En los tratados contenidos en este volumen, Borges habla de la esencia del tiempo, que se concreta bien en el mecanismo de una metáfora, bien en una refutación filosófica. El asunto es la coincidencia, la ocupación de un mismo lugar físico o mental, la repetición, la versión. Así, el ensayo sobre los traductores de Las mil y una noches tiene su eco en los símiles de la literatura germánica antigua; la doctrina de los ciclos halla su espejo en las enseñanzas de la termodinámica. Historia de la eternidad, cuya primera edición data de 1936, prefigura ya los contornos del Borges del medio siglo posterior.
En el invierno de 1835, Charles Dickens es un joven periodista que se está haciendo un nombre en el Evening Chronicle. Durante una cena en casa del codirector del periódico, Charles queda prendado de la hija de su jefe, la alegre Kate Hogarth, de diecinueve años. De pronto, un grito interrumpe la agradable velada. Charles, Kate y su pa-dre corren a la casa de los vecinos, donde la señorita Christiana Lugoson yace inconsciente en el suelo. Cuando un colega le pone al corriente de una misteriosa muerte muy similar sucedida el año anterior, Charles empieza a sospechar que se trata de un envenenamiento y se siente obligado a investigar.
"El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona."
"Las olas del corazón no estallarían en tan bellas espumas, ni se convertirían en espíritu, sino chocaran con el destino, esa vieja roca muda."
"Siempre que el hombre ha querido hacer del Estado su cielo, lo ha convertido en su infierno." "¡Qué cambie todo a fondo! ¡Que de las raíces de la humanidad surja el nuevo mundo! ¡Que una nueva deidad reine sobre los hombres, que un nuevo futuro se abra ante ellos! En el taller, en las casas, en las asambleas, en los empleos, ¡que cambie todo en todas partes!"
Julio Cortázar, en Prosa del observatorio, nos recuerda que "Thomas Mann dijo que las cosas andarían mejor si Marx hubiera leído a Hölderlin."
Keats comenzó a escribir su Hiperión a finales de septiembre de 1818 cuando tenía 22 años, y lo abandonó definitivamente en abril del año siguiente. La caída de Hiperión no se conoció hasta 1856. El poema intentaba reconstruir libremente el plan de su anterior Hiperión y fue empezado a escribir a mediados de julio de 1819 en Shanlin. En ambos textos se describe cómo fueron marginados los dioses pre-helénicos, los Titanes, con la llegada de los nuevos dioses olímpicos, encabezados por Júpiter. Al comienzo del mismo se ve a Saturno y a los demás Titanes derrotados, todos menos Hiperión, el Dios del Sol, que intenta animar a sus compañeros y levantar sus decaídos espíritus. Según Richard Woodhouse: "El poema, de haber sido completado, habría tratado del destronamiento de Hiperión, el anterior Dios del Sol, por Apolo, e incidentalmente de los de Océnao por Neptuno, de Saturno por Júpiter... y de la guerra de los Gigantes (o Titanes) por restablecer en el mando a Saturno, con otros sucesos sobre los que tenemos muy oscuras indicaciones en los poetas mitológicos de Grecia y Roma. De hecho, los incidentes habrían sido puras creaciones del cerebro del poeta."
Un libro profundamente celebrador. Un canto a los seres tocados por la gracia, capaces de transfigurar la realidad más sencilla en la más sublime.
En Fernando Plata tenemos a un joven poeta cuyo apellido ya indica cierta voluntad alquímica, pues concibe la poesía como transfiguración del sujeto o el objeto, pero desde la pura vigilancia de la conciencia. Y lo que más le importa es reflejar el encanto de la vida y del mundo, en poemas llenos de fuerza y con una dicción hímnica y de fe en esas criaturas del mundo órfico, los altos a los cuales dirige sus himnos. Dotado de profunda imaginación, escribe una poesía visionaria, sometiendo a sus imágenes a una idea rectora, de tal modo que el sentido preside la expresión. Sus ideas de orden proceden de Wallace Stevens, poeta de la imagen no surrealista, pero sí fantasiosa y plena. A Stevens y a Jorge Guillén los celebra como maestros, y su odisea mística está atravesada por el amor y la necesidad de la música. Como señala su prologuista y mentor, José Luis Rey, «Fernando Plata escribe una honda poesía espiritual y nos la entrega como quien ha seguido de cerca al sol hasta la caída de Faetón, para volver a alzarse en brazos de los altos, los seres mágicos y órficos en los cuales la poesía se ha cumplido en plenitud. Y esa plenitud es garantía de salvación. En este primer libro, un libro de himnos para el siglo XXI, el muchacho vigía de la Costa da Morte, con una poesía situada en el límite entre canto y eternidad, ambiciosa y a la vez humilde, nos regala una verdadera aventura del espíritu».
Hillbilly, una elegía rural es un relato apasionado y apasionante de una clase social en decadencia, la de la clase trabajadora blanca en Estados Unidos. Los hillbillies, término peyorativo que hace referencia a los habitantes de la cordillera de los Apalaches, forman parte de este grupo social cada vez más empobrecido y radicalizado del país. J.D. Vance cuenta la historia de unos habitantes que se han ido degradando lentamente durante más de cuarenta años y cuyo declive ejemplifica a la perfección su disfuncional familia. De la mano de su violenta abuela, de su madre drogadicta o de su ausente padre, Vance retrata los anhelos, las luchas y conflictos, los valores y la incansable búsqueda de culpables a quienes responsabilizar de su desdicha, de una comunidad olvidada durante años por el sistema y ahora, tras la victoria de Donald Trump, convertida en centro de atención. El resentimiento, la falta de ambición y una combinación letal de victimismo y pesimismo junto a una devoción por el país, una fervorosa fe en Dios y un desaforado sentido del honor han hecho que los hillbillies posean una tendencia a la violencia física y verbal, al alcoholismo y las drogas, se conformen con vivir de los subsidios del Gobierno y sean despreciados por sus compatriotas de ambas costas del país. Su respuesta a todo ello es conocida: han encumbrado a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.