El primer gran éxito de Lucía, mi pediatra.
«Lo mejor de nuestras vidas es el viaje apasionado de una madre de profesión pediatra. Un recorrido por el intenso y revelador mundo de las emociones de nuestros hijos con el que os sentiréis identificados desde la primera página, en la que me encuentro en la sala de partos, aterrada pero inmensamente feliz, hasta la difícil pero a la vez inspiradora etapa de la adolescencia. Un verdadero aprendizaje de vida, un descubrimiento profundo de mis emociones, de las de nuestros hijos y de los cientos de familias que pasan por mi consulta. ¿Qué siente mi hijo? ¿Qué pasa por su cabeza? ¿Por qué se comporta así? ¿Qué siento yo como madre? ¿O tú como padre? Una lectura para no desperdiciar ni un solo minuto de la vida de nuestros pequeños, instantes que ya no volverán.
Lo llamamos populismo y eso hace que suene bien, al menos para quienes no recuerdan el pasado. ¿Por qué no habría de prevalecer la voluntaddel pueblo sobre todo lo demás No cabe duda de que el resultado de una votación es la volonté générale, dijo Rousseau, creyendo haberresuelto de esta manera el problema de la no-libertad en un colectivo. Sin duda, el populismo es algo Bueno y General, ¿no Puede que así loparezca, hasta que de pronto se nos agolpan en la cabeza vagosrecuerdos de Huey Long, Juan Perón y Benito Mussolini. En sumaravilloso libro, Jeffrey Tucker llama al populismo de derechas porsu nombre, es decir, fascismo, o, en su versión alemana, nacionalsocialismo: nazismo. Por supuesto, el término fascismo está corrompido por el uso promiscuo que ha hecho de él la izquierda, y también losnihilistas Antifa que apedrearon e insultaron en Berkeley a la policía y a quienes se manifestaban pacíficamente tras la última delpresidente Trump. Tucker rescata la palabra fascismo para usarla en el contexto actual. Y es justamente el término que necesitamos, conurgencia.
Basil Hallward había terminado el retrato. El joven Dorian, al verlo, no pudo más que desear, desde su frívola inocencia, que fuera su imagen la que envejeciera y se corrompiera con el paso de los años mientras él permanecía intacto. Y así fue: a partir de entonces, Dorian Gray conservó no solo la lozanía y la hermosura propias de la juventud, sino el aspecto puro de los inocentes. Pero ¿a qué precio?