Un hombre conduce sin un rumbo en mente, hasta que su coche queda atascado al final de una pista forestal. Es una tarde de finales de otoño, ya casi no hay luz y comienza a nevar. En lugar de volver caminando hacia atrás en busca de ayuda o quedarse en el coche, de forma imprudente y sin saber muy bien por qué, el hombre decide adentrarse en el bosque. Inevitablemente, se pierde, y la noche sigue avanzando. Cuando el agotamiento y el frío empiezan a vencerlo, vislumbra un extraño resplandor en medio de la oscuridad.
Blancura es la última novela de Jon Fosse. El autor galardonado con el Nobel arrastra al lector en una narración enigmática, inquietante e hipnótica: una lectura tan breve como intensa.
Marilyn Monroe era puro fuego, sexualidad a flor de piel, romances turbulentos, pero también era una mujer frágil, asustada y repleta de inseguridades que buscaba en otros -en el Ex Deportista, en el Dramaturgo o en el Presidente- ese amor que ella misma se negaba. Una artista superdotada cargada de conflictos, temores y pasiones desatadas; una niña que no dejó de huir hacia delante y que llegó a burlar a la propia muerte para convertirse en leyenda.
Glasgow, julio de 1973. Se llama Alice Kelly, tiene trece años, y ha desaparecido. Han pasado ya quince horas desde que alguien la vio por última vez. El agente Harry McCoy sabe que las probabilidades de un desenlace fatal son muy altas. Apenas se ha desplegado el dispositivo policial de búsqueda cuando el guitarrista Bobby March, la estrella de rock local, sufre una sobredosis en un hotel; la víspera había actuado en un concierto en el que, a juicio de McCoy, no estuvo muy brillante. Sea como sea, los periódicos necesitan noticias sangrientas; los mandos de la policía, resultados; y la ley, respeto, cueste lo que cueste. Para colmo, la sobrina del jefe de McCoy se ha eclipsado; McCoy, discretamente, tendrá que localizarla. Pero ¿podrá Harry McCoy con todo?
Una nueva aventura del comisario Polo: el genero policiaco entendido como alta literatura.
Bolonia, verano de 1947. El comisario Polo se acaba de bajar del tren, procedente de la lejana Granada. Su misión: investigar la desaparición de un compatriota, Guillermo Sola Bosch, profesor de Derecho que se alojaba en el Colegio de España. Un católico aficionado al jazz que, según algunos, tal vez simplemente se haya marchado a un retiro espiritual, y, según la policía, es un asesino.
Comienza así una búsqueda detectivesca en la que irán apareciendo más cadáveres –el de un individuo apodado el polaco, el de una anciana viuda...–, espías de ambos bandos en la incipiente Guerra Fría, delatores, monárquicos y neofascistas, conspiraciones, conexiones vaticanas y de fondo el boogie woogie, el ritmo de moda que, como tantas cosas que fascinan en la Italia en reconstrucción de la posguerra, ha llegado desde Estados Unidos con las tropas de ocupación.
Nora Stephens se ha pasado la vida entre libros; es una dura agente literaria que pelea por las obras y los contratos de cada uno de sus clientes. Solo hay una cosa que esté por encima de su trabajo: su hermana pequeña Libby, a la que lleva cuidando desde que su madre falleció. Por eso decide acceder a su petición e ir con ella a Sunshine Falls, el lugar en el que se ambienta su libro favorito. Allí, Libby pretende realizar un viaje de transformación en el que recrear las escenas de sus novelas favoritas hasta lograr que Nora sea la protagonista de su propia novela.
Con lo que ninguna de las dos cuenta es con toparse con Charlie Lastra, un editor con el que Nora ya había tenido un encontronazo en Nueva York y que amenaza con convertirse en una presencia constante en sus vacaciones. A veces, ni siquiera una agente literaria y un editor son capaces de escribir su propia historia.
Ernesto va a cumplir sesenta años y para los telediarios ya es considerado un anciano. Reacio a dejarse aplacar por el desánimo, emprende un viaje al pasado en busca de las claves para el futuro. Entre Mallorca y Barcelona, y entre pensamientos y recuerdos, el protagonista reflexiona sobre el paso de los años y sus consecuencias. Rememora conversaciones de sobremesa con sus amigos, en las que se recogían las preocupaciones de una generación frustrada por todas las promesas que su juventud auguraba, pero no cumplió.
Con Lola, Héctor y Rita, y César, Ernesto comparte todas las inquietudes y pérdidas de una generación sobrepasada, pero también el anhelo de disfrutar de los años que les quedan en un mundo que no se adivina tan feliz como pensaban.