia de que tengo la casa llena de cosas. No se trata exactamente de que me importe tirar cosas, sino de que tengo inclinación a conservar las cosas que son mi casa. Para no confundir una fiesta con un acto de barbarie, conviene pensar lo que se desecha cuando se tira la casa por la ventana. Las cosas con capacidad de convertirse en un recuerdo suponen el deseo personal de atender a la vida, de vivir con atención, con amor.»
Temblor surgió de un tembloroso interrogante de la autora: ¿qué pasaría si hubiera un mundo que sólo existiera si alguien lo pensase? Pensó entonces Rosa Montero un mundo agobiante, controlado por el poder de un Estado omnipresente y una religión engarzada por dogmas de hierro. Un país y unos personajes del futuro que quizás estén esperándonos.
Sobre las rumas de la Gran Catástrofe, Agua Fría emprende una larga búsqueda para alcanzar la libertad. Para ello debe liberarse del temor y de las tentaciones que le presenta un orden jerarquizado y siempre capaz de provocar nuevos desastres. Iniciada como sacerdotisa del supremo poder, Agua Fría defiende su integridad interior para sobrevivir a las atrocidades y a la disciplina.