1943. Helene Hannemann prepara a sus hijos para ir al colegio cuando un grupo de policías irrumpe en su casa. Así toma forma su miedo más oscuro: los agentes de las SS detienen a sus cinco hijos y a su marido, todos ellos de raíces gitanas. Aunque Helene es alemana, se niega a separarse de su familia, sellando su destino de una manera que nunca hubiera imaginado. Después de un viaje aterrador, al llegar a Auschwitz los Hannemann se encuentran con todo el horror y el caos que alberga el campo de concentración nazi.
Cuando los soldados descubren que Helene es enfermera, se ve obligada a trabajar en el hospital del despiadado doctor Mengele, quien le propone dirigir una guardería. En ese sombrío lugar, donde la felicidad está prohibida, esta valiente mujer se convertirá en un refugio ante la barbarie para los más pequeños.
1943. En medio del horror, una bella canción sobrevuela Auschwitz. Es la voz de David, un joven judío con un talento prodigioso a quien le han encomendado llevar los cuerpos de las víctimas a los hornos crematorios. Esa melodía llega hasta los oídos de un oficial nazi que queda embelesado. Sin embargo, no será el único en admirar ese don. También se ha fijado en él Helen Spitzer, una de las encargadas de limpiar los uniformes de los soldados.
Pronto afloran entre ambos prisioneros sentimientos que parecían prohibidos en un lugar como ese. Pero la llegada de un nuevo médico al campo de concentración amenaza con separarlos. El despiadado doctor Mengele se ha interesado en Helen para que le ayude con sus macabros experimentos… La tragedia y el amor unirán a David y a Helen, pero el nazismo les recordará que, para ellos, cualquier día puede ser el último.
El sheriff Abel Crow tiene 27 años y ya es un personaje de leyenda. Sus dotes innatas como tirador —su disparo preferido es «el Místico», uno doble, cruzado y simultáneo, con ambas manos, sobre blancos distintos—, no podrán evitar, sin embargo, que en un momento crítico se replantee el sentido de la existencia.
Las relaciones, entre otros, con su novia, que entra y sale libremente de su vida, pero que lo conoce incluso mejor que él mismo; con sus hermanos (un predicador, un rico minero, un cartero demente y una visionaria, empeñada en reunirlos a todos para rescatar del patíbulo a su madre, que los abandonó cuando eran niños); con las curanderas y una bruja indias, portadoras de la sabiduría ancestral de los nativos; y con su Maestro, quien siendo adolescente logró aniquilar a casi toda la tripulación de un barco pirata, constituyen parte de un viaje espiritual que culmina con la percepción de que no existe (o no funciona como pensamos) la relación causa-efecto, de que no hay un antes y un después claramente definibles. Buena prueba de ello es también la estructura no lineal del relato, que avanza, retrocede y se repite, y donde cada uno de los veintisiete capítulos (o cantos) constituye una pieza de un puzle que al final nos devolverá la imagen caleidoscópica de Abel Crow durante su aprendizaje.
¿Quién da cuenta de lo acontecido? ¿Quién toma acta del presente? ¿La literatura, el periodismo, un atestado policial? Un novato cronista de sucesos y un veterano abogado intentan descifrar un crimen y quizás descubrir el subsuelo de impunidad que persiste en un Portugal a caballo entre dos imaginarios: el limpio y ordenado que promete la Exposición Internacional de Lisboa y el longevo y popular del inolvidable Oporto que protagoniza este libro.
En esta novela de trazos autobiográficos, Capote relata la historia de una pequeña comunidad norteamericana cuyos cimientos morales se ven conmocionados por un extraño episodio. Collin Fenwick, joven huérfano que vive con las solteronas Talbo, es testigo de la singular relación que une a las dos hermanas: Verena, rígida y avara, la mujer más rica del pueblo, y Dolly, que ha hipotecado su vida al cuidado de su hermana y la casa. Ambas padecen de soledad. Dolly sólo halla distracción en los ratos que pasa con Catherine, una negra que realiza las labores domésticas, y en ocuparse de su curiosa medicina para la hidropesía. La intervención de un pícaro que desvalija a Verena, frustrando de paso sus expectativas sentimentales, desencadena el acontecimiento central: Dolly y Catherine abandonan la casa y se instalan, junto al joven Collin, en la precaria cabaña construida en la cima de un enorme árbol. Este hecho insólito provoca el desconcierto en la buena sociedad del pueblo, entre cuyos preclaros miembros se cuentan un sheriff servil, los brutos de turno y, cómo no, el reverendo y su esposa. Pero los improvisados moradores del árbol también ganan adeptos, como los panaderos County, el joven Henderson y el peculiar juez Cool, que encuentra ocasión de redimir el vacío de su vida...
A sus setenta y dos años, Juan Cabrera vive prácticamente enclaustrado con sus libros en un pequeño piso del barrio de Argüelles. No es algo nuevo para él. Durante años estuvo confinado en un convento benedictino, del que salió con un indulto especial de exclaustración para un profeso de votos perpetuos. En el claustro ya no lograba escuchar a Dios, pero quizá su salida también se vio influenciada por la denuncia que hizo de tres novicios a los que descubrió en una situación impropia, o al menos entonces eso le pareció. Alejado de la familia, Cabrera recibe un día la visita de su sobrino Jaime, quien, poco después, propicia el encuentro entre su tío y Antón Rubial, uno de los novicios expulsados por la acusación del exmonje. Tras dejar la orden, Rubial rehízo su vida y se casó con Petri, con quien mantiene una relación complicada.