Durante su tercera misión en Irak, el soldado estadounidense Logan Thibault encuentra la fotografía de una joven sonriente medio enterrada en la arena del desierto.
En la base, nadie la reclama y el acaba guardándola. De repente Logan empieza a tener suerte: gana en las partidas de póker, sobrevive a un ataque que mata a dos de sus compañeros...
De vuelta a EEUU, Logan buscará a la mujer retratada pero desde luego no se espera a la persona fuerte pero vulnerable con la que se topa en Hampton, Carolina del Norte. La atracción que siente por ella le pilla desprevenido así que acaba manteniendo la historia de la fotografía, su amuleto, un secreto.
Un secreto que puede acabar destruyendo la maravillosa historia de amor que acaba de comenzar.
En Ordesa, Vilas narra una historia personal de gran intensidad: el pasado, la muerte de los seres queridos, las ausencias y la lejanía de los que ama, los recuerdos, la sensación de desarraigo… Con una voz valiente y transgresora, mezclando realidad y ficción, construye un relato en el que todos podemos reconocernos. Escrito a ratos desde el desgarro, y siempre desde la emoción, este libro es la crónica íntima de la España de las últimas décadas, pero también una narración sobre todo aquello que nos recuerda que somos seres vulnerables, sobre la necesidad de levantarnos y seguir adelante cuando nada parece hacerlo posible, cuando casi todos los lazos que nos unían a los demás han desaparecido o los hemos roto. Y sobrevivimos.
UN TREPIDANTE VIAJE EN EL TIEMPO.
UN POSIBLE CAMBIO EN LA HISTORIA YA ESCRITA.
EL MISMO CURSO DEL TIEMPO ESTA EN PELIGRO.
Londres, 29 de diciembre de 1940: una de las noches más mortíferas del Blitz. Atrapados en el corazón de uno de los peores bombardeos de la epoca, Michael, Merope y Polly buscan desesperada e infructuosamente regresar a la seguridad del siglo XXI.
La creencia de que la historia no se puede cambiar está fallando. Parece que todos los historiadores afectaron, de algún modo, el pasado, y sus intervenciones han modificado los acontecimientos cambiando el resultado de la guerra y, en consecuencia, el de la historia. Independientemente de la magnitud de los sacrificios requeridos, los historiadores deben comprometerse en una lucha frenetica contra el tiempo…
DOS ENFERMEDADES MORTALES.
DOS ÉPOCAS DIFERENTES.
UN MISMO DESTINO: EL FIN DEL MUNDO SE ACERCA...
Para Kivrin, estudiante de Historia de la Universidad de Oxford, viajar a la Inglaterra del siglo XIV es un sueño hecho realidad. Por fin va a poder estudiar in situ una de las eras más apasionantes de la historia humana: la Edad Media.
Sin embargo, una crisis que vincula pasado y presente altera sus planes. Debido a un error en los cálculos del viaje, Kivrin queda atrapada en una de las epocas más mortíferas del medievo, al tiempo que una epidemia particularmente virulenta se extiende por la Inglaterra de mediados del siglo XXI, lo que imposibilita rescatarla…
UNA MISIÓN: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.
CUANDO UNO SE ACERCA DEMASIADO AL FUEGO, TERMINA QUEMANDOSE…
PARA ESTUDIAR EL PASADO, HAY QUE VIVIRLO.
En la Inglaterra de 2060, unos estudiantes se preparan para sus nuevos proyectos. Michael Davies va a estudiar Pearl Harbor, Merope Ward observará a los niños evacuados de Londres y Polly Churchill investigará los bombardeos desde unos grandes almacenes. Su misión: observar, desde un lugar seguro, la vida cotidiana en ese gran momento histórico. Al menos, en teoría.
Esta es una gran oportunidad para ellos, excepto cuando la Historia misma comienza a descarrilar. Y los historiadores, a medida que el tiempo corre, atrapados en los eventos caóticos que conforman la historia, se ven obligados a participar en ellos.
Annie Ernaux cuenta en estas páginas la relación que mantuvo con un hombre más joven que ella. Una experiencia que la hizo volver a ser, durante varios meses, la «chica escandalosa» de su juventud. Un viaje en el tiempo que le permitió atravesar una etapa decisiva en su escritura.
«A menudo he hecho el amor para obligarme a escribir. Quería encontrar en el cansancio, en el desamparo que le siguen, razones para no aguardar ya nada de la vida. Tenía la esperanza de que el final de la expectativa más imperiosa, la del orgasmo, me hiciera sentir la certeza de que no había goce superior al de la escritura de un libro. Quizá ese deseo de desencadenar la escritura del libro fue el que me condujo a llevar a A. a mi casa a tomar una copa después de cenar en un restaurante donde, por timidez, había permanecido prácticamente mudo. Era casi treinta años más joven que yo.»