Un juego de simetrías, de búsquedas que se solapan y de secretos de familia que son -al mismo tiempo- los de todo un país.
Trece años atrás, Patricio Pron decidió contar por fin una historia que había intentado olvidar por todos los medios: la de cómo la enfermedad de su padre lo obligó a regresar a su ciudad natal –un osario, en su expresión– y de qué manera ese retorno lo confrontó no sólo con un lugar que en nada se asemejaba al que había dejado, sino también con el pasado trágico de su país y de su familia. ¿Por qué había querido desterrarlo de su memoria? ¿De qué huía? ¿No era precisamente esa huida la que lo había convertido en escritor?
A partir de conversaciones en los pasillos del hospital, de fotografías familiares y de la investigación de un asesinato realizada por su padre; de filmes, artículos de prensa, sueños y recuerdos involuntarios de una intensidad devastadora, Pron reunió las piezas de un puzle en el que sus padres y él ocupaban los extremos de una historia de agitación política, violencia estatal, desapariciones y deudas. De ellas surgió un relato sobre la memoria, la verdad, la compasión y la justicia que resuena poderosamente en tiempos como los nuestros, de negación y olvido.
No somos esclavos de nuestras emociones.
¿Inviertes tiempo y esfuerzo en tu desarrollo profesional, en tu salud física y en tus relaciones personales, pero descuidas tus emociones? Estas tienen un poderoso impacto en nuestra toma de decisiones, en la calidad de nuestras relaciones y en nuestra sensación de felicidad y, sin embargo, con frecuencia las pasamos por alto, al creer que no podemos cambiarlas.
Yonquis emocionales nos sumerge en un viaje de autoconocimiento que revela la profunda conexión entre nuestros pensamientos y emociones, y nos brinda una metodología única que combina neurociencia e inteligencia emocional para transformar los pilotos automáticos de la mente que nos impiden disfrutar de la vida.
Por esta novela y toda su producción literaria, y por su constante compromiso político con Francia, a Victor Hugo se lo consideró ya en vida un héroe nacional. De esta historia se han hecho desde 1905 muchísimas versiones y adaptaciones para el cine, la televisión, el teatro y el ballet.