En abril de 1912, la adinerada viuda de Peñasco tuvo un mal presentimiento mientras almorzaba en su palacete de Madrid. Algo les había pasado a su único hijo y su nuera, a quienes en ese momento creía en París, disfrutando de su luna de miel. La dama no se equivocaba: a pesar de las advertencias que les había hecho, los recién casados se habían embarcado en el que se creía el barco más seguro del mundo y sin duda era el más lujoso: El Titanic. Pocos días después las funestas nuevas llegaron a la mansión de la viuda: su hijo había perecido y su nuera estaba sana y salva, pero rota de dolor en Nueva York.
El mito de Sísifo es el ensayo fundacional de la filosofía del absurdo, una obra mayúscula que dio a conocer el gran talento de Albert Camus. Publicada en 1942, el mismo año que El extranjero, fue una de las primeras obras que revelaron al público la inteligencia y la sensibilidad del autor.
El título del ensayo hace referencia a un personaje de la mitología griega que enfadó a los dioses por su extraordinaria astucia y fue condenado a empujar perpetuamente una piedra enorme montaña arriba. Al llegar a la cima, la piedra volvía a caer hasta el valle, desde donde Sísifo debía volver a empujarla hasta la cumbre, y así eternamente. Por medio de esta alegoría, Camus discute la cuestión del suicidio y el valor de la vida, presentando a Sísifo como imagen del esfuerzo inútil e incesante del hombre. De este modo plantea la filosofía del absurdo, según la cual nuestras vidas son insignificantes y no tienen más valor que el de lo que creamos. Siendo el mundo tan fútil, pregunta Camus, ¿qué alternativa hay al suicidio?
Una mujer vive en la ladera de la montaña, entre la neblina que baja y el follaje feraz. Su misión es cuidar los linderos, avisar al celador de cualquier anomalía. En sus cuadernos escribe sobre su rutina parsimoniosa y los recuerdos de una infancia marcada por una madre brutal y por el deseo insatisfecho de aprender. Al fondo, se escucha la cantera y el ruido de las camionetas blindadas sobre la destapada. Un día aparece en su jardín un cuerpo, y turbados y cuidadosos de no llamar la atención, con el celador deciden enterrarlo. Pero aparece otro. Y otro y otro y otro…
La escritura prodigiosa, característica de Trías, reluce en esta novela inquietante y atmosférica, en la que los tópicos de la madre, la violencia y la relación con la naturaleza reaparecen, y con cuánta fuerza estremecen al lector.
Una pieza de arte de Tomás Hijo.
Una obsesión se ha apoderado del alma de Robert Blake. Cada día observa, desde la ventana de su estudio, la silueta de la iglesia abandonada que se alza sobre Federal Hill. Cuando finalmente decide atravesar los decadentes barrios que rodean el templo, Blake accederá a un escenario acorde con sus gustos por lo oculto: extraños manuscritos, ídolos inquietantes, símbolos blasfemos, un cadáver olvidado…
Todos ellos vestigios de un viejo culto dedicado a obscenas deidades cósmicas. En el centro mismo de ese enclave de pesadilla, Blake se encontrará con un artefacto ancestral vinculado a terrores inimaginables que amenazarán con desgarrar su mente y el tejido mismo de la realidad
«Qué habría ocurrido si aquel día lejano de mi infancia no hubiera regresado al sótano por el mismo agujero por el que había salido de él. Tal vez la vida hubiera mantenido siempre aquel brillo o aquella fiebre».
«Hay libros que, al modo del automóvil que se salta un semáforo, se cruzan violentamente en tu existencia. Este es de los que se saltan el semáforo —explica Millás—. Me habían encargado un reportaje sobre mí mismo, de forma que comencé a seguirme. Un día me dije: “Mi padre tenía un taller de aparatos de electromedicina”. Entonces se me apareció el taller, conmigo y con mi padre dentro. Él estaba probando un bisturí eléctrico sobre un filete. De súbito, me dijo: “Fíjate, Juanjo, cauteriza la herida en el momento mismo de producirla”. Comprendí que la escritura, como el bisturí, cicatrizaba las heridas en el instante de abrirlas e intuí por qué era escritor. Acababa de ser arrollado por una novela».