Doce cuentos en los que lo terrorífico se infiltra en lo cotidiano. Doce relatos perturbadores que llevan el género de terror a una nueva dimensión.
Una niña desentierra en el jardín unos huesos que resultan no ser de un animal; la bucólica escena veraniega de unas chicas que se bañan en un paraje natural acaba convertida en un infierno de celos de inquietantes consecuencias; un mendigo despreciado siembra la desgracia en un barrio pudiente; Barcelona se transforma en un escenario perturbador, marcado por la culpa y del que es imposible escapar; una presencia fantasmal busca un sacrificio en un balneario; una chica siente una atracción fetichista por los corazones enfermos; un rockero fallecido de un modo atroz recibe un homenaje de sus fans que va más allá de lo imaginable; un chico que filma clandestinamente a parejas haciendo el amor y a mujeres con tacones altos caminando por las calles recibe una propuesta que le cambiará la vida.
En los doce soberbios cuentos que componen este volumen Mariana Enriquez despliega todo un repertorio de recursos del relato clásico de terror: apariciones espectrales, brujas, sesiones de espiritismo, grutas, visiones, muertos que vuelven a la vida... Pero, lejos de proponer una mera revisitación arqueológica del género, reelabora ese material con una voz propia y radicalmente moderna. Tirando del hilo de la mejor tradición, la lleva un paso más allá, con historias que indagan en lo siniestro que se agazapa en lo cotidiano, despliegan un turbio erotismo y crean imágenes poderosísimas que dejan una huella indeleble.
Quienes descubrieron a Mariana Enriquez con Las cosas que perdimos en el fuego tienen ahora en sus manos un libro anterior, en el que ya aparece perfectamente dibujado el universo de una escritora que conecta con maestros modernos de la literatura de terror como Shirley Jackson, Thomas Ligotti o su compatriota Cortázar. Enriquez se asoma a los abismos más recónditos del alma humana, a las soterradas corrientes de la sexualidad y la obsesión...
Gavir tiene un don: puede «recordar» el futuro, pero es incapaz de controlar su inexplicable habilidad. Aconsejado por su hermana mayor, Gavir mantiene su poder en secreto. Los dos hermanos son esclavos de la familia Arca y, a pesar de la esclavitud, sus vidas transcurren sin sobresaltos. Hasta que la tragedia se cierne sobre ellos y Gavir debe huir del único hogar que ha conocido.
Así se ve inmerso en un peligroso viaje que lo lleva hasta Los Pantanos, el lugar donde lo secuestraron cuando era un niño. Allí conocerá sus orígenes y encontrará una explicación para sus extraños poderes. Poderes, el tercer volumen de los Anales de la Costa Occidental, es una historia épica acerca de la lucha por la libertad y la búsqueda del propio destino.
¡Qué bien lanza el lazo mi amada
aunque no atrape el ganado!
Con su pecho me enlaza,
con sus ojos me arrastra
con sus muslos me amarra,
con su sello me marca.
<(Egipto, ea. 1200 a. C.)>
Eduardo Gris Romero
Eduardo Gris Romero es doctor en Literatura Comparada y experto en poesía amatoria antigua. Sobre este tema ha publicado Tu encanto es dulce como la miel: los orígenes de la lírica amorosa y varios artículos en revistas académicas.
Los poetas feroces cuentan lobos para dormir es un homenaje a la poesía y, muy especialmente, a los poetas que mantuvieron desigual debate entre poesía y vida. Con soltura y atrevimiento, huyendo de tópicos habituales, desde ángulos novedosos sabe reflexionar y dar la vuelta a la realidad preconcebida. Su humor y aparente despreocupación están, sin embargo, teñidos de amargura, pues sus poemas no dejan de ser sino una tentativa de lo infinito inalcanzable; la constatación de que, a la postre, la vida es mucho más que la poesía.
La edición actual incluye fotografías de familiares que inspiraron los personajes de la novela, algunos de los cuales, fallecidos entretanto, recuperan su nombre real. En el epílogo («A la sombra de Clara Stauffer»), la autora explica estos y otros detalles, como la impresión que recibió una tarde de finales de marzo de 1997: «Tuve una corazonada. Levanté la vista y, tras coger aire, como un buceador que se propone llegar hasta el fondo, me lancé a recorrer aquella lista negra, sin detenerme antes a leer el artículo. Los ciento cuatro nombres anunciados aparecían por riguroso orden alfabético. No quise saltarme ni uno. Y sí. Allí, entre asesinos y torturadores, entre destacados miembros de la Gestapo y las SS, entre los responsables de uno de los períodos más siniestros en la Historia europea, estaba ella. La única mujer de toda la lista. Clara Stauffer Loewe, la hermana de mi abuela materna. Tuve que leer varias veces la descripción».
¿Quién era Capote antes de ser Capote? ¿Quién era antes de llevar la vida de un dandy en Nueva York, antes de internarse en Kansas a escribir la gran novela norteamericana de no ficción, antes de adoptar el apellido del segundo marido de su madre? Truman Streckfus Persons -tal era su verdadero nombre- tuvo una infancia de abandono y desencanto. Después del divorcio de sus padres, su madre lo mandó al campo con sus tías, en Alabama. Allí comenzó a escribir para mitigar el aislamiento. Esos relatos quedaron en el olvido durante casi ochenta años hasta que, en 2014, fueron descubiertos en la Biblioteca Pública de Nueva York por el editor suizo Peter Haag y su mujer, Anuschka Roshani. Los trece cuentos que integran esta antología revelan el talento temprano de Capote para observar lo que nadie más podía ver, para inventar historias, generar climas. Este libro ilumina nuevos aspectos del escritor que ya conocemos: un joven precoz, provocador, vivaz, conflictuado, extraño y brillante. Los primeros cuentos de Capote son una prueba del virtuosismo que lo llevó a crear sus grandes obras maestras y a convertirse en una leyenda de la literatura.
El reino de Sambalpur, de una riqueza fabulosa, alberga tigres, minas de diamantes y el precioso Palacio del Sol. Sin embargo, cuando asesinan al príncipe heredero Adhir en presencia del capitán Sam Wyndham y del sargento Banerjee en Calcuta, éstos deciden seguir la pista de las misteriosas misivas recibidas por el príncipe hasta Sambalpur, pequeño feudo del estado de Orissa, donde descubren un reino desgarrado por un conflicto latente.
Mientras tratan de aclarar el misterio del asesinato, Wyndham y Banerjee se verán enredados en un peligroso mundo donde quienes ostentan el poder viven según sus propias normas y quienes se cruzan en su camino lo pagan con la vida. Y deberán hallar al asesino antes de que éste los encuentre a ellos...
Alan Le May es uno de los autores más populares de la narrativa western debido sobre todo a su novela The Searchers, una obra maestra del género, y en especial a su adaptación cinematográfica, que en España adoptó el memorable título de Centauros del desierto (Col. Frontera no 4). Pero la producción literaria de Le May es mucho más extensa y cuenta con diecisiete novelas y centenares de relatos, muchos de ellos aparecidos en la prestigiosa revista Collier’s, una de las cabeceras fundamentales en la historia de la literatura popular norteamericana.
La presente obra, Los que no perdonan, tiene en común con Centauros del desierto su retrato crudo y realista de la vida en la frontera texana hacia 1870. La novela narra las tentativas de los indios kiowas por rescatar a la joven protagonista, Rachel, de la familia de colonos con la que vive desde que la adoptaron cuando apenas era una niña, pues consideran que es una de los suyos. La primera parte describe con detalle los afanes y penalidades de los colonos para sacar adelante un rancho ganadero en la peligrosa frontera, así como lo que sentían las mujeres en aquellas tierras, su esfuerzo por mantener una vida civilizada, la rivalidad entre vecinas, los romances, y también la pasión culpable que Rachel siente por uno de sus hermanastros. El lector puede percibir el paisaje, el sonido casi permanente del viento, las grandes distancias vacías, la alegría de la llegada de la primavera, pero también el temor de los colonos ante la llegada de la «luna kiowa» que acompaña a la estación. Es entonces cuando los guerreros de las tribus cercanas salen en busca de botín, sangre y gloria.
Cuando Emelie, de 25 años, es encontrada asesinada en su apartamento en el norte de Estocolmo -la misma semana en que su violento ex compañero y padre de su hijo sale de prisión en un permiso de fin de semana- la detective Vanessa Frank parece entrever que el culpable está claro.
Pero hay algo en el sospechoso que le da a Frank la impresión de que le falta algo. ¿Quién más podría atacar tan frenéticamente a la joven, un ataque que la dejó con más de veinte puñaladas en el estómago?
¿Podría el ataque estar relacionado con la creciente red digital de hombres que quieren castigar a las mujeres, los llamados "incels"? Estos célibes involuntarios viven en los rincones más oscuros de Internet y están unidos en su violenta misoginia. Cuando se presenta una sobreviviente de un ataque sexual, Vanessa Frank comienza a tirar del hilo y a vincular algunos ataques violentos e impactantes, descubriendo este grupo en la sombra.
Son perdedores confesos que quieren a toda costa la disponibilidad sexual de las mujeres y, sin embargo, al mismo tiempo, expresan disgusto por la promiscuidad. Se sienten maliciosamente con derecho a recibir sexo y atención de lo que perciben como el sexo más débil. Su agresión acumulada ha llevado a estos hombres solitarios y odiosos a una violencia extrema. En sus propias palabras, han armado la guerra de género.
¿Hay un líder o son simplemente varios grupos caóticos sin relación entre sí? La pregunta que Vanessa Frank debe hacerse es, ¿qué haces cuando el odio echa raíces? Si más de uno de ellos es capaz de asesinar, ¿podrían ser capaces de un tiroteo masivo organizado?