En junio de 1941, el curso de la guerra es desfavorable a Gran Bretaña. De alguna manera, los alemanes están anticipándose a las incursiones aéreas de los bombarderos británicos. Hermia Mount, una inteligente analista británica, empieza a sospechar de la existencia de una estación de radar secreta en la costa de Dinamarca.
La riqueza de los Pilaster se basaba en el banco de la familia, una de las más sólidas y respetables instituciones financieras del Londres victoriano. En torno al consejo de administración, que preside el anciano Seth Pilaster, giran las ambiciones de la familia, sobre todo las de Augusta, su maliciosa nuera, y las de Hugh, nieto de Seth.
Augusta, junto a su falta de escrúpulos, cuenta con la alianza de Miguel Miranda, vástago de una brutal familia de caciques sudamericanos que desea contar con el apoyo del banco para sus proyectos de dominio. La lucha entre la perfidia de Augusta y la tradición de honradez de Hugh marcará durante treinta años los destinos del banco.
Octubre de 1932, penitenciaría de Cold Mountain. Los condenados a muerte aguardan el momento de ser conducidos a la silla eléctrica. Los crímenes abominables que han cometido les convierten en carnaza de un sistema legal que se alimenta de un círculo de locura, muerte y venganza.
El día que es arrestado, K. abre la puerta de su habitación para informarse sobre su desayuno. Acusado de un crimen que desconoce por jueces que no ve nunca y conforme a leyes que nadie puede explicarle, K. abrirá un número inimaginable de puertas intentando comprender la situación.
A medida que el proceso ocupe más y más lugar en su vida, cada puerta constituirá una traba cada vez más alienante en el proceso judicial al que se ve sometido. Solo K. parece darse cuenta, en una lucidez irrisoria e inútil hasta el fin, de la total ausencia de hechos o eventos que clarifiquen la interminable incongruencia de su confinamiento.
Net Dickstein, uno de los mejores agentes secretos israelíes, tiene una misión crucial: hacer desaparecer el barco que transporta el uranio que Egipto necesita para poseer la bomba atómica. Ciertamente una misión casi imposible, ya que egipcios y palestinos no están dispuestos a contemplar pasivamente cómo se esfuma su gran baza para inclinar a su favor el conflicto de Oriente Medio...