El castillo de los destinos cruzados, que su autor consideraba uno de sus mejores libros, se publicó originalmente en 1973, tras un elaborado proceso de escritura por medio de métodos combinatorios que le llevó cinco años. Las dos narraciones que lo componen ―El castillo y La taberna― fueron concebidas a partir de un mismo juego formal: las posibles interpretaciones de dos diferentes mazos de tarot, cuyas cartas se reproducen como anotaciones al margen a lo largo del libro. Para la primera de las narraciones, el punto de partida es el tarot Visconti ―con sus delicados miniados que reflejan el refinamiento renacentista―, que genera una serie de historias cortesanas que aluden al Orlando furioso de Ariosto, protagonizadas por personajes de «bella apariencia y vestidos con atildada elegancia». Y para la segunda, el tarot de Marsella, de trazos más toscos, y que requiere personajes más burdos y un lenguaje más popular.
No hay que matar al Espíritu para no bloquear el devenir del ser». Annick de Souzenelle, una gran señora centenaria, medita sobre esa última aventura que es nuestra muerte: sobre la mutación que emprendemos con ocasión de ese proceso, sobre la capacidad para trascender nuestra parte animal cuando «entregamos el alma» y, finalmente, sobre lo que ella denomina «los guardianes de los umbrales de evolución» a los que tenemos que enfrentarnos sin cesar, tanto en la vida como en el más allá. Esta fulgurante obra concluye con una conversación sobre la conciencia.
"París. Un poema" representa un importante hito en la vanguardia en lengua inglesa. Publicado en 1920 en Hogarth Press, la mítica editorial fundada y dirigida por Leonard y Virginia Woolf, condensó muchos de los postulados del modernismo (el gusto por lo "oculto", la fragmentación, el carácter o el "método mítico", las alusiones literarias, históricas y políticas o la libertad formal) y antecedió en casi tres años a "La tierra baldía", de T. S. Eliot. Una auténtica "joya perdida" de la cual ofrecemos la primera traducción al castellano.