En las primeras páginas de este clásico de la literatura universal del siglo XIX, la inminente boda entre Renzo y Lucia, dos jóvenes humildes, se ve de pronto amenazada por el deseo de don Rodrigo y la fuerza bruta de sus esbirros. La interrupción dará lugar a una serie de peripecias siempre inesperadas, en que varios personajes memorables se irán cruzando en el destino de los dos prometidos, que viven en carne propia las tensiones de una época y un espacio, el siglo XVII en la región de Milán, marcados por el hambre, la peste, la ocupación española y la incapacidad de la ley y sus representantes para impartir justicia. Alessandro Manzoni no sólo construye historia particular y antigua de gran poder de seducción. Su novela es, también, universal y contemporánea. Nos habla de nuestras pasiones y transformaciones, de la Italia de hoy, del abuso eterno de los poderosos e incluso de la posverdad.
John Dunbar, conocido como «el Basilisco», quiere dar la espalda a su pasado de brutalidad y errancia y vivir por fin en paz junto a su familia. Se asienta con Lucrecia y su hija, Felicidad, en el inhóspito Valle de las Rocas, en pleno territorio navajo. Sin embargo, hasta allí le perseguirán los enemigos más aterradores que haya conocido nunca, unos enemigos que no parecen proceder de su mismo mundo. Por su parte, Jon, el escritor creador de las aventuras del Basilisco, regresa a su pueblo natal. Pretende rehabilitar la vieja casa familiar e instalarse en ella. Mientras, en el lejano oeste, Dunbar acoge al hijo de un antiguo enemigo y duda del amor de Lucrecia, dificultades para las que su experiencia como pistolero no le ha preparado, Jon se topa con una rival que estuvo a punto de arruinarle la vida y que parece dispuesta a intentarlo de nuevo. Así, las vidas del personaje y su autor se aproximan hasta casi confundirse.
Insatisfecho con su trabajo como ingeniero, el protagonista de «Basilisco» se traslada a California, donde conoce a dos personas que cambiarán su vida: Katharina, una joven que acabará convirtiéndose en su mujer, y John Dunbar, un trampero, veterano de la Guerra de Secesión y pistolero ocasional que lleva muerto más de un siglo. Dunbar encarna lo más genuino del Lejano Oeste. Huraño y temido, se gana el sobrenombre de «Basilisco» y nos lleva de la mano por la fiebre del oro en Virginia City, por una expedición paleontológica al territorio de los mormones y en su huida de una banda de asesinos. Mientras, el ingeniero desengañado, ya convertido en escritor, se adentra en las responsabilidades y frustraciones de la mediana edad. «Basilisco» se ordena así en una serie de capítulos autoconclusivos, alternando los que acontecen en el presente con los que tienen lugar un siglo atrás por los parajes de Nevada, Idaho y Montana, y proponiendo un diálogo entre realidad y ficción.
Larga noche hacia mi madre plantea un acercamiento al tema del odio a la madre y el rencor que corroe las relaciones familiares. El protagonista de la novela emprende el viaje de vuelta hacia sus fantasmas para cumplir con la obligación familiar de acompañar a su madre, con quien ha roto casi todos sus vínculos, en su agonía. Después de una larga estancia en el hospital psiquiátrico, la madre se encuentra en un tránsito de muerte que se ha dilatado por años. Con una prosa tensa que recrea una atmósfera sofocante y turbia, la novela se vale de múltiples recursos estilísticos y fragmentos discursivos, como relatos autobiográficos, diarios y cartas, que se superponen al monólogo de la muerte de la madre, para restituir la identidad desgarrada del protagonista y su relación lacerante con el pasado. Como pocas novelas en la tradición iberoamericana, Larga noche hacia mi madre explora hasta sus últimas consecuencias las posibilidades de escribir lo indecible entre una madre y su hijo.
Julio Valdivieso, intelectual mexicano emigrado a Europa, vuelve a su país después de una larga ausencia. El PRI ha perdido al fin las elecciones y se inicia un peculiar período de transición. Julio vuelve a ese tiempo extraño de los regresos, donde se reencuentra con lo que pudo ser. En ese retorno extático y terrible se enfrenta a las claves de un amor perdido, la leyenda viva del poeta Ramón López Velarde, un episodio de la guerra cristera que depende de su propio nombre. En un singular rito de paso, regresa a una Ítaca azotada por el crimen organizado, la política entendida como conspiración, un México donde las cuentas mal saldadas de la Revolución regresan con aire de tragicomedia y la épica se vuelve telenovela. Irónica revisión de los mitos y la condición mediática del mundo contemporáneo, exultante reivindicación de la poesía como sustrato perdurable en el caos de la historia, El testigo es una de las novelas más estimulantes de la literatura contemporánea.
En los pasillos de esta novela, una mujer se repite y multiplica. Se parte en dos. En este mundo feroz donde el dolor persigue y es difícil encontrar un lugar, una de ellas elige la renuncia y el escape; la otra permanece siguiendo su propio rastro. Algo sucede en su cerebro. En ese trance, cuando sus recuerdos, sueños y miedos se entrecruzan en un presente continuo, ellas se preguntan si el pulso de su deseo es seguir viviendo. Isla partida es una novela fractal, deforme, poliédrica, una escritura del delirio que retrata un pensamiento desordenado, estremecido, fuera de los límites; una casa de los espejos hecha de lenguaje. ¿Qué es el mundo sino un manojo de percepciones que una mente ordena y describe con palabras? ¿Es la realidad el resultado de una escritura en código, definido por la sinapsis? Si esto es así, ¿qué pasa cuando las neuronas aumentan su transmisión de iones, o un chorro de electricidad satura su comunicación y la desborda? ¿Puede la escritura dar cuenta de esa mente y las creaciones de sus descargas eléctricas? Con Isla partida estamos ante el trabajo más valiente y arriesgado de Daniela Tarazona. Una experiencia narrativa y poética donde cuerpo, memoria y delirio entran en tensión; una exploración de la mente y la escritura como campos electromagnéticos en la que distintas corrientes y voltajes chocan para recomponer el mundo y, por tanto, la identidad del yo.
Los personajes de Falsa guerra son náufragos en tierra firme, varados en zona de nadie. Algunos quieren marcharse de Cuba y no pueden, otros se fueron y nunca acabaron de llegar del todo. Viven en una especie de limbo, en un impasse perpetuo entre la realidad y el deseo, entre el pasado y el futuro, entre el país de origen y el de destino, a la espera de una promesa, una confirmación o, simple y llanamente, una tregua. Algo que les siga recordando que la vida es posible. ¿Qué diferencia hay entre un inmigrante, un exiliado y un refugiado? Abocados al caos, a la angustia o al hastío, los desplazados perennes son asediados por un mundo que a cada paso –en ese simulacro de avance hacia el espejismo de la sociedad de consumo– les recuerda que no existe un lugar para ellos. En esta novela coral, los personajes parecen moverse con desparpajo nómada entre Cuba, Estados Unidos, México, Francia o Alemania, si bien todos ellos se hallan paralizados, inmersos en una falsa guerra que se libra en virtud de ninguna verdadera pasión, de ninguna auténtica idea.
En Los caídos, novela ambientada en la Cuba contemporánea, asistimos al desmoronamiento de una familia cuyos miembros, sin saber realmente cómo, han acabado convirtiéndose en adversarios que comparten el territorio del hogar. Mariana sufre ataques epilépticos y ya no es el elemento aglutinador del hogar. Diego, el hijo menor, está a punto de terminar el servicio militar, alimentando su resentimiento contra la mentira de su época, Armando debe lidiar con sus inamovibles convicciones socialistas, las pequeñas corruptelas de sus empleados y el hecho de que su hija mayor, María, haya abandonado los estudios en busca de unas condiciones de vida dignas. Compuesta a cuatro voces con una naturalidad sólo al alcance de los grandes narradores, Carlos Manuel Álvarez se confirma entre ellos.
Los lectores de Madre que estás en los cielos me dicen que la historia de la familia de Julia refleja la de muchas familias, la forma en que el secreto y la negación modelan la parte visible de la existencia en común. Las madres se vieron representadas en sus miedos y los hijos en sus rencores. Además, la novela llegó justo a tiempo a un país que hasta entonces se había negado a sí mismo las identidades diversas.»
Pablo Simonetti
Con setenta y siete años a cuestas, Julia Bartolini decide pasar sus últimos días escribiendo sus memorias. Los recuerdos le brindan la fortaleza necesaria para enfrentar su enfermedad. Cree que así podrá recuperar la sensación de que tuvo una vida que valió la pena. Marcada por la inmigración italiana al país iniciada a fines del siglo XIX y la rígida idea de familia impuesta por la Iglesia católica a lo largo del XX, Julia deshilvana los rencores fraguados en su infancia, para los que no tuvo solución en la adultez. Intenta descifrar la figura de un marido autoritario, pero devoto, y en especial la relación con dos de sus hijos, quienes desafiaron los códigos de conducta de su tiempo y sus esperanzas. Sobre todo, quiere encontrar la explicación para haber fracasado en aquello que mayor importancia tenía para ella: formar una familia feliz.