Las mujeres asaltan la historia es un recorrido por la fuerza, la voz y la resistencia de las escritoras que, a través de la novela histórica, han reclamado un lugar en el relato de los tiempos. Este libro escucha los susurros de aquellas que, por siglos, fueron relegadas al silencio y a la invisibilidad. Enfrentando las restricciones impuestas que las recluía al espacio doméstico, estas mujeres han tomado la pluma como su arma y con su puño y letra han escrito la otra mitad de la historia, esa que siempre estuvo presente, pero nunca contada.
Con profunda atención a las desigualdades y barreras que enfrentaron, esta colección de ensayos destaca la valentía de las autoras que, desafiando las normas, reescribieron la historia desde
En los albores de un país caribeño, bajo el manto de la ocupación y la lucha, nace la epopeya de un pueblo que se niega a ser doblegado. Ésta - novela entreteje la historia de Miguel Mazara, un guerrillero valiente y decidido, cuya vida se convierte en el simbolo de resistencia y esperanza para su nación. Desde los frondosos montes de San Pedro de Macorís hasta las calles bulliciosas de Valencia, cada página nos sumerge en un viaje de sangre, sudor y lágrimas, pero también de amor, solidaridad y sueños.
A través de los ojos de personajes entrañables y complejos, esta obra nos transporta a un mundo donde la realidad y la magia coexisten, pintando un retrato vívido de un tiempo y lugar donde la lucha por la libertad es el único camino. Con una prosa rica y evocadora, esta novela es un canto épico a la justicia, la resistencia y la inquebrantable búsqueda de un futuro mejor. Cuando el azúcar fue amargo es más que una novela; es un testimonio de la capacidad del espíritu humano para superar la opresión y encontrar la redención. Una historia que resuena con la fuerza del amor y la determinación, incitando a los lectores a descubrir la continuación de esta saga en A las Sombras del Poder.
Desaparecidos los remanentes de la dictadura al finalizar
el otoño de 1961, a primeras horas de una mañana de domingo
transpuso el pórtico y caminó por los estrechos pasadizos que
separaban los nichos del solitario cementerio de San
Bartolomé Apóstol un hombre alto, joven, de incipiente barba.