Sacado de su cómodo agujero hobbit por Gandalf y una banda de enanos, Bilbo se encuentra de pronto en medio de una conspiración que pretende apoderarse del tesoro de Smaug el Magnífico, un enorme y muy peligroso dragón...
Escrito por Tolkien para sus propios hijos de Tolkien, El Hobbit se publicó el 21 de septiembre de 1937. Con un hermoso diseño de portada, un puñado de dibujos en blanco y negro y dos mapas del propio autor, el libro se convirtió en un éxito instantáneo y se reimprimió poco después con cinco láminas en color.
La propia selección de pinturas y dibujos de Tolkien se ha vuelto inseparable de su texto y ha embellecido las ediciones de El Hobbit durante más de 85 años. Pero el arte publicado sólo ha permitido vislumbrar el proceso creativo de Tolkien, y muchos bocetos, dibujos en color y mapas adicionales (aunque exhibidos y publicados en otros lugares) nunca aparecieron en las páginas de El Hobbit.
Urko Pínaga regresa del exilio para asistir al entierro de su tía Flora, con la que vivió antes de marcharse a Inglaterra, como tantos niños vascos. Urko se encuentra con un Getxo diferente al que conoció, pero sobre todo con una casa, la de la tía, que ahora se le presenta como un lugar misterioso cargado de repente de secretos. ¿Por qué tiene un aviso de derribo por parte de las autoridades? ¿Por qué su prima Regina se comporta de un modo tan extraño? ¿Mantuvo Flora a escondidas alguna relación que no le confesó a su sobrino? ¿Ha fallecido de muerte natural? El contraste entre lo que Flora le contaba por carta y lo que Urko se encuentra alimenta las sospechas en torno a una mujer a la que en realidad el protagonista quizá desconocía por completo.
Esta misteriosa frase viene acompañando durante cuatro meses los círculos azules que aparecen trazados con tiza en las aceras de la ciudad. En el centro de los círculos se halla un desecho, un residuo, un objeto perdido: un trombón, una bombilla, una pinza de depilar, un yogur, una pata de paloma...
El fenómeno resulta muy divertido para los parisinos y procura material a periodistas y a psiquiatras que elaboran diferentes teorías. Sin embargo, al comisario Adamsberg no le hace ninguna gracia. Los círculos y su extraño contenido rezuman crueldad. Él lo presiente: pronto ese hecho anodino y estrafalario se convertirá en una tragedia.
Las repetidas carnicerías perpetradas sobre los rebaños de ovejas del Mercantour ponen a los pastores en prevención contra los lobos del cercano parque natural. La muerte de una pastora levantará sospechas entre los aldeanos sobre la presencia de un hombre lobo en la zona.
El comisario Adamsberg, Lawrence y Camille, su compañera, inician la investigación. Hay quien cree que todo es obra de un «hombre del revés» que vive escondido en la montaña y oculta su verdadera naturaleza tras una apariencia humana...
En medio de la convulsa realidad colombiana de los años noventa, una joven actriz viaja a España como parte de un nuevo proyecto. Su matrimonio ha fracasado, y aún herida por su mediático divorcio, se niega a regresar a su país.
La excusa perfecta para alargar su estancia en Madrid será un curso de actuación, pero su nueva condición de soledad desatará una crisis de ansiedad por todo aquello que cree estar dejando atrás.
Una noche suena el teléfono y del otro lado de la línea aparece la voz de alguien que dice estar loco por ella. Las llamadas del misterioso hombre del teléfono se irán haciendo cada vez más frecuentes, hasta crear un vínculo que cuestionará los límites de la inteligencia y de la belleza.
Con una valentía admirable, Margarita Rosa de Francisco ha conseguido narrar la poderosa historia de una mujer que habla sin tapujos sobre la construcción de su identidad y sobre el cruce de caminos con uno de los personajes más fascinantes de la Historia de Colombia.
Annie Ernaux cuenta en estas páginas la relación que mantuvo con un hombre más joven que ella. Una experiencia que la hizo volver a ser, durante varios meses, la «chica escandalosa» de su juventud. Un viaje en el tiempo que le permitió atravesar una etapa decisiva en su escritura.
«A menudo he hecho el amor para obligarme a escribir. Quería encontrar en el cansancio, en el desamparo que le siguen, razones para no aguardar ya nada de la vida. Tenía la esperanza de que el final de la expectativa más imperiosa, la del orgasmo, me hiciera sentir la certeza de que no había goce superior al de la escritura de un libro. Quizá ese deseo de desencadenar la escritura del libro fue el que me condujo a llevar a A. a mi casa a tomar una copa después de cenar en un restaurante donde, por timidez, había permanecido prácticamente mudo. Era casi treinta años más joven que yo.»