Y en esos días abriré los tesoros de berajot que están en los Shamaim, para hacerlos descender sobre la tierra, sobre las obras y el trabajo de los benei de los hombres.
Y la Shalom y la Emet estarán unidas todos los días del olam y por todas las generaciones.
Janokj Enoc 11:1-12
Pero si lo obedeces y haces todo lo que Yo diga, Yo Seré enemigo de tus enemigos, y adversario de tus adversarios.
Shemot Nombres 23:22
UNA EXTRAORDINARIA CONTRIBUCIÓN A UN MEJOR CONOCIMIENTO DE NUESTROS LÍMITES Y A UNA ALFABETIZACIÓN COGNITIVA.
Vivimos en un mundo donde la información nos abruma, donde las redes sociales, los medios y la inmediatez nos exigen respuestas rápidas y categóricas. Pero ¿hasta qué punto nuestras ideas son realmente propias? ¿Por qué razón creemos lo que creemos y tomamos las decisiones que tomamos?
Por qué pensamos lo que pensamos es un recorrido fascinante por los factores biológicos, psicológicos y culturales que determinan nuestro pensamiento sin que lo notemos. A través de ejemplos cotidianos, referencias científicas y filosóficas, los autores muestran cómo nuestra mente recurre a atajos y simplificaciones para afrontar la complejidad del mundo, generando errores sistemáticos, prejuicios y vulnerabilidades que pueden ser explotadas por la manipulación y la desinformación. Conocer estos mecanismos no solo nos ayuda a comprender mejor nuestras propias limitaciones, sino que también nos da herramientas para ejercer un pensamiento más crítico y libre.
El hombre que inventó Manhattan se llamaba en realidad Gerald Ulsrak, estaba casado y tenía dos hijas. O quizá sólo una. Había nacido en un pequeño pueblo en las montañas de Rumania y siempre había soñado con un sitio mejor, Manhattan, y un nombre distinto, Charlie. Trabajaba en el mantenimiento de un bloque de apartamentos y se repetía noche tras noche como un mantra que el siguiente sería un buen día. La mañana de Año Nuevo de 2002 amaneció colgado de una viga del techo.
Su suicidio pone en marcha la recreación por parte del narrador un inquilino del inmueble de un mundo en el que se mezclan la realidad y la ficción. A través de historias cortas, agudas como flechas, marcadas por los juegos de identidades, el humor irónico y unos personajes inolvidables, se erige una ciudad mítica: un Manhattan personal, exacto y al tiempo imaginado, teñido por toda la literatura y el cine que reflejan la ciudad de Nueva York.
El poema toca la vida. Quizá porque, como en la vida, en cualquier obra de arte el sentido no es algo dado, sino algo que hay que encontrar, asignar o estar en disposición de recibir. En este ensayo, Mariano Peyrou investiga las maneras en que determinadas obras intentan suprimir la distancia entre el arte y la vida e integrar el ámbito de la obra y el de lo real. Para alcanzar una mayor espontaneidad, una mayor naturalidad, a veces se pone el foco, más que en el producto, en el proceso creativo; para generar un espacio más libre y dinámico, a veces la atención se centra en el impulso creador. Se trata de una aspiración antigua, que puede rastrearse desde los orígenes de nuestra cultura, pero que se manifiesta con gran intensidad y de un modo nuevo a partir del siglo pasado.
A juicio de Thoreau, ningún gobierno, ni siquiera el democrático, está basado en la justicia, de modo que el ciudadano libre debe vivir de acuerdo con una ley superior; tiene el derecho y la obligación de retirar su apoyo al gobierno cuando este actúa de manera condenable, incluso si ello conlleva una pena: «Bajo un gobierno que encarcela a cualquiera de forma injusta, el lugar en el que debe hallarse al hombre justo es también la cárcel». Esta defensa de la conciencia privada e individual frente al gobierno de la mayoría, publicada por primera vez en 1849, recibió escasa atención en su día, pero en el siglo XX iba a ejercer una gran influencia en Tolstói, Gandhi y Martin Luther King, entre otros, así como en el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos.
Un cúmulo de circunstancias extraordinarias puso durante diez meses al historiador Emmanuel de Las Casses junto a uno de los hombres más extraordinarios que han conocido los siglos. El universo del arte, la literatura y la historia han preservado y avivado la gloria y hazañas de Napoleón Bonaparte. Pero pocos conocieron los verdaderos matices de su carácter, sus cualidades privadas, las inclinaciones naturales de su corazón y su profunda sabiduría. Este es el gran vacío que colma el Memorial de Santa Elena. El autor recopiló y escribió, día por día, cuanto oyó decir y cuanto vio hacer a Napoleón, durante el tiempo que pasó a su lado en su forzoso exilio en la isla. En esta selección de sus palabras se escucha al hombre y al sabio, no solo al guerrero y al emperador. Publicado por vez primera entre 1822 y 1823, inmediatamente tras la muerte de Napoleón, dio a conocer lo que hasta entonces nadie había visto, al hombre sabio oculto a los ojos de las muchedumbres por la grandeza misma de sus hechos.