La mejor novela de fantasía jamás escrita Érase una vez un mago que se llamaba Merlín que preparó a un joven apodado Verruga para un futuro inimaginable en el que se aliaría con los caballeros más célebres del mundo, conocería a una mítica reina y sería coronado como Arturo, rey de Camelot. Esta es una fascinante historia de aventuras, amor, traición y magia que ha cautivado a lectores de todas las edades.
A David F. Wallace, los agentes del Centro Regional de Examen de la Agencia Tributaria de Peoria, Illinois, le parecen de lo más normal. A medida que se adentra en la tediosa y repetitiva rutina de su trabajo, conocerá la magnífica variedad de personalidades que han sentido la llamada de Hacienda. Su llegada coincide con el recrudecimiento de fuerzas conspiratorias que pugnan por despojar el trabajo del rastro de humanidad y dignidad que todavía queda. El rey pálido es la novela postuma de David Foster Wallace, que ampliamos, por primera vez en español, con cuatro escenas inéditas.
«Que, entendidas en términos extremos, la libertad y la igualdad sean opciones alérgicas la una a la otra no puede querer decir que estemos condenados a la injusticia. Sino, más sencillamente, que hay que renunciar a las utopías, a las opciones extremas».
Firme defensor de ideales como la libertad y la democracia, durante más de cinco décadas Mario Vargas Llosa ha reflexionado en su obra literaria y en sus textos periodísticos sobre los problemas que conlleva la utopía política. Las piezas reunidas en este volumen colocan en el foco tres contextos que el autor conoce de primera mano.
«A pesar de que América Latina, Israel e Irak son lugares distantes, con historias culturales y políticas difícilmente equiparables, no es tan difícil encontrar un hilo invisible que los une. […] Aquel periodo de tranquilidad ideológica que parecía haber llegado con la caída del comunismo demostró ser una ilusión. La historia seguía viva, más que nunca. El radicalismo islámico, el nacionalismo y el populismo no han dejado en estos años de ser amenazas serias para la libertad y la democracia. Estos ideales se han alejado un poco más, lamentablemente. América Latina no se convirtió en un oasis purgado de todos los vicios modernos, ni en la región donde surgiría un socialismo humanista y libertario. Al contrario, ha sido la política del resto de Occidente la que ha terminado pareciéndose a la latinoamericana: los demonios incubados en el reverso de la utopía —el fanatismo, el nacionalismo, el odio sectario, el populismo— andan sueltos, y ahora acechan a la humanidad entera». — Del prólogo de Carlos Granés
Era como si el cuadro la hubiera llamado, obligándola a detenerse. Y al leer la inscripción del dorso, «Rose Madder», supo que tenía que ser suyo, el adorno perfecto para su recién estrenado hogar de mujer libre.
Tras años de maltratos, por fin Rosie Daniels había abandonado a su marido y emprendido una nueva vida en otra ciudad.
Pero es muy difícil no dejar pistas, y Norman, el brutal policía con quien se había casado, inicia la caza sistemática e implacable de su mujer. Cada vez está más y más cerca, y Rosie advierte, no sin temor, que su única aliada es esa figura pintada en el cuadro, que la invita a pasar a su lado de la realidad.
Un hecho fortuito coloca a Andrés Lavriaga, un prófugo que acaba de robar una sucursal de préstamos, y a Julia Bazin, una bióloga que llegó a un punto ciego en su vida, en el mismo escenario y con el mismo rótulo: son los únicos sobrevivientes de un triple accidente de tránsito en la ruta. Así empieza esta historia: con el desenlace de una secuencia que reconfigura la vida de los dos personajes, sus pasados y también el presente, que comparten en el hospital al que son derivados.
El resto del mundo rima narra la experiencia fantasmal de una mujer que desafía la lógica de la existencia. Que escapa de su internación, se esconde en un placar y usurpa la identidad de una doctora para acercarse al otro sobreviviente y, a partir de la vida de él, reinventar la suya. Julia, camuflada como Mónica Elzester, y Andrés, convaleciente, entablan una relación extraña y ambigua. Ambos buscan sentido en la memoria del otro, que se mezcla con películas, sueños y fragmentos leídos.
Esa es la palabra que Danny había visto en el espejo. Y, aunque no sabía leer, entendió que era un mensaje de horror.
Danny tenía cinco años, y a esa edad poco niños saben que los espejos invierten las imágenes y menos aún saben diferenciar entre realidad y fantasía. Pero Danny tenía pruebas de que sus fantasías relacionadas con el resplandor del espejo acabarían cumpliéndose: REDRUM... MURDER, asesinato.
Pero su padre necesitaba aquel trabajo en el hotel. Danny sabía que su madre pensaba en el divorcio y que su padre se obsesionaba con algo muy malo, tan malo como la muerte y el suicidio. Sí, su padre necesitaba aceptar la propuesta de cuidar de aquel hotel de lujo de más de cien habitaciones, aislado por la nieve durante seis meses. Hasta el deshielo iban a estar solos. ¿Solos?...